Siempre que llega oficialmente el verano me acuerdo de aquellos veranos. Cuando el nerviosismo del niño o del joven caracterizaba una estación que se iniciaba con expectación, alegría y relajación de los quehaceres del resto del año. Luego había de todo, por supuesto, pero solo por la disponibilidad de tiempo libre merecía la pena. Si la infancia ya ha marcado y fraguado siempre de por sí a un hombre los veranos de entonces producían una impronta mayor y más intensa. Por la acumulación de experiencias, por el cambio de paisajes, por la recuperación o inauguración de amigos. Si la libertad existiera llevaría para mí el nombre de infancia estival. Suena a paradójico, porque es precisamente en la niñez cuando estabas más controlado y protegido. Pero aquella infancia y temprana juventud implicaba unos márgenes más abiertos por donde uno podía pasarse horas del día ajeno a la familia, es decir, al control. Cierto que no era fácil porque toda la sociedad estaba en aquel tiempo tan atada y controlada, y cualquiera podía pretender sujetarte. Y sin embargo aprendimos a practicar un doble juego, a transgredir, a romper normas clandestinamente, a hacer la real gana. Unos tirados a su indolencia, otros, como en mi caso, tendentes a probar aventuras, tantas veces arriesgadas. Mi verdadera obsesión era, lo sigue siendo, no aburrirme jamás. Mayormente lo lograba. Así que presto a movilizar mis neuronas y mi esqueleto, por lo tanto, las vacaciones de verano eran sobre todo un no parar. Un transcurrir sin planes, atento a que cualquier amigo te reclamase a cualquier hora. Trilla, río, fiestas, juegos, escarceos con el otro género, devoración de tebeos, narraciones orales al pie de la escalera vecinal, observación de pautas de los mayores, esa referencia latente y enigmática...Todo era una sucesión de actividades a cual más apasionantes.
Hoy el solsticio está aquí, seguiremos aproximándonos al sol para ir poco a poco otra vez alejándonos. Nada se para en el Universo. ¿Y mientras? Sucesión de veranos, relevo imparable de estaciones, caducidad de los propios años que vamos cumpliendo. Todo tiene hoy otra perspectiva, o bien su dosis de resignación, pero creo que aquellas tensiones y pulsiones que nos agitaban y nos daban vida no se han vuelto a repetir. Si acaso en algunos períodos juveniles más avanzados en que sin madurar del todo pretendíamos comernos el mundo. Como mucho construimos uno de ficción. Y valió. Llega hoy un verano más que también será un verano menos. Dualidad de la existencia. Mirémoslo con cierta añoranza y a la vez con humilde compasión. Por lo que nos va tocando.
Ahir era el Yellow day, el dia més feliç de l'any, i era el meu aniversari! L'estiu que comença sempre me'n fa, de feliç. Això de no avorrir-te també és la meva obsessió. Encara que no treballés a la biblioteca no m'avorriria mai.
ResponderEliminar¡Felicitaciones un días después! ¿Se llama ese day el Día Amarillo, como el río Huang He? Pues la vida es un curso, con sus caudales, sus tramos mansos y sus saltos abruptos, así que avanti. Sin aburrimientos.
EliminarÉ mais um Verão e podemos tentar quebrar rotinas, criar novas memórias.
ResponderEliminarO Mundo continua a girar, não espera por nós...às vezes, nem queremos que ele espere por nós, mas não podemos parar completamente....
Interessante.
Beijos e abraços
Marta
Mejor que el mundo no nos espere, eso debe condicionar mucho y lo más dichoso es mantener márgenes y tiempos que rompan lo rutinario. Cada uno de nosotros tenemos nuestro mundo particular al que debemos satisfacer. Buen principio de verano.
EliminarUn verano más y un verano menos, para todos; sin embargo, mas para unos que para otros, para unos, aquellos que los años ya nos pesan y recordamos el pasado más que lo que podemos pensar del futuro; los otros, los niños, los adolescentes, incluso los millennial, piensan más en el presente y en esa teoría del Carpe Diem, también a ellos le llegará ese verano que les pesará, es ley de vida.
