Cuando visito en cualquier localidad por la que paso su cementerio me embarga siempre una tensión emotiva. Nada que ver con cuentos terroríficos ni leyendas del pasado que aún se repiten entre los habitantes de las ciudades. Me excita la idea de que voy a ver la otra cara de las poblaciones. Donde los símbolos, la estética de las tumbas y el cuidado general del lugar hablan con sus estereotipos, pero también con sus sinceridades. Es el propio terreno lo que me transmite un estremecimiento, en absoluto temeroso, a medida que me acerco. Es el destino que ha adquirido aquella parte de la montaña o del llano, próximo o apartado, para ser mansiones de los muertos, como denominaban las culturas más ancestrales a este tipo de lugares, lo que me conmueve. Un destino que puede durar siglos, al menos mientras la actual civilización no desaparezca. Es mi capacidad para rememorar la historia, con los escasos datos de que dispongo, pero que me gusta proyectar en mi imaginación. Te sorprenderá Jevrejsko groblije, me dijo Alisa. Tengo trabajo y no te podré acompañar, pero verás algo diferente. Son muertos con lejanas y antiguas raíces. En el cementerio judío también verás formas de vida del pasado y, sobre todo, las relaciones entre vecinos, por ejemplo. Porque un cementerio, sea civil o esté mediatizado todavía por una confesión religiosa, es el ámbito donde también se manifiestan las diferencias de clase o los oficios o las procedencias de cada cual. También el papel integrado o marginal de unos y otros. La riqueza o la pobreza, en definitiva, tienen sus señas de identidad en la propia arquitectura de los sepulcros. Tienes un buen paseo hasta la zona de Kovacici-Debelo, donde está el cementerio. Pero verás lo que seguramente no ha sido frecuente en tus viajes. Nombres y epitafios en una lengua ajena a la nuestra. También muy vieja, tanto que incluso los actuales pobladores de la remota tierra también la han modificado. En el cementerio judío están enterradas familias que vinieron hace siglos a Sarajevo, expulsados de un país del extremo occidental del continente, donde otra religión dominaba el Estado y entre aquella fe y su brazo político decidieron que no había lugar para una parte de la sociedad que había vivido durante siglos en aquel territorio. ¿Sabes cómo llamo a los muertos? dice Alisa. Los habitantes del subsuelo. Si quieres, piensa en el título de la novela de Dostoievski, no porque tenga que ver, sino por asociación de ideas, porque aquella gente, aunque fuera emprendedora y muchos generaran riquezas, tuvieron épocas en que fueron mal vistas y peor consideradas. Ah, le digo a la joven, ¿me estás hablando de los judíos expulsados de una patria que ellos denominaban Sefarad? Lo más curioso. me replica ella, es que conservaran su lengua por toda la zona de los Balcanes por donde se refugiaron, entre otros países. ¿No es asombroso el poder de una lengua? ¿No es sorprendente que se mantuviera como seña de identidad incluso en los siglos posteriores a su diáspora? ¿Pensarían que no podía perderse aquel habla de su anterior y legítima patria, por si llegaba la ocasión de retornar a ella?
(Fotografía de Inés González)
Curioso, desde la profunda infancia, también me fascinan los cementerios por motivos históricos, psicológicos y culturales. Principalmente aquellos que muestran grandes contrastes culturales, que no abundan demasiado. El de Denia cumple con dichos requisitos. De enana me fascinaba el cementerio de los ingleses en pleno monte de Urgull de San Sebastián. Jugaba a perseguir ratas entre las tumbas y a llevarme las clavelinas salvajes del entorno, de aroma insuperable. Contradicciones terribles hasta en la raíz de los recuerdos mas añejos. Vida!!! (Recuerdos almacenados por ahí!!}
ResponderEliminarEs un tema curioso cómo nos atrae aquello de lo que huimos. Cementerios marinos del Atlántico o del Mediterráneo, cementerios de Centroeuropa, cementerios en lomas de pueblos de la Meseta...cada uno ubicado en su espacio geográfico tiene todo del mismo. A los muertos les dará igual, pero al visitante siempre le impacta. Por cierto, el otro día vi imágenes de la quema de los cipreses centenarios del cementerio de Cacabelos, León, a causa de los rayos y me dio una pena infinita. Porque el ciprés no tiene nada de fúnebre, es todo lo contrario y en los caminos de la Toscana, por ejemplo, se pueden contemplar como antesala del placer de las moradas, como antaño existían en los poblamientos de la cultura romana. El cristianismo los vinculó a sus ciudades de los muertos, y no me parece mal como vegetación, pero creo que el mensaje de la muerte que transmite tal religión es dudosamente liberador, solo de resignación, y claro con ello consiguieron que aquí viéramos al ciprés esbelto y altivo vinculado a usentido excesivamente trágico de la muerte.
EliminarDe las ciudades que visito siempre voy a dos lugares. Al mercado, si es que lo tiene fijo, y al cementerio.
ResponderEliminarCreo que es allí donde te das cuenta de la grandeza de la ciudad.
