Diríase que esos cinco señores que están tomando un refresco no se lo están pasando bien. A tenor de sus rostros y el mutismo que muestran ante la presencia del fotógrafo no se puede decir que sean grandes amigos. Pero es engañoso, pues les vincula una intensa complicidad. Sin embargo, es como si de pronto el hombre de la cámara les hubiera pillado en un renuncio. Ninguno de ellos esboza un gesto amable, ni una sonrisa condescendiente, ni un rictus relajado. Más bien parece que todos tratan de escabullirse. Pero acaso no están fuera de juego, aunque transmitan esa impresión. Facciones agrias y ausentes, pues. ¿Asunto de negocios? ¿Problemas de familia? ¿Agotamiento por la jornada? ¿Duelo por algún fallecimiento? La gravedad de esos rostros, tras la que se intuye una contención severa, hace presagiar que aquello que se traen entre manos no es amable, ni feliz, ni desinteresado, ni tienen la seguridad de que vaya a salir bien. En ese silencio colectivo hay una gravedad especial, seguramente única. De ellos dicen los cronistas que tres eran capitanes, uno comandante y el otro nada menos que general. Así, sin uniforme, no lo parecen, pero hay algo especial en todos ellos que indica que están acostumbrados a dar órdenes y a acatarlas. Pero por sí mismo ese rol profesional no indica mucho más, pues militares había en buen número en la época de la fotografía. Lo que les otorga una característica especial es que todos ellos son conspiradores. Y uno de los cinco, en concreto, el mayor conspirador y no solo del grupo. ¿Tal es la razón de que todos se muestren con el ceño fruncido, la mirada incierta, la postura desinhibida, el aire taciturno? Obscura mística la de estos hombres. La imagen tiene ochenta y cinco años. Primeros días de julio. La terraza de un café en la plaza principal de una capital de provincias del norte del país. En vísperas de las nombradas fiestas con encierros de aquella recoleta ciudad. En vísperas de algo más.
Tu relato de serie negra, de la oscura y negra etapa gerracivilista de esta España tan particular (de unos) y tan enajenada (a otros), es sugerente y lúcido, pero al leerlo me ha entrado un escalofrío por la espalda y se me ha encogido en corazón...
ResponderEliminarComo te digo, tu crónica retrospectiva al hilo de la foto nos muestra un momento previo a la gran tragedia: Plaza del Castillo, Pamplona, principios de julio de 1936... Y, a pesar del general presente y ¡presente!, la foto "no Mola"... y no mola porque ese señor fue uno de los cabecillas del golpe de estado de 1936 y corresponsable de toda la sangre que se derramo en esa sangrienta y evitable contienda...
Se le ve en la foto ese mirar de medio lado y desconfiado como de salvaguardar su espalda, seguramente que porque él conocía todos los métodos posibles para atacarla...
Malas vísperas aquellas... estaban en su medio natural, en el de las cabezas que embisten... pero la cornada que dieron a la libertad, la dejó herida de muerte...
De vez en cuando conviene hacer memoria...
Abrazo
No es para menos el escalofrío. Si nos entra a los que no lo vivimos in situ imagina lo que tuvo que suponer para los españoles de aquel momento y más especialmente para los que no tuvieron opciones de defenderse.
EliminarYa que desvelas de entrada el misterio -bien informado te veo- te diré que esa fotografía me impactó siempre mucho desde que la descubrí. Lo que había detrás. El delito en que estaban incurriendo. El crimen que se iba poco a poco proyectando. La vida es una paradoja. Los dos Mola -ahí está también un hermano- murieron uno al poco de la rebelión anticonstitucional y el "director" casi un año después. El oportunista que duró cuarenta años se encontró la vía libre.
Pero la conspiración involucró a muchos más. Y las intentonas ya venían de muy atrás. Estaban en su medio natural y contaban con un sector de voluntarios muy importante. A punto estuvo de no salirles la jugada, pero les salió. No lo previsto, puesto que su intención no era generar una guerra sino dar un golpe de Estado, aunque los voluntarios se habían preparado para todo.
De vez en cuando, a través de fotografías de esa guisa, conviene hacer memoria. Aunque ahora no guste a los incautos.
Ya sabes las especulaciones, no sé si más o menos ciertas, que circularon sobre el accidente aéreo de marras en relación con el "oportunista"...
EliminarMi padre estuvo en esa maldita guerra y no le gustaba nada hablar de ella...
Sí. Al oportunista le vino de maravilla que desaparecieran todos los que pudieron hacerle sombra.
EliminarSin saber quienes son, a primera vista se me ocurrió "conspiradores" pescados in fraganti en un lugar público -para intentar camuflarse en medio de una multitud en el que el descontento puede sentirse flotar en el aire- allí, captados por las cámaras, evalúan los posibles riesgos que enfrentarán cuando decidan lanzarse al ruedo sin posibilidad de retorno y las nefastas consecuencias que seguramente traerá su accionar para sus enemigos, para su propia tropa y para otros muchos inocentes. Se me ocurre que creen que están a punto de escribir una página épica de la historia de su país y que como tales, sus nombres pasarán al estrado de los grandes héroes de ahora en más.
