Hay imágenes que, sin literatura adjunta ni instrucciones de interpretación que valgan, dicen todo del paisaje y del paisanaje. El paisaje es tanto una sociedad como una época. Y ambos, a su vez, pueden desdoblarse en micropaisajes, tales como la familia y el individuo. El paisanaje sería entonces una distribución más o menos concreta y dispersa, pero también la grey abigarrada. Una imagen contiene entonces tal cantidad de elementos que se pueden ver a las claras, como lo que no se ve ni se sabe de lo que existe detrás de ella. Juegas con tu capacidad de penetración, más intuitiva que cognoscitiva. Una imagen te ofrece un panorama superficial: un grupo de personas, una serie de gestos, una o varias actividades aparentes que realizan estas, un entorno. Sin dejar de permanecer absorto te abres a un segundo plano, más recóndito y arriesgado de descifrar, aunque la imagen te aporte sugerencias y datos implícitos. ¿Qué miras entonces? La postura de cada personaje de un grupo, por ejemplo. Los componentes que los definen: vestimentas, posturas corporales, posiciones de las manos, miradas hacia un objeto. Luego observas el objeto hacia donde cada miembro del grupo fija su atención. Tu mirada al objeto es rápida y la identificas sin mayor reflexión. Ese objeto da la clave del comportamiento de las personas pero no te interesa más. Es lo que es, te dices. Porque sigue interesándote la actitud de quienes integran aquella agrupación entregada a un quehacer. Vas pasando la vista sobre cada figura. Por un instante la aíslas de las demás. Relacionas un rostro con una posición de las manos o de los brazos, tratas de acertar sobre la edad, compruebas su lozanía o su ajamiento, analizas los vestidos que, ya por sí mismos, te hablan de un tiempo pretérito y de la posición social de los presentes. Ahora quedas detenido ante las facciones, intentando adivinar cuánto hay en ellas de extrañeza, de dolor, de resignación, de ira contenida, de miedo, de fortaleza. Esta propiedad es la más difícil de identificar. Cualquier rostro puede estar protegiendo la capacidad de fortaleza del individuo. Dispuesto a llegar hasta el fin de esa exégesis, aun sabiendo que vas a errar, te lanzas a posicionar a cada individuo. Indagas, o mejor ficticias, sobre la relación de cada cual con el muerto. Ya tienes claro, o eso crees, quién es la madre, la hermana, la esposa, la nuera, la vecina. De pronto, te centras en aquella figura bajita que lleva algo en sus manos. Es un ángel, te dices, tú que no crees en estos seres imaginarios pero que han dado tanto juego en el mundo irreal en que vive tu cultura. Es un ángel y como está más allá del bien y sobre todo del mal no dirige la mirada como los mayores. Te mira a ti directamente. Eres tú, el hombre de la cámara misteriosa, quien recaba su atención. Pero no, tampoco. Amplías la imagen: no mira abajo como las demás, tampoco a un horizonte claro. Es una mirada entre pensamiento y sentimiento. Hay dolor contenido y curiosidad atropellada. Una mirada que cabalga entre una reflexión aún primitiva, y seguramente influida, y la emoción interna de quien está afectado. No sabes si está atormentada por los recuerdos o si aún es pasto del estupor. Puede que en ese instante vea en las flores algo más que solo el futuro le revelará. De momento es un ángel. Un ángel paradigma de la fortaleza interior, he ahí la respuesta. Mas acaso también un ángel vengativo, porque su mirada desviada hacia lo incierto queda respaldada por unos labios que se muerden de rabia.
*Ignoro la procedencia y autor de la imagen, lo siento.
Sorprende la tercera mujer por la izquierda, con las manos cruzadas en el antebrazo. La imagen es un poco pavorosa, adecuada para un entierro.
ResponderEliminarSaludos.
También es el rostro más afectado. Ciertamente la foto se presta a conjeturas respecto al rol que juega cada una en la escena. Creo que es muy excepcional esta imagen y lleva a preguntas, empezando por una: ¿por qué serían retratadas, y más en una época que no se llevaba hacerlo, si es que alguna vez se ha llevado?
EliminarFrancamente fascinante esta fotografía y tu descripción imaginaria inspirada por ella revela a un observador que medita porque las cosas no baasta con mirarlas y arriesgar lo primero que viene a la cabeza sino que hay pararsea reflexionar, y lo haces.
ResponderEliminarEgun on. Agurra. Ander
Gracias por tu comentario, Ander. Si uno no medita ante las imágenes del mundo y de la vida ¿qué es lo que hace? ¿Ser un simple voyeur al que le resbala las manifestaciones de los hombres? Buen día.
