Éste es el lugar que me ofrecieron
cuando fui a dormirme,
el que me arrebataron cuando desperté.
canta Mark Strand en uno de sus poemas. Las horas del sueño fueron largas y densas esta noche para el hombre. El cansancio ajustó cuentas con su mente. Un mundo le ha apartado de otro. Una extraña sensación le poseía cada vez que se despertaba provisionalmente. Sigo dormido, y sueño, pero vivo, se decía como autómata confuso en sus duermevelas. Era como si la noche no avanzara. ¿Por qué temería que no viviera? Tan profunda era esa otra pertenencia. Las ensoñaciones se han sucedido sin límite, fecundas pero irrecuperables. Curiosamente, no recuerda ninguna. Cuando ha despertado definitivamente, ha tenido que desperezarse de una nostalgia sin cara. Otras veces tras los sueños inmediatos hay rostros, nombres, situaciones. Ansiedades, en fin. Y se levanta con ganas de invocarlas. Hoy no. Se ha estirado, se ha reído en alta voz para convencerse de su noche satisfecha, propia, ensimismada, extraviada en otro mundo. Medita caóticamente mientras levanta las persianas de la luz del día arremetido. Piensa que los sueños no tienen tiempo. Que es lo único que traspasa la frontera del hoy. Que es la parte cómplice de nosotros que preserva una capacidad alternativa, frente al instinto racional de cada día. Un don cuyo efecto sólo puede comprobarse en lo más hondo de cada individuo. Recuerda entonces aquella reflexión de Federico García Lorca: Hoy es la vida. Los años son hoy. El pasado es el hoy muerto. El porvenir es el hoy que vendrá. Siempre estamos en el hoy. Encadenados entre lo que se realizó o se frustró ayer y las expectativas inciertas del mañana, los seres humanos apenas gozan del momento. Sin darse cuenta de que es el único tiempo posible y real. Los sueños hacen saltar todo por el aire. Instan a cohabitar a todos los tiempos del verbo, es decir, del Hombre, confundiendo presentes y pasados con futuros imposibles. Pero el tiempo es también un fetiche. Irrealidad de los aplazamientos. Asaeteados por la duda y la indecisión, postergamos nuestro propio vivir el día. Inutilidad (relativa) de los recuerdos. Estos valen en tanto en cuanto nos confirman. Obsesión malsana por un futuro incierto. Siempre pendientes de elegir, seleccionar, discernir, optar, decidir. Esa fijación nos altera, nos conduce a no reconocernos, para fingir que somos otros, amargados y conflictivos. Esta noche pasada las manecillas del reloj han sido modificadas por ordeno y mando de la gran burocracia. Y qué. Él se ha rebelado durmiendo más que nunca. Ha sido como un exorcismo. Ha buscado otras formas simbólicas que desguazan la materialización administrativa del tiempo. En su cerebro hay un mundo de imágenes menos convencionales, pero cuya caracterización le sugieren. Y cuando las encuentra, sospecha que ésas pueden ser sus horas verdaderas. ¿O sólo gratificantes? Luego, sigue leyendo a Strand...
Éste es el lugar ignorado por todos,
donde los nombres de las estrellas y los barcos
vagan fuera de todo alcance.
Las montañas no son más las montañas;
El sol no es el sol.
Uno tiende a olvidar cómo era;
me veo a mi mismo y veo
un fulgor de tinieblas en mi frente.
Una vez yo fui todo, una vez yo fui joven...
Como si eso importara ahora
y tú pudieras escucharme
cuando fui a dormirme,
el que me arrebataron cuando desperté.