ResponderEliminarSaludos
En efecto, los ciclos humanos continúan, va por generaciones. Por supuesto, que los jóvenes de ahora registren su día a día de iniciaciones y expectativas. Luego ya se verá, o lo verán ellos, vamos, porque otros ya no estaremos para constatar historia alguna. Ni falta que hace que estemos.
EliminarLos tiempos de la infancia: el paraíso perdido que solo recuperamos a través de los recuerdos. Parece que nos hemos puesto de acuerdo al hablar de esa etapa de nuestras vidas. Tú, en la foto del facebook, tenías cara de bueno, algo travieso, pero bueno.
ResponderEliminarUn saludo, Fackel.
Pues sí, si hubo algún edén debió ser -con sus más y sus menos, todo es muy discutible, según le haya ido en la feria a cada cual- la infancia. Y dentro de esta el tiempo de holganza y bienestar físico. El verano. Yo de muy pequeño era muy sumiso en cuanto a formas y presencias. Después...que me dejaran solo. Ahí salía otro.
EliminarPara mi será un verano menos. Y agradecido de haberlo visto.
ResponderEliminarPoco más.
salut
No inclines nunca la balanza hacia un lado, para que el fiel no se desequilibre, hermano.
EliminarMe iba a releer poco a poco Leer poco a poco.
ResponderEliminarY me encuentro con esta provocació efímera y continua del solsticio.
Ah, cuántos recuerdos me has traído: la plaza, la fuente, el bebedero de los perros, las bicis que escaseaban, el solar donde nos metíamos a cazar lagartijas o en el rellano del cancel, en casa, protegidos del sol a jugar a médicos o a contar aventis.
Libertat en estado puro a pesar de los tiempos.
Y aunque chicas o niñas también aprendimos a transgredir.
Recuerdo que me aposté a que nadie se atrevia a comer hormigas vivas. Yo me las comí, ante el estupor de mis amigas que me preguntaron: ¿A qué saben? A ácido fórmico, claro, a qué queréis que sepan.
Una delicia de lectura.
Buen solsticio, Fackel.
Anna Babra
¡Ácido fórmico! Jaaaaa
EliminarMe disponía a releer tu úlima entrada y me encuentro esta provocación efímera y continua del solsticio.
ResponderEliminarCuánto recuerdos me has traído: la fuente, el bebedero para los perros, las bicis que escaseaban, las tardes tórridas, la protección del cancel de casa, donde nos protegíamos del sol y jugabamos a médicos o a contar aventis.
Y aunque chicas o niñas , como quieras, aprendimos también a trangredir.
Un día me aposté que me atrevía a comer hormigas vivas. Mis amigas me miraban incrédulas. Por supuesto que me las comí, cuatro o cinco o seis. Atónitas me preguntaban: ¿A qué saben?
A ácido fórmico. A qué queréis que sepan.
Gracias , Fackel. ¿Qué regalo el tuyo!
Buen solsticio, Fackel.
Anna Babra
Anda, si el texto es casi igual, no importa. Tampoco he querido incidir y abundar en recuerdos, por supuesto, no venía al caso. El texto fue una confluencia de la fotografía y del día. Por cierto si hoy es verano esto es Finlandia, porque hace un día de perros para la fecha.
EliminarLa fotografía, ¿de dónde te parece que puede ser?
Todos los recuerdos de cada uno de nosotros son regalos, hasta los que no nos traen imágenes menos gustosas. Recordar con control mental ya es un regalo.
El bar o el casal del pueblo a media tarde. Charlando y quizá echando una partida. (¿Portugal?. ¿Años ha?)
EliminarNo me dejes en la incognita.
Anna
Pensaba que lo abía perdido y lo reescribí.
EliminarNo pasa nada.
