De aldea en aldea, el hombre de las greñas iba contando cuentos. Llegó a una de ellas, en la linde de aquel desierto que no tenía intención de retroceder y atemorizaba a muchas tribus.
Reunió primero a los niños y a los ancianos. Aquellos, excitados. Los ancianos, escépticos. Todos expectantes.
Los adolescentes de ambos sexos se mantenían primero a distancia para reafirmar que no pertenecían ni a una edad ni a otra, pero luego se sumaban al grupo con prepotencia juvenil y no escasa curiosidad.
Era la hora del ocaso. Las mujeres se compinchaban para no ir a la zaga y asegurarse su propio espacio de suelo. Los hombres regresaban de la caza. Los perros se movían inquietos, ilusionados por ver reunida a toda la aldea en torno a la fogata.
Soy el cuentista de la piel de leopardo, comenzó el hombre recién llegado. No he venido a narrar nada que yo me invente, sino a escucharos a vosotros que sois los verdaderos hacedores de las historias de la vida.
El público quedó desconcertado. Se suponía que era el cuentista de la piel de leopardo quien les tenía que traer el espectáculo. Porque ellos, todos los habitantes del pueblo, ya se habían contado unos a otros infinidad de experiencias. Se conocían lo suficiente como para no verse como objeto de narración alguna.
Entonces, ¿no nos vas a contar nada nuevo?, le interpelaron con malhumor varios vecinos. ¿No nos vas a hablar de otros territorios y de las costumbres que allí tienen sus moradores? ¿Nada nos vas a decir sobre los riesgos y vicisitudes que padecen cuando tienen que salir de caza o sufrir las consecuencias de las tormentas? ¿Ni siquiera podemos saber cómo son los sueños de quienes habitan a distancias alejadas? El cuentista sonrió. ¿Qué creíais? ¿Que mis historias son consecuencia de mis propios sueños? ¿Que lo que he visto en otros lugares es muy diferente a lo que veis vosotros todos los días? ¿Qué otros sueñan lo que vosotros no soñáis?
Hagamos un pacto, les dijo. Aquel de vosotros, no importa la edad ni si es mujer u hombre, que tenga algo que relatar con interés o que nunca se lo haya dicho a nadie, que lo exponga aquí. Yo tomaré nota y le daré forma de cuento.
Aquella propuesta levantó suspicacias. Se suponía que no había secretos entre los pobladores y que todos sabían todo de todos con naturalidad. Además, ¿quién podría abrir la boca sin quedar en entredicho? ¿Quién iba a revelar los pensamientos y deseos díscolos, si es que los tenían, sin ser objeto de la burla general?
Pasó un tiempo breve que a todos les pareció larguísimo y nadie habló. Bien, dijo el hombre de la piel de leopardo. Vuestro silencio me ha sugerido un cuento nuevo. El pueblo que no quiso hablar, lo titularé. O bien: los pobladores del silencio. O acaso: los nativos que desconocían los secretos. Y lo iré relatando por ahí. ¿Os gustaría que en otras partes os conocieran como los mudos?
Es que aquí los secretos no existen, exclamó de pronto el que parecía tener autoridad en la aldea. El cuentista lo interrogó enérgicamente con la mirada. Puede no llover, dijo. Puede no haber caza. Puede no vivirse una vida larga. Pero los secretos anidan en el corazón y mientras se alimentan, aunque no seáis conscientes de ello, cada individuo está a salvo de que los peligros de la vida destruyan el alma única que tenéis cada cual.
Entonces, uno de los hombres de mediana edad musitó algo que no alcanzaron los demás a escuchar, pues fue cortado de inmediato por el viajero. Hacéis bien en callar. Los secretos no se pueden traicionar. Contarlos sería traicionarse a uno mismo. El secreto pone a prueba la fidelidad que cada cual debe preservar y la integridad con la que debe corresponder. Es, a su vez, un escudo protector. Os voy a narrar ahora una historia sobre el hombre que vendió sus secretos, pero que ya no pudo vivir en paz.
Ni un movimiento, ni un murmullo. En ese instante solo se escuchó el crepitar de las llamas. Ningún perro ladró.
* Máscara de una sociedad secreta del Reino de Oku. Museo de Arte Africano. Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso. Universidad de Valladolid. Palacio de Santa Cruz.
Para guardar secretos siempre los Dominicos: "piensa claro, habla oscuro".
ResponderEliminar¿Solo la orden que citas? ¡El Vaticano entero, diría yo!
EliminarTe paso un enlace:
http://lapesteloca.blogspot.com/2022/10/la-chica-del-vaticano.html
Me pregunto cuantos dichos habrá que equivalgan a nuestro: "En boca cerrada, no entran moscas" En catalán solemos decir que "La millor paraula és la que està per dir". Mis padres, gallegos, solían decir "Se a palabra é prata, o silencio é ouro".
