"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 2 de enero de 2014

Diario del dos














Hoy al día le cuesta despertar. Estamos además a merced de las nubes. Encima la luz la apagan pronto. Las calles tan opacas. Hay que tantear para andar por ellas. La ciudad desolada. Ausente. Como si hubiera tenido lugar una parálisis. Cuesta mirar al entorno. Duele incluso. Se palpa una estética del vacío. Vaya manera de sentir el año nuevo. Tal vez no hay tal novedad. No suena siquiera. La voz al uso no se emite con demasiado garbo. El calor tiene que mantenerse en alguna parte. Me dejo reclamar por un rescoldo íntimo. Puede que no sepa dónde estoy pero quiero creer que sí sé dónde encontrar algo cálido de mí. Miro por la ventana. Abro un libro. Siento las caricias de las palabras. Incluso en sus asperezas y en sus futilidades. Pongo el dedo entre las páginas como señal. La luz llega lentamente desde otra parte. Apuro el café. 



(Imagen de Javier López Rotella)


6 comentarios:

  1. Querido amigo, tu hermosa impresión recoge las sensaciones que yo tuve ayer por la mañana en el primer paseo por Rivas. la ciudad estaba vacía, un extraño silencio dejaba a las cosas del entorno ausentes y desvalidas. Como tú, me refugié en un libro al regreso; me sentí mejor. En esa soledad en compañía que reflejan tus palabras. Que tengas un año nuevo lleno de sueños cumplidos. Abrazos y seguimos cerca.

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    1. Lo mismo te deseo. Mucha creatividad en tus artes, José Luis.

      Estos días son raros. Las mañanas muy vacías. Me cuentan que la tarde es arrasada por los Reyes en ciernes y las Rebajas de facto. Especie insaciable esta de los mamíferos a la que pertenecemos.

      Un abrazo. Salud siempre.

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  2. Después de la fiesta, el silencio tiene poco de reparador. Creo que a todos nos desnuda. Pero escucha, algo oirás, al menos el latido de tu corazón. Feliz año!

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    1. Los latidos son música, nada que ver con los ruidos exteriores. Por cierto, trato de no escucharlos, los supongo por añadidura y la respiración me lo confirma. Cuando he sentido los latidos ha sido en circunstancias peligrosas. Por ejemplo, el miedo proporciona un reencuentro con los latidos francamente excepcional. Aunque no sea deseable, es experiencia.

      Carpe diem, Fedora.

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  3. Aquí en el Estrecho,a merced del viento y buscando ese rescoldo de calor dentro de uno casi todo el año, excepto en la plenitud radiante de algunos días que no son de este mundo. En todo caso, unos más y otros menos, siempre dislocados en cualquiera de ambos sentidos...

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    1. El terrible viento del Estrecho espantaba a los nautas fenicios y griegos, pero no les detenía. Un buen ejemplo del que tomar nota para no perecer en la indolencia de los necios, ¿no crees? Y si Poseidón nos puede...pues mala suerte, él siempre juega con ventaja sobre los mortales. Bueno, sé de un marino al que no venció.

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