No, no voy a hablar de geografía urbana. Voy a hablar de alguna manera de Historia de España. Cuando leo el relato Las sombras se equivocaron de dueño por supuesto que rebajo el porte y el tono del autor adulto, Miquel Cartisano, al que trato de imaginar en pantalón corto. No me cuesta verle como niño si pienso en lo del pantalón corto porque yo los llevé también. Me cuesta verle niño porque él es hijo de las barracas allá por los 50 y 60 del siglo pasado y si uno se atiene al relato que Miquel hace en su libro no es fácil imaginar lo que tuvo que ser la vida de carencias. Personales y comunitarias.
Se podría hablar de sociología urbana y de historia de la ciudad llamada Barcelona. En diversas ocasiones he leído textos interesantes que me han acercado a realidades del pasado sobre esa ciudad de bastantes prodigios pero también de extraordinarias desigualdades. Miquel Cartisano lo pone más fácil. Centrándose en su experiencia de infancia en el lugar en que vivía, a la vera de la montaña de Montjuïc, Can Valero Petit, simplemente relata a pinceladas la intimidad y el entorno de lo vivido bajo su prisma de niño. En el libro no se desarrolla una trama compleja o etnográfica, que probablemente el autor podría haberla intentado, pero sí extractos constantes y profundos de reflexión. Porque la memoria de Cartisano es lúcida, auténtica, honesta. Una reflexión abierta, pues el autor se limita más bien a poner el color y la forma de un paisaje para que el lector extraiga las luces y las sombras. Las del pasado y las de la historia. En ese sentido no es un libro ni costumbrista (¿costumbrismo en las chabolas?) ni mera sucesión de anécdotas. El libro lleva implícita una filosofía de a pie: la que emana de la propia condición obrera, la de los perdedores -proviniesen de una guerra o del subdesarrollo general del país que obligó a tantos al desarraigo- que deben sobrevivir y adaptarse. En este sentido el lector valora ampliamente ese continuo relato acerca de cómo la carencia y los bajos ingresos económicos llevaba a las gentes a afinar el empleo de sus medios domésticos escasos o a medir los gastos, dentro o fuera del ámbito del barrio de barracas.
Can Valero era un barrio de barracas, calles sin asfaltar, viviendas que no tenían siquiera que haber llevado tal nombre si no es por la dignidad que aportaban sus moradores, en su mayor parte provenientes de la emigración de otras zonas de España. Lucha por subsistir en el día a día y la dificultad añadida de la convivencia en el seno de las familias pobres. "En las barracas, las caricias y el dinero siempre escasearon por un igual", dice el autor en uno de los capítulos. Pero no por ir el libro de esa situación degradada en la que vivían tantos catalanes y españoles en aquel tiempo se piense el lector que Miquel Cartisano cede al victimismo, algo que tanto se lleva en los tiempos presentes, ni escribe para conmover superficialmente. Él es escueto y como domina el tono del niño que fue y que al escribir parece recrearse en él a través de sus recuerdos el libro rezuma bonhomía. Ayuda a ello un punto irónico unas veces, de deslizamiento de ternura otras, de perplejidad incluso, sin que la redacción severa resulte en ningún momento áspera. Y cuando el lector lee determinados párrafos del libro se da cuenta de que no se habla tanto de infancia, de chabolas, de padres y madres, de los amigos de la misma edad, del tendero, del bar, de los pequeños y lentos cambios que se iban introduciendo. O se habla de todo ello. Porque todo eso y más es la intrahistoria, y buena prueba es esta parrafada:
"La palabra emigrante solo era válida para los que marchaban a Alemania, a Bélgica, a Francia...
Para los que pisaban Barcelona venidos desde cualquier otro punto de la península, el nombre peyorativo y con el que les denominan los lugareños era el de murciano, que lentamente y con el mestizaje pasó a denominarse charnego.
Mi madre era charnega. Y yo, por mucho que me opuse a efectos de no sé qué circunstancia, también.
