"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





viernes, 9 de agosto de 2013

La fuerza de la canción




















Fue mi gran descubrimiento de juventud rebelde; más que Celaya o Blas de Otero. Había una fuerza en sus palabras que a aquel mi todavía estar a caballo de cristianismo y ruptura sonaba duro y claro. Me aprendí aquel poema como una plegaria. Y con aquella recitación creo que di a conocer a muchos compañeros la existencia del zamorano y luego americano exiliado: 

Franco, tuya es la hacienda
la casa
el caballo
y la pistola.
Mía es la voz antigua de la tierra. 
Tú te quedas con todo y me dejas desnudo y errante por el mundo... 
Mas yo te dejo mudo... ¡mudo!
y ¿cómo vas a recoger el trigo 
y a alimentar el fuego 
si yo me llevo la canción?

Con aquello de la canción ¿no hablaba León Felipe de un desafío de las palabras, de la música, del arte...a la dictadura sangrienta? El otro puede tenerlo todo  -robando y matando también se tiene todo-  pero ¿qué futuro le espera si no posee lo más hermoso, lo que alienta a los hombres en sus quehaceres y sus días?




12 comentarios:

  1. Celaya, Blas de Otero, Alberti, Miguel Hernández... y León Felipe, de cuya primera lectura me quedo imborrable la imagen de su palabra ascendiendo desde la raíz profunda a la llameante copa de un recio e imaginario ciprés.
    Lo que "el otro", el que robó y mató, nunca tuvo y nunca podría tener es simplemente la alegría.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La cuestión es que esa serie de poetas hay que releerlos y no solo vinculándolos al tiempo, a la dictadura y a su palabra rebelde. Todas las palabras se proyectan sobre nosotros desde las sombras. Y tal como van las cosas...aún nos ofrecen tantas claves...

      El que mató, los que mataron y cuantos les arroparon. Dudosa alegría la de muchos de ellos.

      Eliminar
  2. Determinadas vibraciones pueden derribar murallas. Bs.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Genial, MJ. Pero lleva tiempo...

      Eliminar
    2. Ay Fackel no me hable vd. del tiempo, ese caballo de batalla donde todos cabalgamos y nunca relincha suficiente. Mira, puede que en algún momento vuelva a soliloquiar sobre la cuestión que tanto me lleva intrigando desde que se conjugaron las primeras neuronas en esta mediocre masa cerebral. Bs.

      Eliminar
    3. De acuerdo, no le hablaré del tiempo, al menos no del tiempo perdido, que es el que más nos fastidia, ¿verdad?

      Eliminar
  3. Cuando pretendemos arrebatar al dignidad de los demás tan solo conseguimos perder la propia. Es la miseria que arrastra el dictador.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues mira que muchos de los sucesores de aquel y sus secuaces aún siguen ofendiendo la dignidad...Mira cómo está en este país la memoria de los desaparecidos y fusilados, cuando no salta algún caradura diciendo cosas que horrorizan.

      Eliminar
  4. Cuanta razón tienes Fackel, al final ellos saben que la vida sigue, los muertos se entierran; las ilusiones, también...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo primero en enterrar -o paralelo a los desaparecidos o a las humillaciones- es la misma dignidad de los asesinos y de quienes les justifican, Josep. Esos están siempre enterrados. La pierden en el instante en que en su mente conciben el acto criminal; despúes las justificaciones y patrañas para justificarse, a base de alterar los hechos y escribir ellos SU historia, no les pueden salvar.

      Eliminar
  5. Y sé todos los cuentos...

    ¡Qué actuales siguen siendo sus palabras!
    A mí me sigue poniendo los pelos de punta su "Vencidos".

    Un beso fuerte.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La vida está repleta de ese tipo de cuentos...

      "¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
      y llévame a tu lugar;
      hazme un sitio en tu montura,
      caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
      que yo también voy cargado
      de amargura
      y no puedo batallar!"

      La vida toda está abierta, Paz. Un abrazo.

      Eliminar