Una mujer mira a un hombre a hurtadillas. Él la mira también pero ella no quiere obsequiarle más su mirada y le olvida. Él la observa, unas veces con descaro, otras con pudor. En una ocasión coincide la horizontalidad de los ojos de ambos. La línea que se dibuja entre uno y otro parece larga. La mujer se turba y ambos restañan con miradas líquidas sus tristezas. Ella, de pronto, le aparta, porque si por un instante más le retuviera lo recordaría. Y ella no quiere recordar. Recordar es más que un ejercicio de recuperación temporal. Es una condena. Se recuerda por frustración, porque se tuvo y se perdió. Se hace imaginación del recuerdo por lo que se pudo tener y no se tuvo. En cualquier caso, ese intercambio de una mesa a otra del bar resulta una curiosidad, activa un juego. Ninguno de los dos ignora que se trata de un recurso para sentirse vivos. Más pragmática, ella razona: si no retengo no llegaré a añorar. Gira la silla y deja de mirar hacia el hombre, al que regala su nuca distante. Él sorbe lentamente un café expreso, cuyo denso humear dilata el horizonte. Las volutas del café y las que caen del cabello sobre el cuello de la mujer se encuentran en un infinito improbable.
Cuaderno de poemas. Juan Gelman
Hace 24 minutos
"... Se hace imaginación del recuerdo por lo que se pudo tener y no se tuvo..."
ResponderEliminarEs muy curioso el hecho en el ser humano: todo el mundo sueña con quien no duerme.
Salut
Si comparáramos lo que se vive con lo que se sueña y se imagina (y se desea) ¿qué platillo de la balanza ofrecería mayor carga?
EliminarEs la condición humana, desear e imaginar que otra vida es mejor que la presente. Estoy segura de que, si se cumpliera nuestro deseo, la decepción aparecería en un suspiro.
ResponderEliminarOtra vida no solo en general, que es abstracto, sino en detalles, en situaciones, en márgenes, en experiencias, en aventuras, etc. Vivir siempre es un equilibrio arduo y difícil, pero sin imaginación estaríamos todos o muertos en vida o en grados de violencia bestial.
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