"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 2 de diciembre de 2024

Ecos lejanos, 26


¿Sabes algo de lo que más agradezco en este reencuentro? Que no hayamos hablado todavía de nuestros males...llamémoslos físicos. Me he echado a reír estrepitosamente ante esa valiosa aportación de Else. Pero si estamos casi enteros, digo sin rebajar la risa cómplice. Un tema tan recurrente como excusable a nuestras edades, ¿verdad?, dice. Ese y el otro. ¿Cuál otro?, me hago el despistado. El otro, el que nos obsesiona cada días más, el que ha transcurrido a nuestro lado desde hace décadas. Desde aquella revolución frustrada a la debacle patriótica y al desastre consecuente. Y el goteo de tantos que sobrevivieron a penurias y persecuciones, pero no escapan de sí mismos. Porque también sucede por razones que suelen llamarse naturales. ¿Recuerdas la frase tópica de los periódicos: murió de muerte natural? Debía resultar excepcional morir por su propia llamada interior, que no únicamente por las carencias elementales o por la devastación. Creo que mi sonrisa en este momento se ha vuelto más cínica y ella me devuelve la suya con el mismo rictus. Ya, lo natural y lo accidental, ¿dónde la frontera ante un acontecimiento personal que no sabe de categorías del lenguaje, Else? ¿Tú crees que hay misterio en la muerte?, dice. No, ninguno, me apresuro. Los misterios son siempre una ficción, es solamente la manera de nombrar lo que aún no conocemos. Pero aquello de lo que hablábamos de jóvenes, lo del éros y el tánatos, como un gran descubrimiento, ¿hasta qué punto no son conceptos misteriosos? Y ya sé que es algo que anida en nuestro interior desde que nacemos. Else, nos gusta conceder a esos términos una calidad superior a la que tienen, ¿sabes por qué? Porque la vida es insatisfacción, por más que consigamos algunos logros y ciertos placeres, y nos devora contantemente el deseo y nos golpea cada día el miedo. Son nuestras emociones las que convierten en algo sacro lo que no son sino manifestaciones naturales, inevitables, con sus límites y en ocasiones con su brutalidad. Eso lo sé, y Else se recoge sus cabellos aún frescos. Pero tú, ¿qué crees?, ¿qué son más poderosos, los sentimientos de amor o los de la muerte? Mi risa es esta vez más incisiva. Se alimentan unos de otros, Else; ya sabes, los vasos comunicantes.

Else aún conserva un cuerpo que no ha perdido los perfiles sugerentes de su juventud. Detecta que la observo, que me complazco en su silueta. Qué miras tanto, se queja con una coquetería mal disimulada. Ya no soy la que te volvía loco de concupiscencia. Aquella mirada aún la conservo, le digo con dulzura, y noto que mi cuerpo se deja afectar todavía. Me aproximo a ella. Me mira como si dudase de sí misma.




*Dibujo de Edward Hopper

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