La fiesta del comercio del libro. Cuántas palabras vanas se despachan en este día. De cuánta apariencia se revisten los grandes almacenes desde hace varias fechas (para ellos las ventas de un día son siempre insuficientes) De qué repetición monótona y cansina no estarán carentes hoy las televisiones del país. Cuánto ejercicio a precio módico de actos institucionales proliferan en este día por nuestras autonomías. Qué concentración de loores, reconocimientos, méritos, ante y sobre personajes de triviales aportaciones. Podría decirse que hay una cotización elevada de ellos en la bolsa de valores. Qué exultaciones, qué engreimientos, que disimulos. La mascarada del libro adquiere porte eclesial y litúrgico. Nuestros profesionales dedican más tiempo a leer que a jugar al golf; nuestros empresarios abandonan sus intereses y descubren la buena nueva; nuestros políticos se impregnan de la sabiduría descarada de los textos para corregir sus directrices; nuestros obreros abandonan las fábricas, la televisión y el coche para sentarse a la sombra de un árbol a vivir una aventura de letras revolucionaria; nuestros jóvenes hacen un alto en el gremio de la hostelería nocturna y ligan y se embriagan con los personajes de ficción. El mundo está cambiando de base, se nos contará en tal jornada como hoy. Y se dirán mil y unas frases grandilocuentes que son flor de un día. Se pontificará sobre las facultades de la lectura, se ensalzará la virtud de los escribientes, se recitarán cosas bellísimas, es decir, cursilísimas, sobre los valores morales que entrañan los libros. Quien más o quien menos se volverá un rapsoda acerca de las propiedades curativas sobre el espíritu que tiene el ejercicio económico de leer. Pero yo, hoy, por llevar la contraria, no me da la gana de leer nada, ni de comprar libro alguno (que mi librera me perdone) Esta protesta la he aprendido también de los libros, sobre todo de los malos, es decir de los inmorales, de los ilícitos, de los retorcidos, de aquellos libros que nos hacen dudar, los que nos cuentan lo que no nos gusta admitir, cuantos ponen el placer por delante de la instrucción, los que socializan la estética en lugar de transmitir la repetición cotidiana de lo cutre. Señoras, señores, hoy miren al cielo (está preciosísimo) y sobre todo lean algo también en sus venas. Tiene tanto que contar la sangre de cada uno...
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Mira!, encontré unos pies descalzos...
ResponderEliminarA mí me encanta comprar libros de segunda mano. Tienen mensajes tan interesantes. Números, fechas, letras torcidas. Qué habrá sido de esos nombres que se encontraban firmados a punho entre las primeras páginas?
Qué fue lo último que leíste en tus sangre?
Abrigate los pies, ahora hace frio.
...siempre leo en mi sangre, tiene que ser una lectura paralela a la de los libros...algún día llegará que sea la única...¿no decía Herman Hesse que ya casi no leía libros sino que escuchaba la sangre que murmuraba dentro de él?...pero sí, la sangre de cada cual tiene mucho que contar: a veces me paro y recuerdo...este recuerdo revive historias, aventuras, persecuciones, búsquedas, vivencias, enigmas...esa sangre tiene letras y sintaxis a la carta de lo que uno es...ya ves...por cierto, eso de los libros de segunda mano con anotaciones y cromos...me recuerda algo que encontré en un mercadillo muy fascinante...pero de eso no sé si hablarte ahora o colgar un post...se me ha ocurrido, tú me sugieres...imagínate un cuaderno de una alemana de 1941 con ejercicios de escritura...me emocioné mucho cuando compré el libro donde estaba escondido ese cuaderno...(amo mis pies, jaj)
ResponderEliminarah, paralelo49, observa, y junto al hombre articulado hay una foto mía de niño escolar...se llevaba mucho la apariencia a pesar de lo cutre que era el país...
ResponderEliminarEscuchandote decir que te detienes en el recuerdo y revives sobre él historias, aventuras, persecuciones... se me viene a la cabeza un verso que dice la más intima herida es heredada...
ResponderEliminarPor favor, escribe sobre ese cuaderno de 1941 ... y hazle una foto. Me gustaría mucho verlo.
Sí, veo al muñeco articulado. También a un trozo de ese niño y unos lomos de libros bajo el marco. Me pregunto cuales serían, pero despues de tantos meses cualquiera sabe.
Este país sigue siendo de apariencia.Detesto esa actitud en el extremo que se lleva . Aquí por ejemplo nadie se preocupa (en absoluto) por la apariencia, sin embargo tienen otras costumbres muy arraigadas y ridículas, como poner el titulo de Dr. o Prof. en los buzones. Y cuando te dicen su nombre también te dicen " yo soy Herr Dr. Fulanito"
Crees que este país ha dejado algún momento de ser cutre?