"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez
martes, 31 de octubre de 2006
Entre sus dedos
sus dedos se ensortijaban entre los tallos, secaban la humedad de mi rostro, peinaban la rugosidad del envés, afilaban mis perfiles lanceolados, yo me dejaba arrastrar entre el laberinto de sus tactos, me abandonaba a la tenue y cálida oscilación de sus jugueteos, sentía su recorrido largo y pausado sobre mis membranas, acompasadamente sus manos se abrían y se plegaban orantes, me acunaba la concavidad de sus palmas, luego me estremecí entre la tersura de sus yemas, un trenzamiento me envolvió sin saber muy bien dónde empezaban y dónde acababan las nervaturas de cada cual, me hirió una brisa afinada, me perdí, todo fue tan quedo, una presencia rescatada, un tiempo inmóvil, una ausencia tan grata de posesiones, después ella me acostó entre las páginas de uno de sus libros favoritos, allí desvanecí...
Robert Walser y su Jakob von Gunten, en la antítesis del trepador social
LA FUGA
Fuga del sonriente de Goya
EL PASEANTE VALLISOLETANO
CHITÓN
El mar de Aral
LA SILLA DE K
TÚ, LA EVANESCENTE
TAKLAMAKÁN
DICHOS Y CONTRADICHOS
LA DAME AU CHIEN
EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
"-¡Ay! -respondió Sancho llorando-. No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía."
y ella las atesora.
ResponderEliminarUno se siente hoja leyendo el texto, y más: quiere ser hoja.
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