Juan Marsé, al que de vez en cuando hay que volver, tiene una novela titulada Si te dicen que caí. Lo he recordado al plantarse ante mis ojos esta imagen de un centro de caridad gallego en el lejano 1937. Lejano, pero no borrado. Tal vez porque lo que vino después fue un largo manchón entre los manchones que acumulaba la historia patria desde el siglo XIX. La fotografía me sugiere explicitar un argumento de novela, pero no paso de un título. Podría intentar desarrollar un texto más o menos largo. Uno bebió muchas informaciones procedentes de gente vencedora y de gente vencida. Uno ha visto infinidad de fotografías, y hay demasiadas, sobre el entonces y el después. Uno ha leído testimonios de vivos sobre muertos. Uno no vivió el dolor directo, pero sí su continuación a través de relatos de los que padecieron, bien cual tirios o troyanos, si bien unos mucho más que otros. Y de pronto me doy cuenta de que el título que se me ocurre no es solo título. Que puede ser un relato corto y que gana en brevedad a Monterroso y su célebre y archirepetido que no voy a repetir. Mi cuento dice Que tú bordaste en hambre ayer. No, no me corrijan. No me siento obligado a respetar la letra del grupo de intelectuales de las armas y las letras oscuras, ni la música del compositor vasco afín. Que tú bordaste en hambre ayer es título, argumento, mensaje, conclusión. El hambre fue la continuación de la sangre. Por un momento me he sentido tentado a hacer otra proyección. Poner voces a cada niño y a cada muchacha falangista. Ya sé que vista linealmente la imagen hay una sola voz musicalizada. Seguramente el himno está cantado con más bravura por las adultas que por los infantes. Y a las criaturas, más expectantes al plato que a la marcialidad, las imagino balbuceando palabras ininteligibles, vocalizando a medias, mezclando lenguas. Curiosamente el neno máis pequeno es el que se muestra más aguerrido. En el argumento pre imaginado no queda claro si el babero lo lleva para el alimento que se supone va a recibir o porque se le cae la baba al llevar impasible el ademán, aunque él dice alemán. Pobre neniño, en que historia te meteron?, se me ocurre como pie de foto, al estilo de los breves comentarios que Castelao ponía a sus espléndidos y terribles dibujos de Nós.

El título és más que correcto, así sucedió, guste o no y convendria no olvidarlo.
ResponderEliminarSaludos
Mi padre, herido en la guerra, con familia que inmigró de la provincia a la ciudad, siempre decía que lo pasaron peor en los 40 por el hambre y la escasez. Habría que añadir la enfermedad.
EliminarEl título no puede ser más sugerente y evocador. Con tu reflexión y esa imagen me has llevado sin querer a Paracuellos, el famoso cómic de Carlos Giménez - el de los niños orejones y famélicos- quien padeció en carne propia los malos tratos de los responsables del Auxilio Social. Tiempos terribles aquellos años 40, llenos de hambre, miedo y privaciones. Esperemos haber aprendido la lección para que no se re repita aquello.
ResponderEliminarSaludos.
Yo creo que sí queda claro:
ResponderEliminar- A baba do neno é pola fame; é si o deixaban, estendía a man coa palma cara arriba, por se cae un pouquiño de pan.-
Yo también extendí la mano y canté el cara al sol. Pero mira: Ahora tengo tan poca vía delante que me importa una mierda la que quedó atrás. Los que siguen que aviven la atención que las hostias duelen. E se non, para elles vai o pavo.
No hay corrección posible al título, hambre física, mental y espiritual. Un letargo de 40 años, oprimidos, ninguneados, convertidos en nada en medio de ese páramo intelectual que fue España, mi querida y maldita España, y del que aún no hemos logrado salir.
ResponderEliminarPobre niño, en qué lugar naciste...