Hay noches cuya largura se mide por insomnios. Noches en que no apetece dar pábulo ni al pensamiento ni al recuerdo ni a las letras ni a los ruidos ni a los deseos ni a las palabras ni a las músicas de una radio. Noches no sé si blancas o negras o incoloras. Que no parecen avanzar y cada mirada al reloj advierte posición de manecillas diferente. Que no sabes si quieres que pasen o que se prolonguen como si fuera la última. Que enciendes y apagas la lámpara del desconcierto. Noches en que el cansancio o una abulia feroz o un desgaste inerte acaba derrotando a la víctima simplemente por una especie de alejamiento total de cualquier opción. Y al borde del envoltorio de la muerte, uno recuerda por sorpresa cierto poema de José Ángel Valente...
El cuerpo con su máscara
se irguió en la cima de la madrugada
y coronó la noche.
Ardió solo en el aire.
(Con una foto de Leonard Nimoy)
El cuerpo con su máscara
se irguió en la cima de la madrugada
y coronó la noche.
Ardió solo en el aire.
(Con una foto de Leonard Nimoy)
Cierto Fackel hay noches demasiado oscuras, pero para eso existen los sueños.
ResponderEliminarLos sueños existen ¿para llevar claridad o para oscurecer más las noches? Ah, ya, simplemente para aliviarlas, dirás, sólo que a veces son pesadillas, lejanos ecos tal vez de la vida real. Bueno, admitamos que también sirven para vivir otras vidas. Aunque éstas sean más efímeras y se diluyan cada amanecer. Buenas noches.
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