En las barracas existía la conciencia 'de clase'; aquella de saberse protegido por un trabajo y, por él, reconocido. A nadie le ofendía que le llamaran obrero o peón, antes bien, era esa la condición elemental para sentirse unido a todo aquel conglomerado de personas que vivían en la misma situación. En el mismo medio.
Nadie estaba allí por gusto.
Las señas de identidad de un obrero eran sus herramientas. Rara era la chabola en la que entraras que no hubiera al lado de la puerta los instrumentos de faena bien a la vista. Instrumentos que siempre se enseñaban al visitante como el dato que certificaba que allí vivía una persona de la misma clase y condición que las demá, una persona trabajadora."
¿Que atrapa la lectura de Las sombras...? Sin duda. Por dos motivos. Por el tratamiento medido, estrictamente narrativo, sin mayores florituras ni desviaciones, que te hace captar la situación. Dicho de otro modo: lees el texto conciso y preciso y ese texto provoca automáticamente en el lector una imagen correlativa. Ves a los personajes, sin estridencias ni dramatismos, aunque sospecho que vivir en Can Valero era un drama, no sé si abierto o contenido, cada jornada- Un drama asumido. Pero Las sombras se equivocaron de dueño cautiva también por su estilo expresivo: párrafos cortos que me hacen pensar que poseen un potente carácter de narración oral. En las páginas del libro la presencia cálida y ordenada de la madre es una constante. Desaparecido por propia voluntad el padre, la madre y el hijo conforman un tándem de supervivencia y arropamiento admirable y estricto dentro de la escasez. "Mi madre solía decir que a la vida no se le podía pedir más de lo que estaba dispuesta a darte, pero que todo lo que te daba era más que suficiente, porque eran cosas de las que anteriormente habías carecido", dice el autor. Este tándem que para el autor del libro era una impronta afectiva, que modelaba una ética y que propiciaba un aprendizaje constructivo se reforzaba también en la infancia con las vivencias cómplices con su pequeño grupo de amigos íntimos que iban explorando la vida.
Como acabo de leer el libro y aún estoy mediatizado por lo que cuenta Miquel Cartisano no me queda sino recomendar su lectura. En especial a cuantos han extraviado la memoria personal o la niegan, que es tan histórica y tan válida como la de los anales que suelen escribirse. A los hijos de los charnegos, por si han olvidado sus orígenes o los de sus padres, tan dolorosos y sacrificados. A los independentistas de estos días que creen descubrir un nuevo mundo, porque nunca viene mal que se les recuerde que el desarrollo de los territorios y el bienestar de los individuos se hace entre todos y a pesar de algunos, y no hay ningún carisma que garantice la convivencia que no sea el que viene del esfuerzo del trabajo y del acuerdo entre iguales.
(El autor del libro, Miquel Cartisano Méndez)
Las sombras se equivocaron de dueño, de Miquel Cartisano, está publicado por Emboscall, Moment Angular. Barcelona, 2017. 9 euros.
(Las fotografías están tomadas de internet sin que haya visto con claridad si figuraban autores)
Gracias.
ResponderEliminarNo puedo dar más que las gracias.
En fin, lo que no deseaba bajo ningún concepto era hacer un panegírico de "lo malo que fue, lo mal que lo pasé y lo penoso de la situación".
Sabes muy bien, la experiencia si que es un grado, que ni todo fue tan malo, ni todo tan grave, ni todo tan molesto.
Idealizar no es bueno, porque se corre el riesgo de comparar aquello y esto, pero es que aquello se podía comparar con cualquier cortijo, donde nadie tenía protección de nada; con cualquier peón de pueblo, donde se esperaba en la fuente a que el señorito te contratara a jornal; y visto lo visto, allí se trabajaba en libertad, libertad de las que otros, en otros lugares, carecían.
¿Qué quiero decir con esto?, que de alguna forma debo de estar agradecido. La capacidad de sufrimiento, la espera, el ahorro, el silencio, el saber escuchar, el respeto... eso lo aprendí allí. Así que no puedo decir que aquello fue tan malo, de la misma forma y manera, que no puedo asegurar que lo de ahora, con todas las comodidades habidas y por haber, sea tan bueno.