ResponderEliminarMe has hecho divagar, jeje
un abrazo
Pues acertaste, y bien, ¿seguro que no estabas enterada? El general era el responsable máximo de tejer la conspiración, es decir, organizar, que implicó el atentado contra la Constitución legal y legítima del Estado. Resultado de que no les saliera según lo previsto fue que, debido a la resistencia del gobierno legítimo en muchos territorios, desataron una guerra civil de tres años. Tal vez contaran de manera ambigua con ello.
EliminarUna cosa es la apariencia y otra la realidad. Beltrán Russell lo explicó en un libro.
ResponderEliminarNo hay acto sin consecuencia (aquí Aristoteles), y de aquello hay que sacar conclusiones. Todos, por lo que parece, sabían lo que hacían.
Lo que es extraño es que todavía haya quien crea que aquello valió aquel refresco en la terraza de un café.
Salut
Salut
Sabían perfectamente lo que hacían, y había personajes en la sombra -periodistas, paramilitares, etc.- que estaban en el ajo. Creo que estaban cargados de rencor y odio y no tenían voluntad de dar marcha atrás. Algunos no han querido ver jamás la crueldad de todo aquello.
EliminarPerdona mi poca memoria visual. O es que no puedo recordarlo porque no habia nacido o pporque me falta algo más.
ResponderEliminarNo reconozco ninguno pero intuyo sobre qué y cómo cosnpiraban y si bebían limonada, agrio me lo fiáis.
Salud, Fackel.
Anna Babra
Yo tampoco había nacido, pero estoy informado tanto por familia que vivió aquello, incluso de muy cerca, como por los textos que merecen crédito de historiadores que han desarrollado el tema.
EliminarAdoro las fotos en blanco y negro-- Mucho no puedo decirte Son feos y viejos- me gustan canoso y bellos
ResponderEliminarA mí me gustan mucho las fotos en blanco y negro, incluso en sepia. Lo peor de las fotos: que pueden salir en ellas tipos muy negros.
EliminarUna reunión de ese tipo tiene las características contadas, o es una reunión de viejos amigos, o es conspiración contra algo o alguien y eso sirve para antes y para ahora, solo que hoy sería la foto en color y lo negarían incluso pillados infraganti.
ResponderEliminarSaludos
Me has pillado a mano. Reunión de viejos amigos -aunque algunos lo fueran y hay incluso hermanos- no da la impresión, poca alegría tienen en sus rostros, aunque la debían levar en sus vísceras. Más bien, como sabes, era lo segundo y tal como dices: en color lo negarían, como algunos niegan ante el juez y el fiscal hoy en día sus presuntos delitos de corrupción.
EliminarSerem surpreendidos desta forma não estava certamente nos planos deles. Estão ansiosos, por isso é que não sorriem; carregam nos ombros a responsabilidade de vida de muitos outros.
ResponderEliminarInteressante.
Beijos e abraços
Marta
Esa ciudad era bastante pequeña en 1936. Se conocían todos los que vivían en ella. Me da la impresión de que estos caballeros se sentían con cierta impunidad, por los puestos que tenían, estaban crecidos interiormente por los planes de envergadura que se traían entre manos por toda España. El asunto es más complejo y aún mucha gente no sabe cuanto hubo detrás y que ya estaba en intención incluso años antes.
EliminarMalditos salvapatrias
ResponderEliminarEsos sí que rompieron España y a los españoles.
EliminarDigamos su cortijo.
EliminarSí, siempre consideraron al país su finca, su cortijo, su propiedad.
EliminarPillados en un mal momento, no se escondían pero tampoco les hacía gracia ser reconocidos. Aunque ya apuntaban maneras de que "nosotros" vamos a mandar.
ResponderEliminarSaludos.
¿Sabes cuál era la expresión que cierta gente de la urbe, de derechas, naturalmente, tenía en boca en aquellos tiempos? Nada menos que: "a estos rojos hay que darles un escarmiento". Por supuesto, eso implicaba saltarse la legalidad vigente y tomar el camino de la violencia fanática contra los que no pensaban como los "bienpensantes".
EliminarConsideraban que la legalidad eran sus leyes, las de siempre, lo otro era cosa del populacho.
EliminarY para ese objetivo servía el crimen, el robo y la desposesión.
EliminarUna foto así, sin palabras pero con ruido de sables, es un monumento. Es ubicar a personajes, en un previo, robado a ellos y al tiempo. Más que un libro de historia dice, y produce escalofríos. Muy cruda, aunque el blanco y negro fuera lo que había, y el previo de la gran tragedia.
ResponderEliminarGracias por publicar una foto de lo que nos marcó después de nacer.
Lo expresas muy bien. Una foto que he considerado siempre terrible, siniestra. Lo dice todo (lo que se fraguaba) Un abrazo.
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