"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





sábado, 12 de enero de 2019

Naxos. La rebelde chica de las flores





















"Ven al prado
al gran prado
y llámame desde detrás del aliento de la flor de seda
como le hace la gacela a su pareja".


Forugh Farrojzad, La conquista del jardín, de Nuevo nacimiento.



Ikaria asciende la ladera riscosa. En contra de lo que puede parecer por su juventud sus pensamientos no son simples. ¿Acaso cuando pienso en el mundo no me pienso también a mí misma?, discurre para sí.  Mi abuela se obstina en que me deje cortejar por Naxos. Ella es práctica, y lo entiendo, tras lo padecido le reconcome la inseguridad. Y no tanto por ella como por mí. Pero yo también soy práctica a mi manera y si siendo como soy no me ha ido mal hasta la fecha, ¿por qué voy a cambiar? Algo bueno me trajo la razia que casi termina con la ciudad. No solo escapé a las violaciones, sino que dejé de ser la mujer sumisa para la que me tenía destinada mi propia familia. No digo que Naxos no me atraiga, sino que no le voy a exhibir mis apetencias porque sí, ni mucho menos quiero estar condicionada por él si decide quedarse para siempre en la ciudad. ¿Que en mi conducta rebelde algo ha tenido que ver la pitonisa? No lo dudo, pero eso es algo que prefiero ocultar, porque ella no solo me protege sino que me inicia. ¿Qué dirían de mí los vecinos si supieran que aprendo más de lo que la ciudad, en las actuales y tristes circunstancias, podría enseñarme? No rehuyo la colaboración ni me aparto de ciertas obligaciones, pero he decidido crear un territorio de salvación entre el destino marcado y mis propias exigencias. Sé que muchas mujeres, aun aceptando su papel doméstico, cultivan saberes. Ahí está por ejemplo Psyra, que pinta animales en la intimidad, o Chíos, que muchas noches sacrifica el sueño para estudiar las estrellas, o Donoussa, que hace trazados geométricos hasta en las paredes encaladas de la casa. Pero a mí la pitonisa me enseña otras cosas. No hablo de interpretaciones del futuro y cosas así, pues en esa materia oscura solo se puede avanzar tras años y experiencia. Aunque yo pienso que no es un saber comprobado. Y que más bien puede tratarse de un juego acordado entre quien solicita la consulta y quien la acepta. No importa si no se llega a nada. Todos arriesgan frente al destino. ¿Quién aprende en ese caso de quién? Para mí que la pitonisa lleva las de ganar las más de las veces, pues sabe responder a cualquier tema obligando a que el interlocutor tome siempre la decisión definitiva.  Pero eso es cosa suya. A mí la adivina me enseña a sentirme más audaz y a expresar con palabras todo aquello que me afecta y me impresiona, para bien y para mal. Dónde aprendería gramática la adivina no lo sé. Ahora me la inculca a mí, incitándome a que escriba sobre cuanto veo y me emociona. Después me anima a que lo declame. Aunque ella dice que ambas cosas van juntas, y no se sabe bien si es la palabra la que necesita ser parida o es la declamación la que tira salvajemente de ella.

Ayer escribí unos versos sencillos y se los mostré a mi maestra: 

Tú, que dices llamarte Naxos, vas diciendo que el océano te arrojó
a este rincón maltratado por el infortunio.
Para que nos lo creamos nos narras historias fantásticas de monstruos
y navegantes y mil vicisitudes que aturden a la gente y a mí me dan risa.
Pues sigue tú hablando y deja embobado al auditorio,
que, mientras, yo me daré a contemplar esas manos encallecidas,
me recrearé en tu torso de sol y en la agitación de los ondulados cabellos bermejos.
Mas esto te digo: puede que los otros tomen como verdaderas tus aventuras,
pero para mí que no has tenido otro oficio
que el de duro picapedrero en las entrañas de una cantera.