EliminarCreo que es de algún lugar de España en los años 60. Los letreros de cocacola, fanta y frigo homogeneizaban el país de taifas. Para mí que tienen los hombres un estilo del Norte, pero no sabría matizar, hombres de esa guisa los he visto por muchas regiones en otros tiempos.
Encuentro una pista que me dice que puede ser de una población llamada Mequinenza, Zaragoza, y sería una fotografía hecha o bien recogida por el escritor Jesús Moncada, pero no lo sé de seguro total.
EliminarVeranos de infancia, en mi caso con un ajetreo de cambio de residencia por todo el período estival, cargados hasta los topes en el coche familiar, más el recadero con colchones y otros utensilios prestos para seguir usándolos en el nuevo destino. Una vez allí, eso que dices de vagar todo el día, ahora hacia el río, ahora al pueblo, al campo de fútbol, a dónde hubiera aventura sin fin.
ResponderEliminarSaludos.
Sí, más o menos así era. Lo mío era veranear pero no en el sentido más consumista que trajo el desarrollismo. Era volver a la tierra de la madre, convivir tres meses con una familia a la que no veías el resto del año, y eso implicaba una adaptación rápida -en un solo día era uno de allí- y un comportamiento rupturista con el del resto del año se abría para múltiples posibilidades del personaje que se iba haciendo.
EliminarTengo que viajar más atrás y situarme, antes de la adolescencia, para encontrar sensaciones como las que describes. Esos veranos libres y traviesos a mi se me acabaron a los 12 años. Cuando se acababa la escuela y básicamente en Julio y Agosto, trabajaba. Mi padre se ocupaba de encontrarme un trabajo para esos meses. El primer año fue bastante duro pues trabajé en un taller de construcciones mecánicas. Recuerdo como si fuera ayer mismo, las bromitas de los oficiales a aquel pobre aprendiz y recuerdo haber tirado de una carretilla con cientos de kilos de perfiles de hierro, prácticamente rezando para que no se me tumbara la carretilla o también llegar a casa con los ojos inflamados por la luz de los soldadores.
ResponderEliminarLuego, los años siguientes ya fueron trabajos de oficina.
Eso si, era muy agradable tener un dinerito en el bolsillo y guardar "para tus cosas" como decía mi madre.
Mis padres nunca me pidieron un solo duro de los que ganaba en los veranos.
Aquellos, eran otros tiempos.
Ciertamente tu testimonio era el de miles de niños y jóvenes en nuestro tiempo. Fui más afortunado entonces que tú hasta los 16 y tampoco tuve que ponerme a la faena laboral tan pronto. Pero en efecto, no había un comportamiento único entonces -no sé si ahora lo hay- y salvo que las familias tuvieran pueblo y mandaran a los chicos las vacaciones no se estilaban en el sentido que después adquirieron. Si mi madre no hubiera tenido verdaderas ganas de ver año tras año a su familia del Norte probablemente yo tampoco habría tenido vacaciones. Y mi padre, como mucho en aquellos tiempos, de pluriempleo.
Eliminar(No fue poco que tus padres jamás te reclamaran pela) Sí, otros tiempos. Lejanos, casi borrados.
Yo recuerdo gratamente mis veranos de pueblo, soy de terruño y me gusta. Recuerdo a la gente laborando, las eras llenas de gente (camaradería labriega y conversaciones afables llenas de anécdotas) y las tertulias en el bar y al fresco... Nada de eso queda ya... sólo la nostalgia abrazada a los recuerdos que habitan en la memoria...
ResponderEliminarEl verano es mi estación favorita... será porque nací en él... o por lo que sea... Me gustaban más aquellos veranos que estos... pero es lo que hay y en ello tenemos que habitar como mejor podamos y sepamos...
