"Será hora de pensar, no ya en tener navíos en medio de la mar
color de vino, sino en labrar los campos".
Hesíodo, Trabajos y días.
La calidez de la noche impide dormir a Naxos. Demasiadas experiencias, y todas nuevas en tan pocos días, reflexiona. Los compañeros en busca de otras vidas, la anciana que me acogió en su casa, los chicos del barrio, la joven de las flores, el alfarero y los demás obreros, la artista de los vasos...toda esta gente me ha hecho olvidar a la pitonisa. ¿Fue real o no aquel encuentro con ella? ¿Tan frágil y perdido me encontraba para obsesionarme con ella? ¿Hay dentro de mí todavía algo que me pida buscarla y consultar sobre mi futuro? Sin embargo apenas la recuerdo. Las gentes reales que hablan constructivamente y me han dado afecto suplen al personaje misterioso. Si la pitonisa evocaba el destino abstracto e incierto, estas personas con las que convivo me hablan de lo que existe, sea cual sea su calidad, y sobre todo de cuanto es posible. Con estos supervivientes hablo como jamás había hablado con mis compañeros, me sincero con ellos y ellos conmigo, me enseñan no solo lo que hacen sino indirectamente me muestran mis carencias. Con Odiseo creíamos vivir la aventura y estar por encima de los demás humanos, percibir los peligros y caer en la soberbia cuando los superábamos. Pero ¿cuánto de vida con futuro había en aquel viaje sin fin? ¿Cuánto conocimiento que no se moviera en las olas sinuosas de los seres fantásticos, en la atractiva feminidad de las representaciones imaginarias o en la promesa de costas que nos llenarían de riquezas podía existir en la aventura marina? Es sorprendente cómo primero el periplo me hizo olvidar la patria de origen y de qué manera ahora las vivencias con estas personas de la ciudad arruinada hacen que poco a poco ignore la actividad anterior. ¿Qué vale más, el riesgo y el cambio constante, pero sin rumbo, o la estabilidad por muy modesta que sea? ¿Dónde descubro mejor lo que necesito y quiero hacer, entre hombres ebrios y malhumorados o escuchando a los humildes que saben tanto del mundo pero que son ignorados por las narraciones épicas? ¿Qué contaré algún día a mis hijos para que se reconozcan en mí, las vicisitudes del capricho de Odiseo y el tiempo perdido a través del océano o las enseñanzas y el calor de las gentes de los oficios y de la vida urbana? Mi carácter se va haciendo más abierto y receptivo. Las soledades no me oprimen como antes. Hallo nuevas apetencias en la actividad artesanal que he desconocido hasta ahora. El lenguaje de la pintora de quílices me cautiva. ¿Era acerca de esto sobre lo que yo quería saber de boca de la sibila? ¿O aquella mujer oscura y distante solo era la materia misma de la duda? Ah, si me quedo aquí, comprenderé que acaso ha sido una intermediaria casual entre formas de vida opuestas, una que he vivido y otra que se me ofrece en su quehacer tangible. ¿Aquel mensaje suyo de que tenía que decidir yo era un acicate para fijar mis pies en esta nueva tierra? De momento aquí estoy tocando el vientre de una humanidad antes desconocida pero que me integra y me retiene. ¿Merecerá la pena?
(Fotografía de Ata Kandó)
Mucha fortuna en cualquier caso al joven remero. Me parece que la pena siempre se merece a sí misma salvo que olvide.
ResponderEliminarQuién sabe si además el remero aliviará con su presencia a los pobladores que han sobrevivido en la urbe. No hay penas sin alegrías, pero desacompasadas entre sí.
EliminarLos desvelos son espacios para los pensamientos más razonables y más díscolos.
ResponderEliminarFermín
Sin duda, Fermín, pueden aportar luz o sumirnos en la oscuridad del nerviosismo y la confusión. Gracias.
EliminarArtesanía y arte siempre merecen la pena. Naxos reflexiona,sus manos no están para mucho remojo pero dejará que su fuerza escurra relajadamente a través del pincel. Se esforzará con el dibujo. Echará horas y horas....apasionantes!
ResponderEliminarAdriana
Las manos de sujetar el remo y apañar la vela no sé si darán para manejar el pincel de buenas a primeras, pero con que observe y saque conclusiones ya habrá un buen comienzo de una nueva vida. O puede estar destinado a otros menesteres.
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