"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 6 de marzo de 2007

(Paréntesis: Matanza en la calle Al Mutanabbi)


"Me gustaría que usted hubiera visto lo que eran los viernes, dice Shatri quebrado por el llanto. No se podía caminar. La gente y los libros colmaban la calle. La calle Al Mutanabbi es parte importante de Bagdad. La violencia ha cambiado el destino de los negocios de las calles de Bagdad. Luego en tono reverente, recita un proverbio conocido en todo el mundo árabe: El Cairo escribe, Beirut publica y Bagdad lee”.

Suena a título de novela, ciertamente. Matanza en la Calle de los Libreros de Bagdad. La imagen parece fotograma de película. El argumento recuerda a un relato de acción. Y el desarrollo de la acción se vincula a multitud de tramas. En definitiva, casi dan ganas de preguntarse: ¿hay algo tras la foto que puede estar siendo realidad? La infamia de una guerra civil que acumula miles de muertos desde que norteamericanos e ingleses invadieron Irak, apoyados por cierto siniestro personajillo español de chulería y bigote de cuyo nombre no quiero acordarme, no la convierte en menos guerra por repetirse hasta la saciedad todos los días en los medios de comunicación de masas. Para los ojos del espectador tranquilo y cómodo que observa despreocupadamente pero al que no le toca, que cree que está a salvo pero que al callar otorga, cuando la normalidad se instala el suceso deja de ser noticia.

El mito aposentado de la noticia como impacto (calidad) y urgencia (venta) se revela en nuestros tiempos más que nunca como puro mercado. Nada nuevo. Cuando la normalidad se consolida, la sensibilidad se vuelve tosca y la conciencia extravía el norte. Y sin embargo, nada permanece quieto. Simplemente con que la vida de hombres y de perros se vea arriesgada cada día, tanto por las bombas como por la escasez y por la miseria, simplemente con eso la noticia tendría que mudar moralmente su piel conceptual. La noticia está hoy día desprovista de ética. Consagrada como objeto mercantil se vende al mejor postor, se manipula y se prostituye.


La muerte en la Calle de los Libreros no es ni más ni menos valiosa que aquélla que se produce en la cola del pan, en la fila de solicitud de trabajo, en el autobús o en los hospitales. Ni es más simbólico el atentado. O tal vez sí, acaso tiene su matiz. Se mata al hombre y se mata un oficio de perdición. Los libros siguen teniendo ese matiz salvador o perdedor, según se vea, en tiempos en que corren el riesgo si no de desaparecer sí de perder influencia por mor del avasallamiento informático. La capacidad de pensamiento y el ejercicio de la memoria puede que en el futuro tengan coordenadas diferentes que las actuales, que reposan en los libros y en la lectura. Los libros y todo el mundo que gira en torno a ellos siguen siendo pecado y perdición para muchas culturas. Incluso para la nuestra, aunque aquí se muestre solapada e hipócritamente. Se sabe que en los libros se condensa también y de manera especial la naturaleza de los hombres y la ardua lucha de estos por desarrollarla o condenarse en ella. Los libros tienen mucho de testimonio y bastante de testamento.

No sé si este atentado de la Calle de los Libreros de Bagdad habrá sido especialmente simbólico o se trata simplemente de que la lógica de la guerra civil anuncia que ningún sector de la vida social iraquí debe quedar libre de la destrucción. Cuando uno recuerda las imágenes de la Biblioteca Nacional de Bagdad arrasada y la acompaña con ésta de la Calle de los Libreros, uno tiembla por el avance de la senda de los talibanes de la cultura. Ojo, esa senda también fue abierta desde Washington. Ahora bien, si los libros que se hayan podido salvar de las estanterías destruídas de las librerías de viejo de la calle Al Mutanabbi sirven para ser recogidos como testigos de la larga carrera de la vida, la esperanza permanecerá. Lo que nadie podrá evitar es que los libros se rescriban: al fin y al cabo es la eterna constante de la historia de la literatura mundial.

"De pronto sus sollozos rompen el silencio. ¿Es esto Irak? se pregunta en voz alta, señalando la calle arenosa y cubierta de basura mientras los olores a papel podrido y a cloacas se mezclan en el aire. Muchos libreros de la calle Al Mutanabbi se hacen esta pregunta. Aquí, en el centro intelectual de Bagdad, subsistían muchos custodios de la tradición literaria que sobrevivieron al imperio y al colonialismo, a las monarquías y a las dictaduras. En los primeros días de la invasión estadounidense, la calle Mutanabi palpitaba frente a la promesa de libertad. Ahora en el cuarto año de la guerra una sombra se cierne sobre el venerable pasado. Muchos de los tradicionales libreros se han visto forzados a cerrar. Otros han sido arrestados, secuestrados o asesinados o se han ido de Irak. Caminamos con nuestros ataúdes a cuestas, dice Mohammad al-Hayawi, el propietario de la librería Renacimiento, uno de los más viejos negocios dela calle. Ya no existen garantías en Irak"




2 comentarios:

  1. La aberración cometida en Irak va a pasar factura a todo el planeta. Pero me da la impresión de que las ciudadanías de las democracias occidentales no exigen cuentas a tiempo a sus gobiernos involucrados. ¿Por qué tanta ceguera? ¿Por qué tanta torpeza? Saludos, Fakel.

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  2. Hola. Lo más repugnante de la lógica de las guerras civiles, como dices en el post, es que están coparticipadas, inducidas o desencadenas por manos e intereses de las potencias. Bien por acción, omisión o dejar estar, el caso es que en un mundo cada vez más globalizado para unas cosas parece mentira que se dé lugar a asuntos tan graves como lo de Irak o el genocidio africano. La opinión pública americana tiene que dar un varapalo al gobierno USA, o de lo contrario que quede de manifiesto su connivencia con lo que sucede allí. Saludos.

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