Salut
Pues es de lo más acertado. Lo comparto. Yo añadiría sentarme en ciertas terrazas de plazas o calles transitadas del corazón de una urbe. Simplemente a ver pasar. Uno cada vez está menos para visitas artísticas a iglesias o museos. Por cierto, sobre mercados, naturalmente que en las capitales suele haber uno o varios mercados fijos, pero también el mercado del día semanal de un pueblo tiene su atractivo, no lo dudes.
EliminarEste verano tengo programado visitar Croacia y Bosnia. Tus interesantes artículos me motivan más, si cabe, a llevar a cabo este viaje. Muchas gracias y saludos
ResponderEliminarPues me alegro de esa visita, que te cunda y te proporcione satisfacciones. Mis puntos de vista, los que aparecen en esos escritos de ficción, son muy particulares. Gracias a ti por seguir leyendo.
EliminarUna cosa es visitar cementerios antiguos y ajenos, donde, como bien cuentas, puede leerse esa historia que ya no es. Eso siempre me ha resultado atrayente. En cambio, visitar cementerios donde hay enterrados muertos propios, no me gusta, ne me acerca a ellos, al contrario, me descoloca con su presencia, que sí advierto -de una u otra manera- cotidianamente. Un abrazo
ResponderEliminarNeo, te entiendo y respeto. Eso es cuestión de mentalidad que tengamos cada uno. A mí personalmente me da lo mismo. De hecho suelo visitar dos de los tres cementerios de mi ciudad, en los cuales hay familiares de distintas épocas y lo hago simplemente como paseo. Aun con diferentes concepciones formales, que no de fondo, entre esos cementerios resulta curioso concebir la visita paseo. Desdramatiza mucho. Incluso acercándose uno a tumbas donde figuran nombres de la familia me resulta aún más curioso. Uno puede hacer todo tipo de juegos imaginarios ante unos nombres. Dentro, ya no hay vida. Los restos de los difuntos, el espacio comprado al ayuntamiento, los nombres grabados son meros símbolos. Nada hay. Son recuerdo. Por cierto, en el más antiguo, que lleva camino de tener dos siglos, la abundancia de cipreses embellece el ámbito. Y el más nuevo está concebido en terrazas escalonadas con abundante vegetación e incluso fauna (conejos) Pero ya te digo, cada cual ve esos espacios conforme a su psiqué interior o su visión del mundo.
EliminarUn abrazo.
Desde ese punto de vista, te entiendo y lo comparto. Hablaba de asistir al cementerio como forma de acercarse al recuerdo de familiares. Desde esa óptica, a mí no me sirve ni reconforta. Como siempre, un placer pasar a reflexionar a partir de tus textos. Otro abrazo.
ResponderEliminarTe diré una cosa, Neo. El recuerdo de mis próximos ya muertos y que más traté (mis padres y varios amigos que me significaron) no está en el cementerio nunca, aunque figuren nombres y todo eso que hay allí. Están en las asociaciones de ideas cotidianas, ante situaciones, objetos, personas, etc. que hablan de ellos. O simplemente que de pronto vienen a la cabeza de uno ¡y sobre todo a los sueños! y otorgo un valor abierto, auténtico, precioso y en absoluto de pena. Gracias a ese ejercicio personal los muertos dejan de serlo para convertirse en aquellos vivos con los que una vez convivimos ¡y de qué manera! Es sorprendente cómo es todo de subjetivo. Necesitamos recuerdos para comparar lo vivido en el pasado con lo que seguimos viviendo en el presente. ESO ES LO TRASCENDENTE del individuo, no las pseudo ideas en clave religiosa o esotérica. Los afectos, emociones, vivencias, significados, etc. que tuvimos con gente que no están permanecen en algún plano con cada uno de nosotros hasta que dejamos de estar. Así e sencillo para mí.
EliminarMe gustan tus inquisiciones, son un hilo y ya sabes que el ovillo humano es grande. Me alegro.
La historia de los sefardíes es una de las historias más interesantes, con muchos matices, además.
ResponderEliminarEn cuanto a los cementerios, a mí no me gustan los modernos sino esos antiguos en los que siempre -incluso en verano- hace frío.
El tema sefardí es que los considero españoles, sucesores de españoles, expulsados por españoles hace cinco siglos, y eso me conmueve, me da rabia, aunque uno no es responsable de aquello. Naturalmente el criterio sobre eso llamado españoles hace siglos y ahora es muy diferente. Dudo incluso que entonces los habitantes de regiones amplias y diversas se considerasen tales, pero es una manera de entendernos. Luego, si tenían que ver los planes de los RRCC o de otras instancias de burguesía en ascenso y no te cuento la mano de la Iglesia de la Verdad Verdadera que cortaba el bacalao en el recién fundado Estado para expulsar a los judíos, pues será objeto de consideración que las investigaciones históricas nos pueden proporcionar. Y el hecho de que la lengua castellana de aquella época haya sobrevivido, con sus matices y variantes, como en la misma foto del post se puede observar, aun con la denominación de ladino, es digno de valorar. Ya te digo, emocionante, y no tan solo interesante.
EliminarSobre gustos por la estética de los cementerios, libre opinión. No todo es blanco ni negro.