Mi negra favorita acaba de cumplir la edad de la mujer adulta. No es una edad computable por fechas como hacen los blancos. A ella, como a todos los de la tribu, el calendario no le dice nada que no le sugiera el sol, las fases de la luna o los astros. El calendario o, mejor dicho, la referencia del paso del tiempo reside en su propio cuerpo. Ya soy mujer, me dice con entusiasmo. Ya puedes tomarme como esposa. Ser mujer no consiste solamente en ser consciente de los ritmos interiores, sino asumir funciones que, aunque se las venían enseñando desde niña, es ahora cuando va a tomarlas en consecuencia. Ya puedo llevar el hogar, sonríe con una euforia pícara. Se siente la mujer madura recién estrenada. Como si fuera la prolongación del juego infantil. Me mira revoltosa. Ahora jugaremos los dos de otra manera, propone. Si bien, ¿por qué no cambiando las reglas? Si cambiamos las reglas, respondo boquiabierto, no nos admitirán en la aldea. Pero la aldea es de todos, no pueden hacer eso, se queja. Me dan ganas de llamarla ingenua y la recuerdo que nuestros juegos de niñez, en que sin preocuparnos de ojos ajenos alterábamos los roles, quedaron atrás. ¿O creías que los juegos eran aprendizajes que no se cerraban? En las diversiones infantiles se permite todo porque los adultos no se sienten amenazados. ¿Es la amenaza, entonces, solo propiedad de los mayores?, pregunta. Más o menos. Y debo haber fruncido el ceño al decir esto porque ella pone rostro de espanto. Podríamos irnos de aquí, me propone con la boca pequeña. ¿Eso es lo que querrías? Yo no debo ser tu única referencia, le digo con cierta compasión. Sentirías nostalgia siempre por tu aldea, por tus gentes y al alejarte tu pasado se convertiría en una prisión indeseada. Prosigue argumentando. Pero estás tú, está el futuro, ¿se nos iba a negar en otro lugar desenvolver nuestras vidas? Sonrío y ella sabe que yo también lo deseo. Pero que siendo algo mayor que ella me impongo ver pros y contras. Se lo hago saber. Que ninguno de los dos procedemos de paraíso alguno. Que si nos quedamos se nos va a exigir mantenernos por debajo de nuestras aspiraciones. Que si buscamos otros horizontes nos arriesgaremos a perder la seguridad. Que si ambos nos concentramos en el deseo mutuo es para apoyarnos frente a las reglas imperantes, y no solo por nuestras apetencias más íntimas que como jóvenes debemos satisfacer. Entiendo que compartas conmigo tus dudas, y pone una de sus pequeñas y olorosas manos sobre mi boca. Dirás que soy tonta. Ni ser mujer ni ser hombre significa romper el hilo de las ilusiones de nuestros mejores años. Otros se han marchado también de este valle inhóspito antes que nosotros. Y sabemos cómo les ha ido después; para bien y para mal, digo mientras se me empañan los ojos al destello de su mirada esperanzada y limpia. Aunque tal vez tengas razón. Si no probamos nunca sabremos. ¿Lo intentamos?
(Figura femenina de terracota de la cultura Ife, del valle del río Níger. Siglos X-XII. Museo de Arte Africano de Valladolid)
... y tiene razón. Mejor arriesgar, que quedar con la duda, no?...
ResponderEliminarSi no te sale bien...(¿por qué no me quedaría con la duda?, diría)
Eliminarrecioso relato,leerlo es llenarse de ternura.Me ha conmovido gratamente.Felicitaciones!.Un abrazo grande!
ResponderEliminarGracias a ti por dejarte afectar, Menta.
EliminarMuchos repiten eso de que "el que no arriesga no gana", sin nunca haberse arriesgado a nada.
ResponderEliminarMe cuento entre ellos.
Saludos,
J.
En efecto, hay mucho bocazas que no sabe de lo que habla y solo emite lugares comunes. Lo interesante de la experiencia humana es que todos acumulamos riesgos con resultados favorecedores y otros de caídas. Pero seguimos.
EliminarSiempre existirá la posibilidad, si sale mal, de intentar otras opciones, si le da tiempo.
ResponderEliminarSaludos
O si no perecen en el intento. Saludo.
EliminarAunque arriesgando pierdas, algo has ganado.
ResponderEliminarY no solo experiencia. Siempre se mueve algo. Habrá que ver luego en qué sentido.
EliminarSólo se equivoca aquel que prueba, no hay más. Quien no lo hace no se equivocará nunca, pero siempre se arrepentirá de las cosas que no ha hecho.
ResponderEliminarSalut
Existe el error de no probar, no arriesgar, no moverse. Hay mucho paralítico mental por el mundo, y no me refiero a un mal orgánico.
EliminarQué buena reflexión sobre las consecuencias de dejar atrás la edad infantil, sobre el arrojo de la ingenuidad, sobre lo reflexivo y lo impulsivo... sobre la disyuntiva entre seguridad y libertad...
ResponderEliminarY todo ello mostrado en un relato emotivo y tierno.
Un abrazo!
La intención de avanzar implica siempre riesgo, como todo cambio, más para mi negra y yo.
Eliminar"Qui no arrisca no pisca", no sé como debería traducirlo. Pero creo que ya se entiende.
ResponderEliminarUn Saludo.
Es una expresión que en cualquier idioma podría quedar en: quien no arriesga no...y se entendería de sobra.
EliminarLa libertad comienza por la aventura.
ResponderEliminarNo pocas veces por la huida.
EliminarA veces es lo mismo...
EliminarObviamente.
Eliminar¡A por ello..!
ResponderEliminar¡Qué entrañable conversación!
Amor, ternura, complicidad, juventud... Qué precioso relato !!
Y previsible fuga. Gracias por leer, Milena.
EliminarSin duda hay que probar y confiar.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Y adaptarse a lo que vaya llegando. Cordial.
Eliminar"Ni ser mujer ni ser hombre significa romper el hilo de las ilusiones de nuestros mejores años". ¿Por qué será que muchos acabamos rompiendo ese hilo? Por favor, que lo intenten. No hacerlo es peor.
ResponderEliminarHermoso texto
Un abrazo
Supongo que los ciclos cambiantes de la vida exigen romper hilos. Aunque siempre hay algunos invisibles y recónditos que nos mantienen y a veces nos impulsan a hacer alguna locura. Gracias, Alís.
EliminarEs más fácil decirlo que hacerlo. De ciertas aventuras no se vuelve
ResponderEliminarPor supuesto. O se vuelve tan maltrecho que...
EliminarFáckel:
ResponderEliminarSi no se está bien en el lugar de origen, es bueno salir y ver otras cosas. Todo el mundo debería salir de vez en cuando.
Me resulta curiosísimo que en mi instituto, haya muchísimos alumnos que no tengan ningún interés en salir de su pueblo...
Salu2.
En otras épocas, muy lejanas, muchos querían salir del pueblo aunque fuera simplemente a través de la mili, al menos vieron otros lugares, lo malo es que luego les obligaron a reengancharse (la guerra), mi padre pasó esa experiencia doble.
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