"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





domingo, 13 de enero de 2008

Advenedizas


A veces ve en medio de la oscuridad de la noche que unas manos se mueven sobre su cuerpo mientras duerme. Que dibujan figuras desbocadas en el vacío. Que proyectan sombras chinescas sobre la pared contra la que se arrebuja. Esas manos que ve hablan con gestos y hacen guiños y también burla. Son como una población llegada desde cuerpos lejanos y desconocidos. Parecen movimientos de un tropel de exploradores silenciosos. Juegan a mostrarle signos misteriosos registrados en las rayas de sus palmas. Hay también algo de hipnosis en los movimientos de separación y acercamiento de los dedos. Y entre estos se abren continentes de relatos secretos. Alguna mano más decidida arriesga una caricia y él se entrega calladamente. Incluso deposita el vaho de un suspiro sobre las yemas de los dedos más remolones. No quiere despertarse para no perturbar el frenesí de aquellos advenidos. Hace que les ignora. Que rasguen sus sueños si se atreven.


(La fotografía, de Leonard Nimoy)

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