"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 9 de julio de 2007

Robaiyyat




El hombre se sienta a reposar el vértigo de la jornada. Se lo tiene merecido. Por qué elige El viaje de Sahar, la última composición musical de Anouar Brahem, no lo sabe. El hombre es intuitivo, se deja llevar, una voz de dentro. Un tono melódico y sedente que envuelva en ensoñación el tiempo perdido otro días más. Eso elige. Y sin quererlo, la mano se ha ido también hacia el anaquel desde donde el humanista persa Omar Jayyam le ofrece sus Robaiyyat, esos cuartetos de hace nueve siglos donde el hombre busca el consuelo. Donde se admira, donde vibra, donde descubre que la filosofía lejana sigue siendo necesaria.

Al período en el cual llegamos y partimos
ni se le ve el comienzo ni el fin se le vislumbra;
y no ha nadie que pueda decirnos de verdad
de dónde procedemos ni a dónde partiremos.

Las preguntas eternas cuyas respuestas no busca el hombre. Y menos en los territorios del engaño y de los pensamientos abyectos. Las respuestas son las preguntas. El valor reside en poder enunciarlas. La búsqueda es la comprobación de los hechos. El mundo es antiguo y nada en materia de ambiciones, deseos, soberbias, dominios y desasosiegos ha sido creado por la literatura moderna. Ésta sólo reactualiza las antiguas tradiciones orales y los escritos arcanos, diseñando nuevas formas. Pero todo es tan lejano.

¡Qué falsa es la verdad del mundo, corazón!
¡Cuántas veces te humilla este sufrir sin fin!
Entrégate al destino y soporta el dolor;
por ti avanzo la pluma; no dará marcha atrás.

Si ya Jayyam lo tenía tan claro, si también el persa buscaba redimirse de alguna manera a través de su esfuerzo creativo, si sus versos son pensamiento puro, por qué no tocar él también con la imaginación y el intento una pizca del cielo liberador, se pregunta el hombre agobiado. El persa estaba harto de la gente de su tiempo, le indignaba la aquiescencia en la manera de pensar y acatar de sus coetáneos. Rechazaba la fe entreguista y despersonalizadora de estos. Rizó el rizo de la capacidad crítica hasta extremos escépticos e inconoclastas.

Seguirá mucho tiempo el mundo sin nosotros,
no quedará ninguna señal de que existimos;
si no existíamos antes y todo estaba en orden,
después no existiremos y seguirá igual todo.



El hombre se maravilla de la clarividencia y la energía de Omar Jayyam. Una invitación a la lucidez. El hombre se lo piensa.

3 comentarios:

  1. Enorme clarividente este Jayyam. Fundador del álgebra, matemático y pensador y encima escriobía poesía. Casi nada hacia mil ciento y poco de la Era D.C. ¡Qué poco sabemos en este país d ela vasta cultura oriental! Hay que reivindicar estos personajes para que no nos creamos en occiente que somos el ombligo del mundo. Un abrazo.

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  2. Pues sí, Sebastián, pues sí. Ignorancia supina la de este país respecto a la evolución cultural de otras zonas del mundo y de la historia. Para mi, el descubrimiento ya es un reto caprichoso y estrictamente personal. Que cada españolito se esfuerce en enterarse, que medios para ello los hay. Y no perder la esperanza de que el sistema de enseñanza dé la información oportuna a las generaciones que van llegando. Y de acuerdo contigo: ya está bien de mirarnos al ombligo, sin que conozcamos muy bien cómo se originó nuestro ombligo.

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  3. Yo sí sé cómo se originó mi ombligo.

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