Cuando uno oye la palabra cambio ya no se emociona. Cree estar escuchando una publicidad antigua. Podrás decirme: pero precisamente cambiar implica acabar con lo antiguo e inaugurar una nueva etapa. Eso, ¿cómo se sabe? ¿Cuando los historiadores deciden que, en efecto, la función se ha cumplido? ¿Y qué función? ¿Con qué objetivo y qué logro se ha obtenido? ¿Ha sido un anhelo compartido con amplitud? ¿Ha implicado una conciencia clara y, por lo tanto, nada demagógica? ¿Se ha especificado qué, quiénes, cómo y cuánto intervienen en la necesidad y la asunción del cambiar? Sé que mucha gente se lo creyó la primera vez y se entregó ciega a una propuesta comercial de cambio con resultados dudosos, cuando no traicioneros, a corto plazo. Desde entonces, y aun temiendo que eso del cambio sea un maná que nunca llega, se repite de modo cíclico el anuncio. Lo cual significa que todo sigue igual, incluso la propuesta publicitaria. Cuando un término tan altisonante sigue teniendo eco y se sigue vociferando tanto es que aún vende a los incautos. Se ha abierto la veda. No, no me interpretes que no deseo que muchas cosas cambien. Lo que no deseo es que seamos engañados con promesas que jamás se cumplirán. De momento ya vemos cómo se nos traslada un lenguaje abstracto y difuso. No hay como un lenguaje líquido para procurar la navegación a los piragüistas ocasionales. No quiero ya más nombres, sino definiciones. No consignas, sino valoraciones. No ruido de energúmenos gradilocuentes que se desgañitan, sino el silencio. No me cabe duda de que tiene que haber personas que practiquen la honradez silenciosa (conozco a bastantes si bien acaso no sean suficientes) Aunque no la proclamen a diestro y siniestro.
(Fotografía de Lee Jeffries)
Lo que sucede es que determinada gente se muere y la que nace para sustituirla es ya distinta. Tan simple como eso. Para una muchacha, para un muchacho de dieciocho primaveras, o de veinticinco llegado el caso, la primera vez que le hablan de cambio es justo ahora. Nadie nace follado y a todos les va a tocar descubrir, y descojonarse, con la monja que se resbala al pisar una piel de plátano. Un abrazo!.
ResponderEliminarTienes toda la razón en lo que dices. Solo que Walden no es precisamente un joven henchido de ilusiones. Lo fue, eso sí, y por lo que me cuenta y deduzco aún no las ha perdido todas. Aun con el agravante de volver a errar. Pero exige y se indigna.Un abrazo cordial.
EliminarLa distancia entre publicidad y propaganda ya sólo existe en el diccionario.
ResponderEliminarProbablemente, aunque uno vea aún sus matices. La publicidad es más sibilina hoy día que cuando los carteles de los Renau, Fontseré, etc. Y también en cuanto a intenciones. Croe incluso que la publicidad de hoy día está modelando la publicidad de los partidos y naturalmente la de muchos ciudadanos de honda formación televisiva.
EliminarDesconfiar de las palabras. Solo acción, solo resultados.. Obras son ......
ResponderEliminarSujetar las palabras, medirlas, controlarlas, retorcelas, disolverlas...si es que van a llevar a mala meta. Al NO ganador a favor de Tsipras del domingo le está saliendo un desarrollo o un ContraNo entre la ciudadanái griega, mucha de la cual se pregunta para qué collons ha servido el referendum. Por ejemplo. Y aquí, una de las jóvenes promesas no sabe sino repetir lo del cambio que tiene que hacer la gente...Dispersión, ambigüedad (me importa un pito si algunos dicen que controlada), indefinición, ocultación...
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