EliminarA foto é impressionante, deixa em aberto várias interpretações...
ResponderEliminarPodemos apenas adivinhar o que cada uma pensa....Podemos pensar que é o fim; pode ser o principio de muita coisa para todos os elementos...
Beijos e abraços
Marta
Así es, Marta. Intenta hacer el ejercicio y escribe, si quieres, sobre ello. Obrigado e um bom domingo.
EliminarLos entierros y velorios siempre han regalado imágenes, nunca olvidaré en un viaje a Paris al visitar una vieja galería comercial, las innumerables tiendas que exhibían antiguas fotografías de entierros y velatorios en formas de postales, con un b/n exquisito, artísticas,
ResponderEliminary a pesar de la temática llenas de belleza .
Yo misma hice un vídeo casero del entierro de mi madre como una forma de inmortalizar ese momento, esas horas que marcaban su despedida, un nunca más .
En los primeros años miraba el vídeo una y otra vez; hoy no sería capaz ...
De esta fotografía que compartes me llama la atención la niña, es la única que no mira el enterramiento, su mirada casi desafiante se planta frente a la muerte y con flores en las manos, abraza la vida.
Es curioso que sea ahora y no en su momento cuando tengas rechazo a ver el vídeo, eso implica un cambio significativo de mentalidad sobre aquel instante o la persecución de los recuerdos incesantemente. Así es, la niña está aunque parezca no estar y sospecho que mira más hacia dentro de sí misma que las demás mujeres, aunque todas se debatan entre los recuerdos, el suceso de la muerte y el espacio llamada tumba que, en realidad, es lo más impersonal pues una tumba nunca puede superar la capacidad de la memoria de cada deudo. Los significados no están ya en lo que no hay -no hay vida en una fosa- ni en la lápida, pero ya se sabe cuánto ha gustado a los humanos desde las civilizaciones letradas dejar constancia de nombres o citas.
EliminarDirás que la imagen vale por mil palabras, Fackel, pero en este caso, cuánto valen las tuyas! les agrego una característica que no puedo callar: son todas mujeres, salvo el pequeño que una tiene en brazos. No es que los deudos varones no han asistido a recordar al muerto porque no han querido. Creo entrever que los que no están también han partido, quizás todos con el mismo destino. Después de las guerras quedan casi sólo mujeres para enterrar los muertos.
ResponderEliminarQué absurda es la humanidad, por cierto!
Podría ser perfectamente la lectura que haces. Debido al reparto de roles las guerras del pasado (tal vez las del presente) deparaban escenas de ese estilo y las mujeres jugaban el doble papel matriarcal/patriarcal. He intentado dar con la ubicación de la fotografía, hasta el momento no lo he logrado. Yo no creo en una humanidad absurda en absoluto, sino muy lógica. Es la lógica de la dificultad, del esfuerzo, de levantar y derribar, de arriesgar, etc. Todo es muy lógico.
EliminarLa indignación, la impotencia, la rabia, los pensamientos, la niña, todo ello se amalgama. Mírala, atada de pies y manos. Siéntela encadenada. No cree tener esperanza, únicamente sufre en una estancia oscura, como una alimaña.
ResponderEliminarChiloé
Pero la niñez ofrece espacios recónditos donde es posible volar.
EliminarNo siempre. Pregúntales, pregúntaselo a los niños y niñas de Gaza.
EliminarChiloé
Y me han respondido que a pesar de todo el hambre, la destrucción, el crimen del que son víctimas, la orfandad, la pruivación y la miseria a que se ven sometidos por la Israel elegida ellos preservan espacios propios de infancia. Por supuesto, combinados con el odio que en mayor o menor medida irá creciendo en su candidez. Terrible, Chiloé, terrible.
EliminarExquisita imagen, para ilustrar uno y mil relatos diferentes. Y aún así nunca sabremos qué fue lo que en verdad ocurrió en ese momento. Quizá sea un montaje (como el "Miliciano caído"), tal vez sea algo "real". Ese misterio le confiere todavía más fuerza a la imagen.
ResponderEliminarSaludos,
J.
No sabemos o sí sabemos, porque el que yo no haya dado con el autor y la ubicación no quiere decir más, pero me quedo con el dramatismo y el hálito desprendido de una escena que me ha hecho pensar. En realidad tampoco me importa más que lo que representa (representaciones) pues cualquier escena que vivimos de esa u otra clase en la llamada vida real contiene tanta representación...
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