jueves, 17 de mayo de 2007
Tentaciones
(Variaciones XIII)
...Dejarlo todo. Así, de pronto. Todo. Sin morirse. Brusco pensamiento fugaz. Aquello tan citado del clásico tabula rasa. Abandonar todo por las buenas. Eso sí que tiene mérito. El valor de la bravuconada. El instinto del hastiado. El nervioso tanteo sobre el arbusto débil al que asirse al borde el acantilado. Como un suspiro repentino tras un día de crisis, que, con frecuencia, se repite tras otro día de crisis tras otro día de crisis. Una respiración profunda exigiría meditación, por lo tanto, ausencia. Cabeza borradora. Pretender arrojar al vacío estatus, supervivencias, testigos, asentamientos, identidades. ¿Para partir de qué cero? ¿Se surge alguna vez de la nada? Se nace desde la nada. Y por un leve instante algo se convierte en azar y éste en existencia. El resto es metáfora. Se nace y se muere infinidad de veces a lo largo del estar vital. Cada cambio, cada circunstancia, cada salto, cada crecimiento implica una muerte y asume una resurrección. Las religiones, suplantando la trayectoria del mito, hicieron cierta literatura con la idea desde siempre, pero abusaron de las palabras y constituyeron éstas en poder. Fue el principio de la corrupción. Hoy, a las ideas hay que desbrozarlas entre el bosque de la confusión y a las palabras hay que desproveerlas de sus adherencias ponzoñosas. Renunciar al mejor postor. No dejarse envolver en el señuelo de la publicidad como forma de vida. Desalojar obligaciones. Hacer saltar las servidumbres por los aires. Tensar los vínculos, tal vez liberarse de ellos. La tentación del vacío bajo los pies. Y más allá de estos, la seguridad de la materia bruta. Reemprender bajo mínimos un dejarse llevar de otra manera. No. Un querer ser de otra manera. Aquello sería alternativa, esto ensoñación. Dos formas de lo posible. Pero opuestas. Acaso irreconciliables. La quiebra de la integración en la edad avanzada. La tentación de cortocircuitar los planes inducidos durante años y años. El desafío de la naturaleza elemental que se revuelve dentro del hombre. El ansia de la propiedad sobre el tiempo imposible. Se oye un eco de carcajadas sobre el deseo irrefrenable de la posesión de la indolencia. Es absurdo pretender un ocio asegurado, aunque circunstancialmente esa mezcla de Estado de bienestar y móntatelo como puedas ofrece ciertos desahogos al ciudadano medio como él. Probar el valor de lo modesto. Atrapar la centralidad de lo pequeño...
Se para. Mientras la mujer duerme rendida, él se ha levantado. Sorbe un café cuyo aroma empapa la casa. Detiene sus dedos sobre el teclado y piensa en lo arduo de escribir. Ha leído un párrafo de un autor portugués, y le da vueltas, justificando su tarea...Trabajar un libro hasta la minucia de una palabra. Y después el lector lo engulle todo deprisa para saber “de qué se trata”. ¿Vale la pena mimar un vino para que beba como un tintorro? Sospecha que el esfuerzo no se merece pasar por el desaire comercial ni por la boca de los asnos.
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