canta Mark Strand en uno de sus poemas. Las horas del sueño fueron largas y densas esta noche para el hombre. El cansancio ajustó cuentas con su mente. Un mundo le ha apartado de otro. Una extraña sensación le poseía cada vez que se despertaba provisionalmente. Sigo dormido, y sueño, pero vivo, se decía como autómata confuso en sus duermevelas. Era como si la noche no avanzara. ¿Por qué temería que no viviera? Tan profunda era esa otra pertenencia. Las ensoñaciones se han sucedido sin límite, fecundas pero irrecuperables. Curiosamente, no recuerda ninguna. Cuando ha despertado definitivamente, ha tenido que desperezarse de una nostalgia sin cara. Otras veces tras los sueños inmediatos hay rostros, nombres, situaciones. Ansiedades, en fin. Y se levanta con ganas de invocarlas. Hoy no. Se ha estirado, se ha reído en alta voz para convencerse de su noche satisfecha, propia, ensimismada, extraviada en otro mundo. Medita caóticamente mientras levanta las persianas de la luz del día arremetido. Piensa que los sueños no tienen tiempo. Que es lo único que traspasa la frontera del hoy. Que es la parte cómplice de nosotros que preserva una capacidad alternativa, frente al instinto racional de cada día. Un don cuyo efecto sólo puede comprobarse en lo más hondo de cada individuo. Recuerda entonces aquella reflexión de Federico García Lorca: Hoy es la vida. Los años son hoy. El pasado es el hoy muerto. El porvenir es el hoy que vendrá. Siempre estamos en el hoy. Encadenados entre lo que se realizó o se frustró ayer y las expectativas inciertas del mañana, los seres humanos apenas gozan del momento. Sin darse cuenta de que es el único tiempo posible y real. Los sueños hacen saltar todo por el aire. Instan a cohabitar a todos los tiempos del verbo, es decir, del Hombre, confundiendo presentes y pasados con futuros imposibles. Pero el tiempo es también un fetiche. Irrealidad de los aplazamientos. Asaeteados por la duda y la indecisión, postergamos nuestro propio vivir el día. Inutilidad (relativa) de los recuerdos. Estos valen en tanto en cuanto nos confirman. Obsesión malsana por un futuro incierto. Siempre pendientes de elegir, seleccionar, discernir, optar, decidir. Esa fijación nos altera, nos conduce a no reconocernos, para fingir que somos otros, amargados y conflictivos. Esta noche pasada las manecillas del reloj han sido modificadas por ordeno y mando de la gran burocracia. Y qué. Él se ha rebelado durmiendo más que nunca. Ha sido como un exorcismo. Ha buscado otras formas simbólicas que desguazan la materialización administrativa del tiempo. En su cerebro hay un mundo de imágenes menos convencionales, pero cuya caracterización le sugieren. Y cuando las encuentra, sospecha que ésas pueden ser sus horas verdaderas. ¿O sólo gratificantes? Luego, sigue leyendo a Strand...
Éste es el lugar ignorado por todos,
donde los nombres de las estrellas y los barcos
vagan fuera de todo alcance.
Las montañas no son más las montañas;
El sol no es el sol.
Uno tiende a olvidar cómo era;
me veo a mi mismo y veo
un fulgor de tinieblas en mi frente.
Una vez yo fui todo, una vez yo fui joven...
Como si eso importara ahora
y tú pudieras escucharme
y el tiempo de este lugar pudiera detenerse.
Lúcido comentario Fackel
ResponderEliminarUngaretti decía:
soy un poeta
un grito unánime
soy un grumo de sueños
Un saludo
Nací para poeta o para muerto...
ResponderEliminarte acuerdas?
Un saludo, fackel
Eso de Ungaretti...un grumo de sueños...es bonito...para disolverse ¿en qué vaso? Gracias Olvido.
ResponderEliminarClaro Joselito, lo recuerdo, estás en todas. Buenas noches.
Pero quién es el que lee a Strand?,
ResponderEliminarBusco en la tabla de símbolos el signo que abre las interrogaciones.Quién lee y quién canta ¿es la misma persona?. ¿Se desmiembran? ¿en qué punto?.
Porque busco y vuelvo sobre mis pasos para ver en dónde me he extraviado.
Sigues dormido, Sigue dormido, yo también sigo dormida, pero viva.
Al final dejas otra pista, deja otra pista,(ya no sé quién soy) Luego, sigue leyendo a Strand... Ha cambiado la persona del verbo. Retrocedo, comienzo, indago entre. Me exijo el truco. Pero sólo veo la piel de una serpiente sobre la roca. Me he perdido la metamorfosis de crisálida. El instante en que uno se abandona.
y eso es lo brillante de este juego.
ResponderEliminar"Éste es el lugar que me ofrecieron
ResponderEliminarcuando fui a dormirme,
el que me arrebataron cuando desperté(....)
me veo a mi mismo y veo
un fulgor de tinieblas en mi frente.
Una vez yo fui todo, una vez yo fui joven..."
Me he sentido identificada al leer el post, pero con esto, parece que alguien me retrató....
Saludos
Tal vez la poesía es un espejo, tal vez una cámara, tal vez uno mismo. Gracias y bienvenida, este blog es tuyo.
ResponderEliminarParalelo49, tu sagacidad no tiene tope. Tú te preguntas, tú te contestas. En efecto, ¿cambia la conjugación del verbo o las personas del verbo? Ni yo mismo lo sé. Somos verbum, somos palabra.
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