ResponderEliminarShhhhhh! Chitón!
Boca cerrada, más fuerte es que muralla, decía un refrán antiguo.
EliminarCiertamente, todos los refranes están basados en la experiencia y muchos han triunfado. No sé ahora, la cultura del refrán se ha ido perdiendo.
Algunos "listos"dicen que son culturas atrasadas, no saben lo que dicen. Saludos
ResponderEliminarTengo la sensación de que lo atrasado es lo que se mueve en redes sociales, con esa reducción de lenguaje, la sustitución por iconos tontos (nuevos lenguajes también) y la carencia de vocabulario. ¿Cómo se narrarán las historias en el futuro?
EliminarLos secretos tienen que seguir siéndolo, par no perder su condición y así traicionar a su propietario.
ResponderEliminarEl que esté libre de un secreto que tire la primera piedra, se podría decir. ¿Cuántos secretos acumularemos, unos heredados y otros de nuestras propias hornadas?
EliminarEste era el cuentista que tenía un solo cuento, que lo contaba en todos los poblados , a un lado y a otro del desierto que no retrocede
ResponderEliminarBueno, tampoco creo que cobrrara mucho por el espectaculo
Abrazo
O no tenía ganas de contar, pero si quería comer gratis ese día algo tendría que decir, ¿no?
EliminarUn hermoso cuento con que me he deleitado pero que no tiene nada de africano. Proyecta una cosmovisión occidental sobre la transmisión oral de fábulas y cuentos en una presunta aldea africana. Sencillamente, los recursos narrativos que has utilizado no funcionarían allí por boca de un griot que transmite sagradamente las historias de los antepasados. Y es que la transmisión oral no es un efecto dramático sin más sino que implica algo que no está presente en este, por otra parte, hermosísimo relato porque no importa la novedad sino el respeto a la tradición, no se trata de revolucionar el arte narrativo sino de imbricarse en la evolución del grupo social que es la tribu cuyo conocimiento pasa de generación en generación. Un cordial saludo.
ResponderEliminarPor supuesto, se ve que Fackel no es africano. Pero es que las máscaras son tan sugerentes...Con las que tengo colgadas en las paredes hablo casi todos los días. Unas me miran con desdén y no quieren saber nada, otras me cuentan de ciertos ritos sobre derrotas, otras se hacen valer, alguna se rebaja ¿o se eleva? a mera condición sarcástica...Sacadas de su contexto físico las máscaras son otra cosa, pero pueden tener utilidad no solo decorativa. Me gusta escucharlas.
EliminarCuanto me gustan las narraciones, y tú lo haces de maravilla. Es genial que protejas bien ese don.
ResponderEliminarMi padre, trabajador nocturno, nada más despertarse narraba un “kento” inventado a la monita que tras esperar a que despertara se le subía a su cama demandándoselo Cuando creció algo más le contó verdades como puños como el enorme tamaño de las ratas de alcantarilla que corrían por las calles a su aire a las 5 de la mañana y que debido a la pobreza de aquel tiempo las putas nocturnas se vendían por un café. Lo sabia bien porque a falta de medios volvió durante décadas caminando Kilómetros diariamente de vuelta aunque nevara, granizara o cayeran chuzos de punta. Al alba ya , se acostaba tras darle supbesito diario a su monita hasta que se esta se casó. Había que educar elitistamente a su única nena. Pobres gentes los de la generación anterior. Así aprendi a valorar los sacrificios ajenos para mi afortunado beneficio y procuré honrarlo aprovechando las vacas gordas de mi circunstancia pudiendo devolver con creces aquella enorme deuda vital que me convirtió en un ser agradecido.
Excusa mi lenguaje tanto grueso como egocéntrico, es que no se me escatimó realismo aún siendo pequeña. Será cosa genética? Menudo “kento” ha resultado la vida! Sigo asombrándome!!
Valorar los sacrificios ajenos y los de las generaciones que nos precedieron es imprescindible y de agradecidos. No entremos ahora en los sacrificios, penurias, carencias, etc. que tuvieron para sobrevivir. A veces pienso si con la mentalidad actual podríamos los occidentales -no te cuento los españolitos- arrostrar una caída del nivel de vida que nos rodea y que no está asegurado, ni por el forro. Me gusta ese lenguaje tuyo, y si es más crudo pues mejor. Ya hay demasiado lenguaje decadente y líquido en el entorno, y en la tv ni te cuento. Ayer coincidí a la hora de la comida con un televisor encendido en la Sexta noticias. Parecía El Caso y el Hola pero sin el caché de estas. ¿Crees que dieron prioridad y tiempo a las noticias importantes del mundo? ¡Ni una! Todo era Halloween estúpido, playas con puentistas y asesinatos por doquier. Así se adquiere conocimiento, sí señor, y luego que la gente vota lo que vota.
