Hay gran excitación entre los jóvenes por la excursión que has organizado hasta la finca de Onarchos, al otro lado de la isla. Todos han oído hablar de aquellas extrañas piedras que yacen junto a los caminos, en las laderas de los montes y en el fondo de los acantilados, y que recuerdan a grandes árboles, pero que nadie acierta a saber muy bien si su materia procede de las plantas o de las rocas. Creo que salvo tú y yo, Safo, ninguno de tus alumnos ni de nuestros amigos las han visto jamás. Es un aliciente. No dudo que servirá de estímulo a más de uno de ellos, bien para profundizar en los misterios de la tierra y desvelarlos, bien para hacer de ellos una prédica sobre lo insondable que es cuanto tenemos bajo los pies. Yo, si tuviera que definirme, me alinearía con los que optaran por la primera decisión, pues ya hay suficiente desgracia en esta vida como para perpetuar la ignorancia. No saber, amiga, nunca nos hará felices. Y tampoco cuanto vayamos sabiendo nos resolverá las dudas de una sola vez, pues ya vemos lo concatenados que están los elementos tanto en la naturaleza como en las cosas y qué frágiles resultan sus vínculos. Nos llevará al menos tres o cuatro días el desplazamiento, pero la atracción por saber qué mar hay al otro lado y si se parece al que vemos de ordinario reducirá sin duda lo que pueda haber de penoso en el esfuerzo. Tú has sido muy precisa en las instrucciones del viaje. Llevar lo mínimo, hacernos acompañar por pocos sirvientes y de confianza. Reducir incluso la distancia con ellos, aunque a estos les confunda, pues bien dices que volver a la naturaleza más agreste hace que nos olvidemos de los muros que los hombres han levantado entre ellos mismos. Aunque contamos con detenernos en un santuario tradicional cuyo culto a Afrodita viene de lejos, lo que todos anhelamos ver es lo extraordinario. Debemos vivir con más frecuencia la naturaleza y el paisaje, me has dicho, para que cuando la memoria flaquee se compense con los recuerdos espontáneos de nuestros sentidos.
Voy a preparar mi leve bagaje y a ponerme un calzado apropiado para el camino.
(Fotografía de Evgeniy Shaman)
Ni yo, ni Safo, hemos visto aquellas rocas...Las quiero conocer.
ResponderEliminarUn abrazo.
Acaso hay que buscarlas en el reino vegetal...del pasado. Gracias, un abrazo.
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