"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





viernes, 4 de octubre de 2024

Propuesta de otro brindis con Safo en la terraza al borde del océano

 


Fue después de aquel brindis que los otros comensales propusieron cuando quisimos sentirnos como dioses. Satisfechos, poderosos, plácidos, cumplidos. Pero hete aquí que al entrar en el oneroso sopor el paisaje se volvió turbio y las voces ya no eran las de mis acompañantes sino la de la hermosa señora de Lesbos. 

Me veía disfrutando con ella de una comida frugal, mas entretenida. Una aulós y una cítara se hacían oír desde el borde de la terraza donde llegaba la templada frescura del piélago egeo. Safo había dado la orden a sus criados:

Vamos, pues, lira divina, / háblame, hazte sonora.  

La señora de Lesbos y yo disertábamos con amabilidad y campechanía. 

- ¿Sabes lo que pienso?, le decía yo. Que cuando uno llega al corazón del otro es como si realizara un largo viaje. Allí le son revelados otros paisajes. Y el otro nunca es el destino definitivo sino una nueva manera de comenzar. Porque el viaje al otro es también un viaje hacia el interior de uno mismo. 

- Por eso a mí me gusta más escuchar que dar consejo, pues estos debe ser descubiertos por cada navegante hacia lo humano.

- Oh, no digo que se llegue al fondo, pues a lo profundo del hombre -sea el ajeno, seas tú mismo- no se llega jamás. No porque sea definitivamente insondable, sino porque cambia. Pues el hombre no es un pozo cegado, sino que está formado de cieno permeable y criador que nos sigue haciendo. Uno no se levanta cada día como se acostó la noche anterior. Uno no es el mismo tras haber amado a otra persona que también ha alcanzado a través de ti una parte de conocimiento de sí misma. Uno no permanece impasible tras desentrañar la materia o el acontecimiento que le intrigaba. Uno no es piedra de cantera, pues la bondad de otro ser cariñoso le modela con otra imagen. 

- Pero tanta gente, amigo mío, se deja vencer por la incertidumbre y la sensación del fracaso... 

- Mientra vives puedes sentir hastío o confusión o agotamiento, pero considéralo como debido al esfuerzo del recorrido. Incluso si llegas a la ancianidad, y no obstante el acoso de la enfermedad o de la degradación, te ha de parecer que tu vida, tu viaje, sigue estando pendiente de alguna manera o inacabado. Como si dejáramos sin acometer empresas o cultivar ilusiones que aún nos seducen. Tal es la pasión que ponemos en los vínculos por acercarnos a los otros, en todos cuantos nos vemos reflejados o simplemente atendidos. 

 - ¿Crees entonces, que cuando uno muere ya muy viejo, bien porque haya cansancio o por decrepitud, que invitan a la rendición total, no ha renunciado del todo al viaje?

- No hay renuncia nunca, solo hay impotencia. No renunciar es un acto aprendido y consolidado en nosotros mismos, pero hay que valorarlo y elevarnos a través de él. La impotencia y el desfallecimiento, que llevan en un momento concluyente a la aniquilación, se nos impone desde la implacable materia que no puede ya sobrevivir si está consumida.

- Mira que te escucho -y Safo tenía escrito el placer del diálogo en su sonrisa- pero acompañemos nuestras palabras con un brindis por la vida. Alza el kylix y moja tus sueños con el vino de nuestra propia región. Y yo te propongo:

Quédate frente a mí como un amigo / y despliega tu gracia ante mis ojos.





* Los versos en cursiva son de Safo, tomados del libro Poemas y testimonios, en la edición de Aurora Luque.

* Imagen: Escultura inacabada expuesta en la exposición temporal de 2020 del Museo Nacional de Escultura de Valladolid titulada Almacén. El lugar de los invisibles.

* La aportación del texto es a propósito de la entrada de Francesc Cornadó en su blog.

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