"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 14 de septiembre de 2006

Alejandra, Alejandra



Puede ser el efecto otoñal, ese reflejo de nubes y de brisas que contrastan los cuerpos y las conductas, y que acaso obra también sobre las lecturas. El caso es que vas a los estantes y crees tomar un libro a ciegas. No sabes por qué lo haces, por qué tomas ése y no otro. Te sientes caprichoso. Sospechas de un sexto o séptimo sentido, el que te orienta sin saber dónde diriges tus pasos. Tratas de racionalizar y piensas que es el subconsciente sabio el que te guía, porque algo permanece rondándote del sueño desde la noche, o porque algún comentario suelto se ha mantenido en un rincón de tu memoria sin mayor esfuerzo, o porque el cuerpo te zahiere y te echa un pulso y tú buscas la pócima que comparta contigo desasosiegos.

Hoy puede que haya cogido el volumen de la poesía completa de Pizarnik por simple azar. Puede. No tienes un acceso especialmente intenso de melancolía, te dices, no te consume la desesperanza, te repites, no buscas la fraternidad del marcado por su propia sentencia, devaneas. Simplemente ocurre que hace tanto tiempo que no lees algo de Alejandra. Y sin embargo temes encararte con sus letras. Y te pones en guardia a las primeras páginas que hojeas. Y algo agrio te sube desde las zonas hepáticas cuando percibes la dureza de su particular encono con la vida. Pero luego te entregas y te enajenas con Alejandra porque lo dice todo con esa especialísima belleza de la síntesis...

"No el poema de tu ausencia,

sólo un dibujo, una grieta en un muro,

algo en el viento, un sabor amargo."

Y luego te contagia ese aire de plegarias malditas que invoca para sus propias conjuraciones y exorcismos:

"Del combate con las palabras ocúltame

y apaga el furor de mi cuerpo elemental"

¿No tienes la sensación de tener delante un libro de horas laico que abras por donde lo abras te hace meditar sobre esa extraña mixtificación llamada existencia y sus dudas?

"la muerte se muere de risa pero la vida

se muere de llanto pero la muerte pero la vida

pero nada nada nada"

Una fragua, un magma, un infierno, úsese la metáfora que se quiera, el mundo de palabras de Alejandra Pizarnik te mellan, te vinculan y prenden tus débiles rescoldos, y la lees en alta voz, para que los pulmones y la garganta se impliquen en sus quejidos, para que interpreten sus palabras los tuyos...

"Escribir es darle sentido al sufrimiento. He sufrido tanto que ya me expulsaron de otro mundo. Escribir es darle sentido a nuestro sufrimiento"

Estas letras del final de su vida las deja en herencia a todos los sucesores del agobio.

4 comentarios:

  1. En efecto, la Pizarnik es dura y enérgica consigo misma, pero también con la utilización del idioma. Su sintaxis es tan precisa como fugitiva de retóricas. Es poesía en estado total: sobre un fondo bruto hace una elaboración matizada y contundente. Es pesimista como su propia existencia. A veces pienso que nació sólo para eso, para construir poesía, al precio de su vida y de sus experimentaciones. Pero es así.

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  2. La obra de Alejandra tiene algo de Libro del Desasosiego pessoiano pero en poesía (im)pura y en juventud madura. Y como a Pessoa tal vez hay que tenerla en la mesilla. Lo duro al anochecer puede parecer menos, si el día ha sido fuerte. Dicen que la mancha de la mora se quita con mora, ¿no?

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  3. La obra de Alejandra Pizarnik me encanta. Crea belleza en medio de la desolación y la dota de sentido. Leer a Alejandra es como un exorcismo del dolor. Parece un ritual para alejar las sombras mediante la inmersión en ellas. Y sus metáforas son tan bellas que causan vértigo.

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    1. A mí también. Ese post lo escribí al poco de iniciar el blog. Y sobre Pizarnik es lo que tú dices, siempre tengo a mano su libro, y hay uno de Diarios también, ¿lo conoces?

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