Un abrazo y gracias mil por la crítica.
Salut.
Entendido perfectamente. En honor a la verdad te diré que he leído tu relato con enorme placer, he disfrutado y he aprendido. Los testimonios directos siguen siendo necesarios. Más en esta época nuestra adulterada, falsa y bastante inconsistente de conciencias.
EliminarUn abrazo.
Los de nuestra generación llevábamos pantalones cortos, recuerdo que los llevé hasta los catorce años, hiciera frío o calor. Aguantábamos las inclemencias del tiempo y lo que hiciera falta, aquel fue un tiempo de penurias, era impensable un mundo de comodidades como el de hoy. La penuria de aquella España que nos tocó vivir ha marcado nuestro proceder. Hubiera sido mejor, sin duda, no pasar privaciones y todo habría sido probablemente más dulce. Ya sabemos que la abundancia tiene sus riesgos, pero son mayores los riesgos de la pobreza.
ResponderEliminarCartisano nos explica cómo se pasa de la miseria a la pobreza. Aquella Barcelona se dividía en zonas de miseria y zonas de pobreza, había sin embargo unos oasis casi desconocidos donde abundaban los huevos, las aceitunas y el jamón y los niños con americana de niño y corbata de niño, pero eran niños que estaban lejos y no los conocíamos.
Can Valero Petit, sus barracas, era zona de miseria, allí, como dice Cartisano, no había ni siquiera distrito postal, otras zonas de barracas en Somorrostro, Pekín, La Perona… tampoco tenían distrito postal.
En aquella Barcelona de posguerra, con los barrios de barracas, coexistían unos barrios obreros llenos de fábricas textiles, químicas, siderúrgicas... eran el hervidero donde la gente trabajaba durísimamente para salir de la miseria. En uno de estos barrios se coció mi infancia, no fue en las barracas, pero fue entre humo de las fábricas. Conozco perfectamente aquel ambiente de perdedores, donde convivíamos perfectamente los "chargenos" con los que no lo éramos.
“Las sombras no se equivocaron de dueño” el libro de Miquel Cartisano es un auténtico documento de todo aquello. Es un relato veraz, vivido y sensible que trasciende el costumbrismo y se constituye como una memoria sociológica.
Conozco perfectamente al autor, es muy amigo mío, leí el manuscrito y, previamente, muchos fragmentos que él había publicado previamente en su blog. Extraordinario documento.
Con un lenguaje acorde con aquel ambiente de su infancia, no va detallando cómo era la lucha para salir de las barracas, cómo el afán de progreso personal le lleva del barrio de barracas de Montjuïc a la ciudad del trabajo. El esfuerzo por salir de la miseria y demostrar que la integración es cuestión de trabajo y de estudio. Demostró que las diferencias sociales no son debidas al lugar de procedencia, de si uno es charnego o autóctono; las diferencias son económicas, la secuencia terrible de paria a rico; de pobre sin “posibles” a niño con “posibles”. Un mundo de imposibilidades donde Cartisano trabajó y consiguió mucho. Un niño con pantalón corto viviendo en las barracas con una familia desestructurada, que gracias al trabajo llegó a la universidad donde ha terminado tres carreras, impensable cuando pisaba unas calles sin asfaltar.
Magnífico libro y mi admiración al autor.
Saludos
Francesc Cornadó
Admirable tu aportación acerca del libro, de Miquel y de la época que vivimos y los esfuerzos. Complementa el libro y el comment de Miquel. Otro testimonio el tuyo que personalmente me viene de perlas para ampliar el círculo de mi información personal acerca de la vida y su tiempo, el nuestro, donde aún quedan muchos enigmas sin aclarar y donde sigo buceando, en ese pasado, para hallar claves que me expliquen el presente, el objetivo de la sociedad y del país y el mío propio. Es un placer intercambiar puntos de vista amplios, mezclados y alejados de dogmatismos con gente como vosotros. Más en estos momentos de incertidumbres en la sociedad catalana.
