"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 14 de enero de 2025

Ecos lejanos, 37

 



Hay mucho griterío cruzando diagonalmente la plaza. Algunas personas que no son del ambiente habitual en Josty entran en grupo, piden un schnapps y se lo beben ansiosos de un trago. Varios salen sin pagar mientras el hombre de la barra mira, cómplice, para otro lado. Los tertulianos habituales permanecen callados, más bien turbados. Se miran entre sí, henchidos sus cuellos. Varios se levantan y se despiden. Yo, en mi rincón, me hago el indiferente pero me cuesta domeñar mi inquietud. Sigo observando que muchos obreros y también no pocos de cuello blanco atraviesan y convergen desordenadamente en la plaza, por grupos, pero continuando en la misma dirección. Algunos van armados. No falta el acompañamiento de lisiados de la guerra, probablemente los más perjudicados. 

Para mi sorpresa entra Judith jadeante. La excitación que muestra la vuelve más luminosa y atractiva. Sabía que te encontraría aquí, dice brusca pero cariñosamente. Me agarra del brazo. Ven conmigo. Helmut te necesita. Hay que sacar el periódico ya y tienes que escribir el editorial. ¿Yo?, digo. Como no me pongas al día o me digas lo que tengo que escribir sospecho que va a ser un editorial de revista del corazón. Ella ríe. No, antes vas a ver algo y luego ya sabrás escribir. Hay tropas apostadas en la Grosse Frankfurter y no precisamente para ponernos la alfombra roja. ¿Ponernos? ¿Es que me vas a llevar al último espacio de peligro, a mí, que según tú soy un burgués que piensa pero también un burgués pasivo?, y dejo que mi brazo se suelte de su zarpa. Porque la mano de Judith es múltiple. Quiere ser sujeción, pero si no le sigues la corriente es zarpa, y si la sigues es caricia. Tal es el poder de metamorfosis de sus manos que en realidad es de todo su cuerpo. Vamos allá, dice. Culebrearemos por otras calles menos abiertas. Ves con tus propios ojos hasta dónde están llegando los reaccionarios y sus primeros actos salvajes, y luego escribes. Y luego...¿Y luego? ¿Habrá un después de mirar o tras escribir, si es que se me ocurre algo como a vosotros os interesa? ¿Y eso suponiendo que no nos pase algo y quedemos sobre los adoquines? ¿Me quieres a mí de héroe porque el que tienes en las alturas, Joachim, no consigues que cumpla contigo? Judith es rápida, siempre es rápida, puro nervio, de movimientos y de palabra. Hace como que no se ha molestado. Joachim solo ama la revuelta, se justifica. Me pongo duro. Tú eres parte también de todo lo que sucede, Judith, y entonces más motivos tiene él para incluirte en sus sentimientos. No seas terco, y vuelve a agitarme, ahora de los dos brazos. Los sentimientos de Joachim se reducen a lo más sublime y no entiende del amor sencillo, al revés que tú. Nunca rozará lo más excelso pero vive en ese mundo de anhelo sin fin. Me admira Judith. Vaya, parece que crees saber mucho sobre mí. ¿De qué te sacas que yo puedo ser un amante sencillo? De que yo deseo que lo seas, responde incisiva, categórica. No tengo tiempo de sentir que me deja fuera de combate. Eleva la voz. Algunos clientes que me conocen desde hace tiempo me observan con sospecha. Vamos, no tengas miedo, los nuestros nos protegerán. Debes escribir sin remilgos sobre lo que vas a ver y sacar conclusiones. Helmut se encargará de poner la guinda.

Recojo de mala manera el libro y el cuaderno y Judith me arrastra afuera. ¿Hasta dónde me llevará?, pienso, y no solamente considerando el bloqueo de los soldados. 



2 comentarios:

  1. En la vigilia de una guerra o una revolución, el pueblo siempre es una fiesta, y es difícil informar debidamente de los hechos acaecidos y por acaecer. Hacia donde arrastra Judith a Joachim...

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    1. Seguramente tienes toda la razón, pero las fiestas pueden emborrachar y entonces todo se diluye.

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