No son las nuevas ciudades. Son las viejas, son las fieles, son las sobrevivientes. Son las calles de la imaginación. Duran lo que duran, pero se las vive con la intensidad sabida de que la naturaleza ha vuelto a reconocer a sus hijas. Las especies botánicas brotan aquí de la mano humana. ¿Los mismos hombres o los nuevos hombres? Podría decirse que la ficción recompone doblemente el planeta agostado. Porque necesita regenerarse en sus ambientes y porque la mente humana precisa la purificación cada día. Combate contra la obsolescencia. Tajazo a la ordinariez. Deconstrucción de la monotonía. Pasear por estas calles es reencontrarse con la antigua oriundez del ensueño. Una repoblación de aliento fresco en un agosto de luces y temples diferentes. Una inmersión en las quimeras más reconfortantes que se deseara hallar. Los dedos habilidosos de cientos de vecinos que han recreado esta naturaleza añorada no son ignorados. No pueden olvidarse ni la dedicación ni el entusiasmo ni el altísimo concepto estético ni la genialidad de sus recursos. La añoranza del vínculo que no debe perderse, si se quiere ser aún humano. Sugerencia. Vivir y convivir en la ciudad dentro de la ciudad. Un hallazgo. Más, un descubrimiento. El mensaje, fértil y luminoso: disfruten de las selvas tropicales, de las estalactitas de las minas de sal, de las cascadas verdes de los pantanos, de las huertas y riberas, del oleaje agitado de las regiones marinas australes...y, así vestido, el mundo donde nos sostenemos quedará más integrado entre un montón de calles acogedoras. Una autopropuesta irrenunciable. Pisar de nuevo el paisaje. Volver a la fantasía. Regresar a la satisfacción de lo efímero. El próximo año.
PD. Fotografías de Gràcia, en Barcelona, en sus fiestas de agosto.
PD. Fotografías de Gràcia, en Barcelona, en sus fiestas de agosto.
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