EliminarHaría más preguntas, pero ya habrá oportunidad. Con las historia de asimilaciones varias y apertura a ideas y al mundo que tiene Cataluña ¿cómo puede estar pasando ahora lo que pasa? ¿O hay dos Cataluñas, la interior y conservadora y la siempre abierta y metropolitana como es BCN y sus ciudades potentes del cinturón otrora rojo?
Salud y memoria.
Gracias amic.
ResponderEliminarSin ti el libro hubiera sido imposible. Lo reflejo en el agradecimiento.
El ser humano hace las cosas como si hubiera de vivir mil años, y en realidad todo es efímero.
Afortunadamente ya no hay barracas, o pocas, pero eso no quiere decir que en nuestra Barcelona no haya miseria; la hay, y no poca.
Quizá si nos dedicáramos más a la misión de vivir y de dejar vivir, veríamos con otros ojos nuestra oportunidad, única oportunidad por otra parte, de estar aquí.
Tengo la suerte de contar con una serie de personas que me acompañan, ustedes entre ellos, y la gran fortuna de que todos mis mandos y aparatos de trasmisión tengan una tecla que ponga "OFF".
Creo que es la tecla más importante de las que se han inventado.
Un abrazo muy grande Francesc. Es un placer, un verdadero placer el estar a tu lado.
Salut
Por mi parte añadir que no sé si se ha eliminado del todo el barraquismo. También es cierto que el tipo de construcción de los 60 en los barrios dejó mucho que desear. Y de esa tipología de edificaciones hay miles de viviendas en España. En mi ciudad conozco diversos bloques de vivienda de aquel tiempo bastante deplorables, superficies mínimas por piso, materiales pésimos, etc. Pero claro, Miquel, dirás que eso siempre fue un paso respecto al chabolismo, y así es obviamente.
EliminarQue la vida siga y que valoremos todos los esfuerzos, los de nuestros padres sobre todo y los nuestros propios.
Un abrazo.
Miquel, para mí fue un placer acompañarte en la confección del libro, puse todo mi interés en que todo saliera lo mejor que supimos, estoy muy agradecido. Un abrazo.
ResponderEliminarY un abrazo a ti, amigo Fackel, que comprendes y expresas la dicotomía entre las dos "cataluñas", aquella del esfuerzo y la producción y del afán por progresar, en contraposición a la Cataluña cerrada, conservadora, la del interior, la que, en tiempo de Pujol, fue larvando un conserdadurismo reaccionario y que ahora tanto les gusta de exibir.
El cinturón rojo y progresista de Barcelona opuesto a la Cataluña rural que se complace en acudir a la capital cuando las entidades nacionalistas (soberanistas) se lo piden. Aquí, en las calles y plazas, procalman consignas, enarbolan banderitas y con un entusiasmo irracional gritan consignas. Tristes alegrías prefabricadas que contrastan con el esfuerzo que conocimos de niños de barrio.
Abrazos
Francesc Cornadó
A mí me llama mucho la atención que el nacionalismo de nuestros días esté arraigado en zonas en que estuvo muy arraigado el carlismo del siglo XIX. Me hace pensar. Si el PNV derivó de alguna manera de la frustración carlista me hace sospechar que en Vic por ejemplo, donde tuvieron raigambre los tradicionalistas, triunfe tanto el nacionalismo de derechas actual. Es para pensárselo.
EliminarUna excelente crítica de un libro estupendo y muy original, en el que se agradece que, como señala el propio Miquel en su comentario, no se pretenda «hacer un panegírico de "lo malo que fue, lo mal que lo pasé y lo penoso de la situación"».
ResponderEliminarSe trata de un testimonio que nos impactó mucho en casa, precisamente por eso que tú señalas: por el tratamiento medido, estrictamente narrativo, sin mayores florituras ni desviaciones y también porque su estilo expresivo y párrafos cortos le confieren un potente carácter de narración oral.
No sobra ni falta nada a tu escrito. Has expresado exactamente lo que me hubiera gustado decir a mí pero no sé.
Hubiera dicho algo más, aun con riesgo a errar, pero es mejor que quien tenga intención busque el libro. Uribe, coincido contigo es que ha sido una lectura inesperada, sencilla pero sorprendente y de gran contenido. Sabiduría es comprender cuanto hemos vivido en este país y Cartisano sabe comunicárnoslo con ductilidad y honradez. Salud.
