Acaso no es tanto cuestión de insensibilidad como de indiferencia. La clase alta nazi, o al menos un sector de ella, era hipersensible a la música. Pero indiferente al sufrimiento ajeno y, más en concreto, al infligido por sus propios dirigentes, a los que habían aupado y concedido su pláceme. Siempre me chocó este aspecto de la sensibilidad. Como si quedara en una percepción ideal en su mente, pero no existiera para considerar las conductas hacia los que no eran como ellos. Esa dualidad, o doble moral, si se quiere, había sido una constante eclesiástica en las Iglesias de la Reforma y de la Contrarreforma. En ese sentido el nazismo no inventó moral alguna. La llevó a un extremo universal, como probablemente antes lo hiciese el brazo jurídico policial de la Inquisición. Pero ni un poder ni otro hubieran prolongado y alcanzado cotas tan altas de atropello sin la aquiescencia social, sin la complicidad de la población. Inhibirse por parte de los poderes públicos de hoy día de los diferentes Estados ante la barbarie suele justificarse por razones geopolíticas, cuando no comerciales. Mas las sociedades dan el visto bueno al crimen con su silencio colectivo. Pensando: a nosotros no nos pasa lo que a esos otros. Por ejemplo. O bien: Si nos involucramos puede ser peor. Justificaciones sobran, pueden encontrarse las que se quiera. Nuestra impotencia es un castigo. Nuestro silencio una condena. Nuestra pasividad es colaborar con la indiferencia.
lunes, 7 de abril de 2025
Dirección única. Indiferentes
"- ¿Dónde está mi creencia? -me preguntas.
-La perdí por mi mal.
- ¿Y tu virtud? -insistes- ¿Mi virtud?
También la perdí ya".
Hafiz, Gaceles y Rubaiyat. (Traducción y versión de Rafael Cansinos Assens)
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Con las creencias sucede como con la virginidad, hace mucho tiempo que las perdimos, y después solo queda nuestro cobarde silencio
ResponderEliminarUn silencio de impotencia tal vez.
EliminarSólo la conciencia personal e íntima es sólida. Ella nos salva...si la tenemos. Salud2.
EliminarCon que esa conciencia personal sea ética me conformo. No sé si bastaría.
EliminarCuando la sociedad calla ante la tropelia, el poder entiende que se le está autorizando para lo que quiera, es lo que está ocurriendo en la actualidad, lo que no se es quien nos va a salvar.
ResponderEliminarEn efecto, el silencio respalda al poder. ¿Salvar? Ni el sálvese quién pueda será seguro.
EliminarCada injusticia tiene un brazo ejecutor y miles de ojos cerrados.. Efectivamente, no inventaron nada y nosotros no hemos aprendido, tampoco, nada.
ResponderEliminarLos poderes siempre son los mismos. Las sociedades no son las mismas pero tampoco quieren tenerlo claro.
EliminarEsto es un bucle desagradable y sin sentido y nosotros unos simples mirones. Nos va a doler la cabeza.
ResponderEliminarSalud.
Si solo fuese la cabeza...
EliminarTudo se repete... a inquisição e o nazismo... crimes contra a humanidade e a humanidade deixa....
ResponderEliminarInteressante...
Beijos e abraços
Marta
Desgraciadamente se repiten muchos comportamientos el pasado, incluida la complicidad y el desinterés ante el mal.
EliminarFáckel:
ResponderEliminaren muchas ocasiones los ciudadanos no tienen ni voz ni voto.
Salu2.
Tienen voz y voto pero ejercitamos mal la voz y no te cuento el voto, que es costumbre votar contra los propios intereses. Lo que hay es desinterés, exceso de delegación en los elegidos y no avanzar el pensamiento. Escuchando ciertas emisoras o medios o redes no se avanza mucho.
EliminarPero lo que planteo no es esto, sino la indiferencia que mostramos ante el sufrimiento humano de los otros: los otros que podemos ser nosotros en algún momento: ya lo fuimos.
La pasividad se ha convertido en una plaga, un refugio indigno en donde muchos se acovachan disimulando sus propios yerros
ResponderEliminarHabría que hablar de la indignidad del silencio cómodo y cómplice de la sociedad, el menos ético de todos los silencios.
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