"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 11 de diciembre de 2013

Ahora que hizo siete años

















Siete años tras el viaje y muchas preguntas sin responder. Tampoco se hicieron cuando hubiera sido oportuno. ¿Por qué cuando pudimos no recabamos información a los que teníamos en nuestro entorno? No se nos ocurría, nos pillaba ajeno lo demás, ellos nos parecían antiguos y desechables, a los que no había que hacer caso, no nos interesaban sus experiencias, vivíamos en otra onda... Etcétera. Vulgares excusas con las que justificar nuestra ausencia de razón en su momento y en su espacio. Pero ingratos y poco sagaces. Nos quedó mucho por aprender. Ahora vivimos hilvanando hilos sueltos que, por mucho que lo intentemos, no reconstruirán el tejido de lo que fue y hubo. Las memorias son también traiciones. Solo es fiel lo que acontece en su momento. Y, no obstante, mantenemos una pequeña llama sagrada a la que llamamos recuerdo. Ofrenda de los días. Qué mínimo agradecimiento. Aquel viajero.




(Fotografía de Celso Dourado)


10 comentarios:

  1. Este viajero de aquel viajero. Siempre separados por la amarga sabiduría aunque serena y gozosa celebración del mutuo encuentro inopinado en el rayo del recuerdo; siempre enhebrados en el mismo viaje. Itaca es el camino, pero deshilachado a cada vez por una Penélope siempre descontenta de cada nuevo bordado.

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    1. Con un destino ineludible, Zenon, tras una ruta tortuosa. Y sin embargo, la vida tiene sus alicientes.

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  2. Sí, las preguntas debieron ser formuladas en el otro tiempo y aquellos otros que parecían de otro tiempo. La famosa apertura al otro es difícil porque, supuesta nuestra altura de miras, el otro es necio. ¿Por que preguntar al necio? Luego pasan los años - aquellos que, decía el poema, nos hace más ciegos - y hasta el necio se cubre de esa pátina de verdad o de vida o de camino. Y, avergonzados, no queriendo dejar en claro nuestra estupidez, tratamos de cubrir la ausencia con el filtro de la melancolía... ¡Ah el viajero!

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    1. Lo peor es que creímos que los de antes no nos entenderían en nuestras "modernidades". Acaso tampoco lo necesitaban, o de si lo precisaban era de otro modo, ¡y demasiado se actualizaron algunos para no perder la onda de la comunicación con las generaciones nuevas! Entregados a nuestros personales descubrimientos, en sintonía con los tiempos, las modas, los divertimentos y otros compromisos frustrados, olvidamos saber más de ellos. Hoy yo al menos lo lamento.

      PD. Cuidado con la melancolía. Sálvate un poco de ella, Luis, leyendo a Robert Burton.

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  3. Son lamentaciones después del viaje, ahora podemos conciliar aquellas experiencias no vividas o no preguntadas contemplando la belleza ocre del otoño personal.

    Ahora que los días han hecho estragos
    y que ningún oropel ha dejado
    marcadas sus huellas sobre mi piel,

    ahora que los montoncitos de polvo
    son la señal del esfuerzo constante
    de la carcoma, que horadó en la madera
    túneles cortos y oscuros como el tiempo,

    ahora que aprecio los textos abreviados
    escritos con letras claras y grandes,
    y que atenúo el alcance del llanto;

    retengo plácidamente el paso de las horas
    sentado tras la ventana empañada
    viendo los tilos que forestan mi calle
    y mi memoria.

    Francesc Cornadó

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    1. Huy, esa belleza ocre que citas, Francesc...tiene su temperamento y no solo su temple. No es una belleza pasiva, yo al menos no quiero contemplarla así mientras haya energías. Pero las miradas sí han cambiado, las percepciones, las búsquedas tienen otro tono, no siempre y para todo, pues no somos homogéneos ni emocional ni anatómicamente.

      Me gusta tu sabia poesía: atenuar el alcance del llanto es fundamental, porque no podemos permitir que un cierto grado de desesperación posible obnubile lo vivido y la sensación del tesoro interior que preservamos. Apreciemos los textos abreviados, los momentos fugaces breves y concisos de un encuentro, la medida de las cosas que el lujo de la vida aún nos proporcionan.

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  4. Entiendo que hay partidas que duelen no solamente por la pérdida definitiva sino por lo que no supimos aprovechar antes, en presencia de esos viajeros. ¿Les ocurrirá también a nuestros hijos respecto a nosotros? Eso de que todo se repite, ya se sabe.

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    1. Los dramas siempre quedan en este mundo...o la sensación de no haber llegado a tiempo de muchas cosas y de no haber profundizado más y mejor las relaciones con nuestros antepasados. Se puede compensar con el pensamiento que teje cábalas, intuye, describe posibles causas, delega en imaginaciones y suposiciones y deja siempre abierta la puerta a los misterios. ¿Nuestros hijos, dices? Ni idea, todo es hoy muy cambiante y bajo otros prismas. ¿O todo reside en el cuento de los mismos perros con distintos collares?

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  5. Los perfeccionistas sufrimos mucho con el error, tanto propio, vaya ese por delante, como ajeno, pero con un mínimo de humor seguramente consigamos, como bien me ha parecido entender que dices a otro comentarista, (¿o se tratará de uno de tantos errores propios?) disfrutar de lo que nos quede, que algo será al menos. ¡Digo! .... y no repetiré eso que ser consciente de estar vivo es un privilegio porque lo escucho en demasiadas bocas que no respeto demasiado. Puñetera vida.Besos.

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    1. Pues ahí te doy la razón, manía persecutoria en los detalles sí que tenemos, al menos en los detalles que nos atrapan, naturalmente. Y somos críticos hasta la extenuación. Y el ejemplo sirve para temas de nuestro interior emocional, de las relaciones con próximos y de la convivencia en este jodido país. País donde, pase lo que pase, muchos no parece que sufran ni padezcan y eso que el delito aflora y se muestra depositado en cada acto de los que detentan poder, autoridad y control.

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