EliminarEnhorabuena al autor y al comentarista. Me agrada molt saber de historias de lucha honrosa como las que me narraba mi padre, emigrante levantino en París y que me ofreció la fortuna de una infancia regalada y elitista. Enorme merito, si señor, el de Miquel. Ser pobre no resulta eximente de sibarita, especialmente cuando uno bebió como vulgar camarero la esencia de la belle epoque aunque después sufriera encarcelamiento fascista. Somos nuestra historia, somos ellos, pero ..... acaso somos o simplemente estamos puntualmente?
ResponderEliminarEstar puntual y pasajeramente es parte del ser. No busquemos mayor trascendencia, hermana, que la vida eterna solo les está reservada a los elegidos de la casta que tú sabes, jaj.
EliminarUn saludo desde Barcelona, EMEJOTA.
ResponderEliminarSalut
Qué cabal reseña, el testimonio de Miquel Cartisano emociona porque desde la primera línea respira la autenticidad de quien escribe desde su experiencia y sus emociones.
ResponderEliminarA mi me encantó leer su testimonio, el de la gente que habitaba aquella Barcelona de miseria, pero también de esperanzas; una infancia dickensiana que Miquel superó de la mejor manera: sin odio ni rencor y sin olvido. Al fin y al cabo, somos también nuestra infancia y juventud. De esa Barcelona apenas tengo un ligero recuerdo, pero la reconozco en las calles y barrios de los que escribe. Y, sobre todo, siento la atmósfera plomiza de aquella ciudad que sigue existiendo, pero con otro atrezzo.
Espero que Miquel continúe explorando su juventud y la ciudad, sus lectores -que nos somos pocos- lo estamos deseando.
No sé qué tiene la infancia y primera juventud que las dificultades se sortean, aunque no sea fácilmente. Naturalmente si ternura de progenitor/a y entendimiento cómplice con amigos de la misma edad se complementan. Tal vez sea más sencillo: el cuerpo aún aguanta bien y cualquier inconveniente se soslaya sin que cause úlcera o algo peor.
EliminarTambién animo a que Miquel retome hilos. Esas pinceladas de su traslado al Raval seguro que darán juego si las explora.
La memoria nos juega malas pasadas, AMALTEA. Y ya te comenté que soy un "pardal" de vuelo corto. Habían más cosas para poner y con la que la persona que se encontrara en la otra parte de la página se identificara, pero creo que bastaba con unas pinceladas, un enfoque y una mirada un poquito penetrante, sin entrar en "profundidades sociológicas", esas metafísicas que asustan porque al final no sabe uno lo que ha querido decir aunque suene bonito.
ResponderEliminarCreo que, como decía Pepita "la anarquista", nunca segundas partes fueron buenas.
Además, y entre nosotros, ¿ qué foto pondría ? , si esta es la única que tengo de " el par de dos".
Lo único que deseo es no perder el humor ni los recuerdos. El primero porque me ayuda a ver las cosas con una sonrisa, y los segundos porque me hacen recordar que todo es banal y fútil, que la vida son cuestiones de horas y que lo único que me separa de la vejez son días.
Un beso grande AMALTEA.
Gracias por estar.
Salut
Pues más vale que nos separen los días que la enfermedad. Aparte de que la vejez es concreta pero no necesariamente un drama, hay que vitalizarla mientras la mente nos lo permita.
EliminarInteresante post, Fackel… y felicidades al autor del libro. Con tu permiso, me gustaría recomendar (para interesados en el tema barraquismo, chabolismo, política de transición, etc, con Barcelona como personaje principal) la lectura de “El día del Watusi” la OBRA MAESTRA que nos dejó Francisco Casavella.
ResponderEliminar*Y permitidme una pregunta al conjunto de contertulios: ¿Por qué creéis que muchos-muchísimos de los hijos de aquellos charnegos –entre los que a mucha honra me encuentro- volverán a tomar la calle mañana clamando Libertad y, asimismo e ineludiblemente, estarán también el 1-O a pie de urna dispuestos a votar SI?
