¿Por qué a veces, Safo, cuando uno está más entregado al goce, que incluso lo trasciende y parece tocar el sentido de la vida, se ve asaltado por el pesimismo y la resignación? No debería ser agorero, pues el azar me ha premiado y la vida no tiene marcha atrás. Es inevitable que, si dolor y placer echan constantemente un pulso, llegue un momento en que no se distinga con nitidez sus posiciones e interfiera uno el espacio del otro. Si soy ecuánime, deberé reconocer que tu presencia es para mi vida un brindis permanente. Compensa los años anteriores de inquietud y abandono. Sustituye la inercia de una vida caótica e inútil, donde el mal y la ignorancia eran las pautas ordinarias. Tú has conseguido que la vida refinada, en la que te encuentras tan a gusto, haya sido también para mí primero una tentación, después un camino. No me refiero al mero disfrute de los placeres más comunes y la comodidad, sino a las satisfacciones que mi cuerpo obtiene con artes y conocimientos que cultiváis. ¿No es acaso la inagotable curiosidad por saber una fuente de agrado? ¿No son las creaciones de vuestras palabras y de vuestras músicas un ámbito de complacencia? ¿No constituyen un acicate las prospecciones del pensamiento y el debate de las ideas que practicáis? ¿Qué decir de la relación que mantenéis con los demiurgos de la materia, los visionarios que ponen rostro no solo a nuestros dioses o a los héroes, sino a nuestras mismas maneras de vivir? ¿Cómo nombrar el hecho de comportarnos conforme a nuestras capacidades y a nuestros límites, pero sin resignarnos a unas y desafiando a otros? Y, ¿no es el placer en sí mismo un objetivo y un sentido? ¿No hay en la aproximación al otro sino deleite por la percepción de nuestra identidad? ¿No nos aporta además un cierto grado de conocimiento de quienes van llegando a nuestra vida? Tú me has puesto, Safo, en la senda de ordenar el goce, sin renunciar a sus retos. Bien sabes que me gusta amar tanto como me gusta saber. Pero incluso cuando no amo, mantengo el equilibrio. Pero incluso cuando no sé, opto por dudar, pues sé que la duda me hace vivir. Y borra los miedos al vacío y, principalmente, conjura los temores del envejecimiento.
Sostén mi copa que yo apoyaré la tuya para apurar su néctar.
(Fotografía de Mona Kuhn)
Esa imagen resulta en extremo atrayente. Ahh si las manos , los dedos, supieran sonreír!
ResponderEliminar¿Crees que no saben sonreír? Yo creo que sí.
EliminarTe aplaudo.
ResponderEliminarGRACIAS.
Vaya, glup. Gracias.
EliminarCaray,qué suerte, dice: incluso cuando no amo mantengo el equilibrio. Es la declaración más rara que he leído en mi vida.
ResponderEliminarCierto. Pero ¿por qué no posible si bien excepcional?
EliminarLa idea está bien.
ResponderEliminarMe alegra que encuentres ese equilibrio,
Lo encuentra el narrador de la historia, o eso dice, pero uno toma nota. Suena un poco soberbio, pero habrá que creerle. Gracias.
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