No creo en la existencia de los seres inertes. Los maniquíes, por ejemplo, que son una especie de estatuas a medio hacer, son más expresivos que muchas esculturas terminadas desde la cabeza a los pies. Una estatua acabada deja poco margen al espectador para ensoñar con ella. El espectador está pendiente de significados y mensajes con los que quienes hicieron el encargo pretenden llegar a la mente humana. Encontrar imágenes hechas a medias o exhibiendo aún el bloque madre de cintura para abajo es misterioso. Evocan orígenes, texturas, materia. ¿No sería un placer ver los talleres donde se esculpían y se tallaban? ¿No son acaso una cosa diferente las obras acabadas colocadas en altares o museos? El trabajo final cumple distinto papel. Se carga de evocaciones, loas, símbolos, pero pierde a la estatua misma. La estatua se aleja de la materia para convertirse en lineal representación de las ideas y creencias y destinada a fijar una visión inmutable. Pero a veces hay artistas que han entendido la libertad del hierro, de la piedra o de la madera para rebelarse contra la catequesis de clérigos y tribunos.
(Me mira cada día desde el escaparate de una tienda de antiguallas que pasa desapercibida. A veces, ella y yo emprendemos un diálogo sordo y si pongo cara de pena al ver que la dama continua allí, en su jaula, ella me devuelve con generosidad su sonrisa serena. Además, me recuerda tanto a un mascarón de proa de los que coleccionaba Pablo Neruda que se lo voy a decir. Acaso no le guste y me revele que ella prefiere ese oscuro rincón de sus días y sus noches)
Estoy segurísima que ella prefiere tu compañía, y la dueña de la tienda estaría encantada de que se fuera contigo.
ResponderEliminarPues están de rebajas según he visto esta mañana...No sé si por liquidación y cierre,
EliminarCómprala, será tu paño de lágrimas y tu compañera de risas. Además con ese rostro de asombro, intuyo que conserva la inocencia de una ninfa.
ResponderEliminarPensando pensando he llegado a que puede tratarse de una virgen de pueblo, de esas que cubrían con un gran vestido en forma de cono, cargado de encajes, lentejuelas y florituras. Aunque yo la prefiero de gran dama de la sociedad noble francesa, tipo personajes de Las amistades peligrosas.
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