
"Yo no te pedí nunca que vinieras.
Desabrochaste tú misma el vestido
y corrió tu sonrisa hacia mis labios"
Del poema East Broadway,
de J.M.Fonollosa
"Ciudad del hombre: New York"
Una mujer joven toma todos los días temprano el mismo autobús en la primera parada. Se sienta en el mismo asiento. Es la viajera solitaria con la que el conductor compensa o paga su buen ánimo o su mal humor, según el amanecer que haya tenido. Y ella concede o se aísla, tal sea el recibimiento. En la siguiente parada sube todos los días un hombre de edad superior. Se acomoda siempre enfrente o próximo a ella. Es un hombre asténico, no excesivamente alto, tiene los cabellos largos y morenos, los rasgos de su rostro no revelan ninguna procedencia lejana, va vestido adecuadamente pero sin ninguna elegancia excesiva y resulta en conjunto atractivo. Varias paradas después baja, antes de que ella lo haga en la suya. Nunca la mira. Sus ojos están pendientes del periódico, a veces echa un vistazo ocasional a los pasajeros que van entrando o se deja reclamar por el paisaje desde la ventanilla. Nunca coinciden sus miradas. Da la impresión de que él siempre se las ingenia para regatearla con acierto. O de que tiene otros ojos, extraviados en no se sabe bien qué dimensión. Queda siempre la posibilidad de que sea un hombre abstraído, reconcentrado, extraordinariamente miope incluso. Ella no le da


"Y no he vuelto a encontrarte. Las aceras
se aprietan contra el muro, cuando ven
que yo voy por la calle sin ti, solo..."
(East Broadway, de J.M.Fonollosa, Ciudad del hombre: New York)
(Ilustraciones: el cuadro de tres personas y el de la la mujer de la rosa son del pintor expresionista alemán Otto Dix; el hombre del antifaz ha venido a pelo de la mano del estadounidense Michael Gibbs)
Extraño y circular relato, Fackel.
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