Abrazo
Entiendo a la gente que aún se siente reclamada por el pueblo del que procedía. Hoy día no tengo estación favorita, cualquiera de ellas lo es si las cosas van bien y uno se defiende y se adapta. Y el verano es hoy más ruidoso y garrulo en materia sociológica que nunca, a veces hasta incómodo. Hallar solaz y reposo no es fácil. Sí, al final, se trata de adaptarnos y buscar los rincones.
EliminarMe alientan y hacen reverdecer tus pensamientos. "Si la libertad existiera llevaría para mí el nombre de infancia estival." Tu evocacion me dispara cierta nostalgia que desde aquí, com otro invierno a cuestas, se agradece. Un abrazo
ResponderEliminarSí, las evocaciones conducen a nostalgias, es inevitable. Pues feliz invierno, que no creo que ahí sean más duros que por estos lares. Un abrazo.
Eliminarnada ha cambiado todo sigue igual
ResponderEliminaraqui en Miami siempre es verano
saludos cordiales capitán
Pues no sabéis lo que os perdéis por no poder contrastar con el clima de otras estaciones, jaj.
EliminarTiempos de infancia que nos dejaron recuerdos de aventaras. Claro, es uno menos que nos quedará por vivir
ResponderEliminarA aprovechar el verano. Un abrazo
Veranos por una eternidad tampoco nos satisfarían, así que demos por buenos los vividos y no inquietarnos por lo que reste. A aprovechar siempre.
EliminarEl verano y el tiempo libre de las vacaciones, dan pie a cosas tan humanas, como el aburrimiento, el juego, la fiesta y el amor. Lo lógico es que ocupen una buena parte de nuestros mejores recuerdos.
ResponderEliminarTexto muy evocador, como siempre un placer leerte.
Un saludo.
Claro que el aburrimiento es parte de la actividad (sí) humana. Incluso ahora recuerdo con añoranza los ratos de aburrimiento que pudieran producirse y que entonces no me gustaban demasiado, simplemente por eso, porque me aburría. Cosas del instinto nervioso de uno. Gracias, Ángel.
EliminarMe encantan tus recuerdos estivales de infancia. Ojalá podamos volver a esa infancia soñada. Nos quedan, contando el día de hoy, 91 días de verano. A ver si conseguimos aprovecharlos.
ResponderEliminarUn abrazo.
En los sueños solemos volver a la infancia y juventud y descubrir las partes olvidadas pero que gravan sobre nosotros como si hubieran sido acontecimientos de ayer mismo. Algunos recuerdos de esa senda onírica suelen ser terribles por el poder que manifiesta el subconsciente.
EliminarToda las estaciones debemos aprovechar. Esperemos que no desperdiciemos los meses de cuidados antivirus porque el bicho y sus autorecreaciones sigue ahí. Ánimo y a por el estío.
Y ahora, adineko lagun castellano, ya no vienes al Norte, a visitar a tu familia, a rememorar tu infancia?...
(pensaba que ya te había comentado.pero no encuentro...)
Para rememorar pongo en marcha la máquina del tiempo mental.
EliminarAllí todo el paisaje ha cambiado. Aunque el nuevo no me disgusta, pero es otro.
Hace tiempo me encontré con un lugar significativo de mi infancia en esta situación:
https://laantorchadekraus.blogspot.com/search?q=la+fuente+enterrada
En ese caso me indigné; en algún otro caso me ha dado un acceso de melancolía y me he echado a llorar al ver la incuria del tiempo. Cosas que pasan.
"Pero el hombre no se tiene ni por esotérico ni por vindicador de patrias perdidas ni por nostálgico de solemnidad ni mucho menos por cronista de lamentaciones."
ResponderEliminarDe acuerdo, Fackel. Para nada quise ser indiscreta. Disculpa.
Buenanoche.
Ni he interpretado nada en ese sentido, Soco. Lo que digo es sincero y muy preciso.
EliminarYa lo sé, Fackel. Gracias y buen sábado. Un abrazo?
ResponderEliminarNaturalmente. Buen fin de semana y lo que venga.
Eliminar