A lo largo de una noche se atraviesan varias luces, le digo a Naida. ¿Cuántas llevas atravesadas tú? Contigo no hay luz plena ni hay oscuridad total, responde ella difiriendo la pregunta. Es como si lo sombrío se hubiera quedado fuera, junto al callejón, y la claridad estuviera a la espera. Entonces, ¿dónde estamos nosotros?, digo agitado. Sin duda que en la penumbra unas veces, y en el lento albor otras. ¿Crees entonces que no cuenta la mirada sobre nosotros mismos aquí?, inquiero inquieto. Naida, por el contrario, asevera segura. La mirada es ahora equívoca. La calidez del tacto, no. Las palabras no saben expresar la travesía. El silencio, sí. El apresuramiento es repulsivo a las sensaciones. La lentitud las atrapa y unifica. Los aromas ajenos alejan los cuerpos. Los olores animales los acercan. La resolución vehemente fuerza. La actitud sosegada alivia. Naida me lleva a un terreno que desconocía. De pronto me doy cuenta de que no sé estar, que no vale mi iniciativa ni soy propietario de recurso alguno. La mujer me radiografía y me reconduce. ¿No querías estar conmigo para conocerme?, dice. Pues conocer al otro es algo que hay que aprender. Es muy usual utilizar al próximo para saberse y sentirse uno mismo. Pero ¿llega a conocerse uno de esta manera? ¿Se te ha ocurrido pensar que no hay mejor travesía que la que intenta abandonar el yo difuso que llevamos dentro? ¿Has pensado que acceder a una mujer es convertirte siquiera de algún modo en una parte de ella? No digas nada, y Naida me tapa la boca con la mano. Aguarda a que tu mente ignore del todo la oscuridad de tu deseo. Aguarda a que la falsa luz apague su último destello en tu instinto posesivo. Sabrás venir a mí cuando no te des cuenta de quién eres.
(Fotografía de Inés González)
Me ha gustado mucho. Como siempre profundo y muy significativo.
ResponderEliminarSaludos.
Me alegro; Naida, su amigo y Sarajevo sorprenden a su manera. Salud.
EliminarCon Rosa M. Villalta.
ResponderEliminarsalut
Un abrazo, Miquel.
EliminarEntiendo que una vez apagado o saciado el deseo, se puede acceder al conocimiento, libre de las ataduras de la inmediatez y la pasión.
ResponderEliminarDa que pensar.
Salu2.
Nota: espero que hayas pasado un feliz verano. Gracias por tus visitas. Me pondré al día poco a poco. Gracias.
O acaso hay formas de canalizar el deseo por otras vías, y el conocimiento y reconocimiento del otro rendirse como más efectivo. Piensa en lo tántrico, por ejemplo. El amor y el erotismo no han sido siempre igual. Probablemente son fenómenos recientes como lenguaje.
EliminarEl verano ha transcurrido, aún transcurre, y yo en él y eso ya es buena noticia, sin más, sin calificativos. Salud y gracias.
Que tengas un buen comienzo y mes de septiembre
ResponderEliminarPues muchas gracias, Trini, un deseo que revierte para ti. Hay que vivir.
EliminarEs delicioso este texto, lleva y guarda en su vientre el misterio de la ciudad de Sarajevo, un misterio donde el deseo nunca desaparece y tiene el poder de regenerarse a cada instante, con luz o sin luz, con rumor o silencio. Esa foto, la tomé un atardecer de invierno bajando de la Fortaleza Amarilla, el mirador más soberbio para contemplar la ciudad estremeciéndose, nunca impasible. El árbol da cobijo a un enorme nido de corneja, en esa parte de la ciudad crían con tranquilidad a sus polluelos. Me gusta mucho el diálogo y ese compartir con enorme curiosidad de los personajes, una curiosidad que no es otra cosa que la pulsión del deseo...
ResponderEliminarQué bien lo captaste, agradezco esta interpretación que haces. Lo cierto es que tus fotografías son muy sugerentes. Ya quisiera toda la fotografía turística que corre por ahí de modo anodino lo que sabe agarrar tu mirada fotográfica. Los paisajes urbanos son siempre muy alentadores y nos permiten prospectar, imaginar, soñar, desear...
EliminarMe gustó el texto aunque siento que sus personajes desbordados de sensaciones, tal vez, quedan atrapados por las preguntas.
ResponderEliminarAdriana
En una tesitura semejante, ¿qué individuos no quedan atrapados por las preguntas, aunque no lo manifiesten? Obtener respuestas no es fácil o es algo a posteriori de las experiencias, ¿no? (Es que el narrador es muy preguntón) Gracias, Adriana.