Eliminar"no cuentes a tu mejor amigo lo que tú enemigo no debe saber" dice otro proverbio, pero siguiendo estos consejos, construimos un mundo de desconfianza y recelo. Una historia que hace pensar.
ResponderEliminarEs inevitable. Me di cuenta pronto, con trece años más o menos, que confiar un secreto a otra persona podía fallar. Me di cuenta después, cuando la otra persona no guardó cierta confidencia y causó un percance que todos me señalaron salvo mi padre que sorprendentemente me comprendió. A pesar de ello he seguido confiando secretos y bueno, siempre hay un margen que son de mucha profundidad y que no compartes con nadie. Sería un tema a desarrollar coloquialmente, porque tiene su intríngulis y su interés.
EliminarHay gente a la que le gusta conocer los secretos de sus vecinos, también hay quien sueña con descubrir secretos de otras épocas, enigmas por resolver. El secreto nos acompaña desde la antigüedad y aunque no me gusta mucho el secretismo en general, descifrar ciertas incógnitas de tiempos pasados me parece atractivo.
ResponderEliminarUn abrazo
Por supuesto que hay gente así, que cuanto más sepa de otros parece que eso le compensa. Nada que ver con el descubrimiento del pasado que, a estas alturas, nos beneficia, nos da información de otras formas de vida. Si sigues el asunto de las excavaciones en Pompeya que, debido a ser un caso de una riqueza arqueológica de gran magnitud proporciona una información inagotable, verás cómo no era una sociedad diferente a las nuestras en esto de comportarse. Indaga por internet lo de la Villa de los Misterios, por ejemplo, donde el mundo secreto va más allá de la gente ordinaria.
Eliminarhttps://angelsferrerb.wordpress.com/2021/01/27/la-villa-de-los-misterios-de-pompeya-escenifica-un-ritual-dionisiaco-y-erotico-destinado-a-las-mujeres/
He leído con mucho interés esa información sobre la Villa de los Misterios, enigmática sin duda y admirables las pinturas que dan pie a más de una interpretación.
EliminarTenía conocimiento del culto dionisíaco pero no sabía nada del orfismo, indagaré, me ha llamado mucho la atención, gracias!!
Se trata de ir conociendo temas y cómo los trataban en la Antigüedad.
EliminarHá segredos e segredos.. Segredos que nos queimam a alma, segredos que não são segredos... Mas decifrar os segredos do passado nada tem a ver com o dizer mal dos vizinhos.
ResponderEliminarComo sempre, um texto interessante.
Beijos e abraços
Marta
En efecto, pero el espectro de los secretos es muy amplio. Los hay personales, los hay políticos, religiosos, comerciales, en fin, tantos cuantas actividades o prácticas humanas nos involucran. Saúde.
EliminarSin los secretos no hay literatura, desde luego. Contar un secreto que concierne a otro es vulnerar la intimidad y dañar a quien ha confiado en el silencio del amigo. En cambio, imaginar un secreto, o recrearlo cuando ya se ha vuelto inofensivo y hacerlo a través del relato, de la novela, convierte aquel secreto olvidado en materia para soñar e imaginar otras vidas. También hay secretos que nos acompañan hasta la muerte y que son parte de nuestra identidad, deshacernos del secreto sería como perder una parte de nuestra historia.
ResponderEliminarComparto cuanto dices. Cuántas veces hemos escuchado aquello de: se llevó el secreto a la tumba. Lo curioso e interesante es el juego complicado de mantener en vida nuestros propios secretos cuyo alcance no conoce nadie, ni los más íntimos. Siempre he desconfiado de aquel otro dicho peliculero, basado se supone en la vida real, de un matrimonio: no tenemos secretos el uno para el otro. Venga ya.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarrecuerdo haber comenzado a ver una película norteamericana cuyo tema era una sociedad en la que todo el mundo decía siempre la verdad. No sé por qué tuve que dejarla a medias pero si doy con ella, en alguna ocasión la veré. Creo que es muy difícil ser sincero, además de imposible. Y, efectivamente, contarlo todo nos hace vulnerables. ¡Qué sería de la vida sin secretos! Un infierno mayor, sin duda.
Salu2.
Ya me dirás, si recuerdas, que filme era ese. Me interesa.
EliminarAquí te mando el traíler. No me acuerdo por qué pero tuve que dejar de verla, y me estaba resultado interesante...
Eliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=uAKxTieGehk
Muchas gracias, D.
EliminarOscar Wilde deia que "la bellesa i la saviesa estimen els adoradors secrets". Molt bona entrada.
ResponderEliminarNo decía ninguna bobada. Tal vez hay que saberse acercar a la belleza y de ello depende la sabiduría.
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