La adivina, entre aplausos y risas, añadió: ese poema satírico es todo lo contrario de lo que te pediría tu abuela. Más vale que ni ella ni el extranjero se enteren.




(Fotografía de Ata Kandó)


14 comentarios:

  1. La adivina tiene vocación docente, se nota que aprecia los versos, pero no quiere que las críticas sean un obstáculo que paralice la carrera del autor.

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    1. Esa es una interesante apreciación, y creo que tampoco quiere que la autora hiera susceptibilidades o frene nuevos pasos.

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  2. Si el relato es historia o ficción lo decide siempre el receptor. Esta mujer, que camina por la ladera de las flores, es cauta. Hace bien.

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    1. Así es, y de nada vale -o vale relativamente- que el autor o sus promotores editoriales pretendan dirigir al receptor. Al final este va a interpretar el texto como le plazca, acierte o no en la intención del emisor.

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  3. Me da la sensación que cuando dos sabías/os de distintas generaciones se encuentran y reconocen sus intercambios diversos son fuentes de enorme alegría

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    1. Una observación muy sagaz. ¿Será porque el elemento empático que se mueve entre ellos es la rebeldía sensata y cuerda?

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    2. De acuerdo con Marga respecto a lo de la vocación docente. A mi me ocurrió con Mrs. Elson mi profe de literatura americana que impartía “Honors English”. Por entonces me tocaba el rol de la jovencita y supuso todo un consuelo en aquel erial republicano que no comprendía mi actitud un tanto peculiar por mucha buena voluntad que pusieran, y mira que me esforzaba en agradar al personal! pero no transgrediría mi instinto, eso jamás!

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    3. En nuestros tiempos no cundían demasiado las vocaciones docentes aunque se llamaran como tal, bueno, en algunos casos iba siendo algo más pedagógica, pero en aquel tiempo lo docente y lo decente no iban de la mano. Pero no hablemos del tema llamado eufemísticamente Enseñanza porque sería para pedir cuentas. Y sin embargo, y a pesar de la época, la ideología de la llamada educación y la escasa pedagogía moderna y respetuosa, aquí estamos ¡y seguimos aprendiendo! ¿O no? (A nuestro modo y manera ahora)

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  4. El manejo de la ironía requiere una gran capacidad de observación, una cuota afinada de humor y una muy sutil inteligencia capaz de decir sin herir más allá de lo necesario. En fin, es bueno el aprendizaje que la muchacha está haciendo.
    Un abrazo

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    1. Sinceramente, pienso que la ironía, el sarcasmo, el humor sencillo e incluso el fino cinismo (el producto del escepticismo, no el de la maldad) son dones. A algunos nos faltó alguno de ellos en su momento -la tendencia a la contemplación trágica de la vida que nos inocularon nos condicionó- y ahora tenemos que adoptarlos o al menos comprenderlos. Salutem, Neo.

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  5. En ocasiones, el promotor editorial incluso te hace cambiar el nombre del texto, y si bien es cierto que el receptor lo interpretará a su manera, no es menos cierto que el título abre las puertas al interior del libro y por ende explica en síntesis lo que quiere decir el emisor.

    Salut

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    1. Esto que dices me lleva a concluir que lo mejor es abrir un libro a ciegas y leerlo sin condicionamientos ni de contraportada, ni de solapas, ni de si es el libro más vendido, ni de título, ni de críticas "literarias"...uf, es difícil, ¿verdad?

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  6. Estas mujeres no permiten que el mal rollo de las invasiones sufridas se adueñe de sus mentes y entonces, crean y ríen y echan un pulso a la vida.

    Adriana

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    1. La historia de la humanidad es también -¿o sobre todo?- la historia de sobreponerse a las adversidades. Unos lo logran, otros no. Unos sucumben junto con el mal colectivo, otros generan sus sistemas de autodefensa y dejan abierta la puerta renaciente del futuro. Por cierto, no todas las ciudades ni todas las culturas han tenido un futuro. Salud, Adriana.

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