Salut.-
Esta última parte de tu post me recuerda algo que ya ocurrió desde hace décadas en El País Vasco y Navarra (más en el primero que en la segunda) Eran más batasunos los hijos de emigrantes que los baserritarras de toda la vida. No te voy a responder porque la respuesta no es fácil. ¿Cuánto hay de moda? ¿Cuánto de que atrapa el vacío a la juventud? ¿Cuánto de hartazgo de las instituciones? ¿Cuánto de Apolítica disfrazada de Política? ¿Cuánto de sentirse atraído por mitos? En el fondo pienso que la cultura popular es limitada, la izquierda había dado pasos culturales durante el franquismo pero posteriormente no es referencia. El cosmopolitismo se rebaja, hay riesgo de que haya excesivo entreguismo a lo local (tan limitado él) y el internacionalismo ya no existe en cuanto vínculo de clase que pudiera dar sentido. Para mí invocar nacionalismos hoy día es reaccionario y puede ser más que reaccionario. Me llegan voces de Cataluña de que la gente que no está por la labor de independizarse calla, no habla, no quiere ni ser señalada ni enfrentarse con otros. Si esto sucede en abundancia, ¿de qué estamos hablando? ¿Un nuevo viejo pensamiento único con ecos fascistoides? Cuando unos sectores sociales no hablan por temor ¿de qué coño de democracia y tolerancia hablamos? A mí me da pena que se tire por la borda toda una práctica de convivencia y de aportaciones culturales que ha habido en cierta Cataluña, la cosmopolita, la abierta, la acogedora de otros tiempos. Huy cuántos fantasmas me acechan a mí també.
EliminarNo conozco el libro ni a su autor, pero sí puedo decir que es un título genial el que eligió para su historia. Al menos eso.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Sí lo es, sí.
EliminarAcaso él puede decirte cómo conseguirlo. Saludo.
KRUST: Gracias por tus palabras.
ResponderEliminarTambién recomiendo el libro de Casavella, sobre todo en su primera parte, donde nos pone en un relato muy bien elaborado quien era quien en la burguesía de la época. Y aquí entra tanto Madrid como Barcelona.
Cuando apunta la frase de : " Me llegan voces de Cataluña de que la gente que no está por la labor de independizarse calla, no habla, no quiere ni ser señalada ni enfrentarse con otros." , sólo puedo decirle que doy fe.
Un abrazo, Gracias
Salut
JOSÉ A. GARCÍA.
"... otro de los problemas eran los quinqués de keroseno; el aire que recorría la casa siempre hacía que la luz fuera de un continuo temblor.
En no pocas ocasiones, las sombras se equivocaron de dueño..."
Y este es el origen del título, pues mi madre cosía...y yo deshilvanaba.
Un abrazo
Salut y gracias
Yo soy un niño qur se salvó de la muerte cuando cedió la montaña a los pies de la piscina en 1963. Me gustaría conocer más de todo aquel mundi y del milagro de mi existencia. Lamentablemente los que se salvaron ya no están entre nisotros. Agradecería cualquier infirmaci{n periodística en rotativos de la épica. Sé que mi padre formaba parte con una fitografía del hechi del hundimiento de las barracas y me gustaría conseguirlo. Gracias
ResponderEliminarPaso este testimonio tuyo al autor del libro por si él sabe algo más. Saludo.
EliminarEn La Vanguardia del día posterior sale una foto del hecho. Se puede buscar dado que tiene buscador de fecha.
ResponderEliminarPor otro lado, ese grupo de barracas se llamaba Bajo Piscina, y estaba al otro lado de la carretera de Montjuïc y que separaba Can Valero Petit de ese grupo barraquil.
Insisto, hay que buscar en el anuario de La Vanguardia, porque he visto alguna foto del hecho en ese periódico..
Poca información más tengo al respecto.
Un abrazo.
Gracias, Miquel. Espero que el Anónimo interlocutor lo lea y obre en consecuencia. Un abrazo.
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