EliminarPara conocer al otro siempre es necesaria una buena dosis de empatía: ponerte en la piel del o de la que quieres conocer. En todo caso. siempre hay un enigma detrás de cada persona que se desea.
ResponderEliminarUn saludo, Fackel.
Lo que dices es verdad. Y vale para el simple intercambio con otra persona en cualquier diálogo. Hay que escuchar y de algún modo situarse en lo vivido por la otra persona (nada fácil, por cierto) Y siempre siempre nos quedaremos con enigmas, dudas o incertidumbres sobre si sabemos algo del otro y de nosotros mismos. Salud, Cayetano.
EliminarA veces conocer al otro se torna complicado.
ResponderEliminarUn beso.
Casi siempre, Azzul, casi siempre. Buen atardecer.
EliminarEstá claro, amigo Fackel, que nos encontramos en la penumbra, esperamos la claridad del conocimiento.
ResponderEliminarEl tránsito hacia la luz es intrincado, por el sendero hay espinos y una cuesta empinada que requiere un considerable esfuerzo subirla. Caminar requiere sosiego y silencio, concentración y un desprendimiento del propio yo.
Racionalizar y relativizar, pues la realidad se nos expresa mediatizada.
Saludos
Francesc Cornadó
De acuerdo con todo lo que expones, pero...¿y si nos falta el aliento suficiente, la oxigenación debida y una mala respuesta al aire (social, que el otro ya lo sabemos) contaminado? En fin, se hará lo que se pueda hasta que uno deje de poder.
EliminarTengo en mente, aunque no decidido, visitar Sarajevo. Es una ciudad que me atrae magnéticamente. A ver si lo puedo hacer. No hay vuelos directos y eso lo complica. Estoy plenamente de acuerdo que acceder a una mujer es convertirte en parte de ella. Los griegos llamaban homophrosine a la unión cósmica de dos seres, su afinidad, su armonía, cómo se construyen mutuamente reflejándose en el otro. La pareja adquiere hábitos parecidos, estética parecida y terminan asemejándose físicamente. Este concepto que aparece en la Odiseame inquieta y me atrae simultáneamente. Si no hay suficiente homophrosine en la pareja, esta se va a pique, si hay en exceso -hay amantes que son idénticos en estética, en gustos, en hábitos- es destructivo para la individualidad. En la pareja, procuro acercarme todo lo que sea necesario pero preservando mi individualidad de modo radical. Es un precario equilibrio. Saludos.
ResponderEliminarNo sé si los tiros de la homophrosine en Odisea van por ahí:
Eliminar"Pero tú, oh reina, apiádate de mí, ya que eres la primer persona á quien me acerco después de soportar tantos males y me son desconocidos los hombres que viven en la ciudad y en esta comarca. Muéstrame la población y dame un trapo para atármelo alrededor del cuerpo, si al venir trajiste alguno para envolver la ropa. Y los dioses te concedan cuanto en tu corazón anheles: marido, familia y feliz concordia: pues no hay nada mejor ni más útil que el que gobiernen en casa el marido y la mujer con ánimo concorde, lo cual produce gran pena á sus enemigos y alegría á los que los quieren, y son ellos los que más aprecian sus ventajas". Odisea, cap.VI, 175.
No pienses que me lo sé, es que me ha picado la curiosidad y lo he buscado. De todos modos hoy las reglas no son las mismas y no quiero entrar en el tema de parejas, formas de vida en común y demás porque es un tema complejo y nos llevaría casi a perdernos. Coincido contigo en lo de preservar la individualidad, en el precario equilibrio y en acaso esté sentenciada desde hace tiempo la forma tradicional, incluso con su matiz liberal, de vida en común. Gracias por aportar, Joselu.
El viaje al conocimiento, a través de la carne y la luz es tan difícil que a veces nos perdemos. No importa. No hay que obsesionarse con la meta, el viaje basta.
ResponderEliminarPues no te quito razón. Lo único que se me ocurre es la duda: si cuando tocas las dulzuras del viaje se conforma uno. Porque algo más que el viaje implica ya las rozaduras (sin fin)
EliminarLas relaciones pasan por etapas. Luces y sombras se van sucediendo, como ocurre con nosotros mismos.
ResponderEliminarUn texto, como siempre, que hace reflexionar. Un abrazo
¿No hablaban los místicos de la soledad del alma? Es parte del don individual de la vida. Hay que asumir luces y sombras, tesoros y pobrezas, ocupaciones y vacíos. Gracias, Albada, buen viernes.
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