Tibio despertar
como un avance de la tibieza de la tierra.
Mis pies gélidos.
Mi corazón ausente.
Una mano bajo la nuca
formando una extraña composición de baile.
¿Hacia qué sorpresiva visión se aúpa la mente extraviada?
La lengua prospectando una pizca de saliva.
Me relamo.
Qué cuchilla en la garganta.
Los riñones tumefactos y móviles
clamando sobre el colchón desgastado.
La vejiga impele un inaplazable anhelo
el desalojo de los sobrantes líquidos
que han enturbiado el cuerpo estas últimas horas.
Acaricio mi pecho
jugueteo con el vello eréctil
que describe un trayecto cálido desde las axilas
hasta el sur del ancla del hombre sumergido.
Prolongo una mano de viento hacia el olvidado territorio
poblado de silencio.
Me conturbo.
Acecha una descripción de aromas
y la aproximación de un rayo.
Mas de pronto
doy un repentino salto de la cama
con un quejido ahogado.
Rebelión del músculo de una pierna.
Se rompió el paisaje.
Se recompuso el temple.
Se perdió la figura.
Y otro yacer breve
por considerar si el nuevo día
merece el crédito de levantarse.
Calmas que se tajan.
La quietud fue un sueño
y el sueño un despojo.
¿A esto llaman primavera?
(Composición fotográfica de Ivan Cap)
¿Realmente eres tan tibio contigo mismo? A mi no me lo parece. En todo caso, visceral. Pero las vísceras no son fáciles de controlar. Son el reflejo, nunca la causa. (O depende)
ResponderEliminarCordiales saludos sin turbiedades.
Unas veces uno es tibio, otras turbio, otras visceral, otras no se reconoce, otras se abandona, otras temeroso (de los hombres, no de los mitos, pero de estos también como obra de los hombres)...ninguna de las formas de manifestarme me son ajenas. Valga la causticidad (con uno mismo sobre todo)
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