"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 19 de abril de 2011

Malena S. / 9



Malena y yo nos miramos con complicidad y, no obstante, sorprendidos. Jan nos estaba ofreciendo la ciudad desde su vivienda en la zona alta. ¿Mero goce visual o había mensaje oculto? Lo estaba haciendo por partida doble, mostrándonosla físicamente y utilizando una metáfora. Y nos estaba tentando. Pero, ¿qué querría obtener a cambio? Jan es un hombre que, tras su aparente campechanía y su corrección, oculta un ser atormentado. Sé que hace tiempo mantuvo un vínculo con Malena y que todo había terminado. ¿Qué podía pretender ahora? Hay seres que solo pretenden la tentación por sí misma. Poner en un brete al otro, hacerle dudar, provocar que se desajuste. Tal vez fue eso lo que intentó el demonio con el profeta mesiánico o lo que el doctor Faustus sufrió en sus carnes por el acecho de Mefistófeles. Pero, ¿no es acaso ésa la historia cotidiana? ¿Lo que sentimos en nuestro interior, tomando un camino u otro, sucumbiendo o no a las propuestas contradictorias que se nos brindan? La tentación, ¿persigue conseguir un fin material, la riqueza, pongamos por caso, el amor, el poder...o su objetivo es ponernos a prueba para decidir sobre nuestra resistencia? Malena me miraba inquieta y con unos ojos que delataban cierto horror. Malena sabía mucho de Jan y yo, simplemente, era un advenedizo. Pero su mirada pedía socorro. Creo que en la que yo le devolví percibió mi apoyo. Entonces, Malena no quebró. Me agarró del brazo, me llevó hasta el borde de la barandilla y trenzó sus dedos en los míos. Es bello el perfil que traza el Vltava con sus meandros, ¿verdad?, dijo con firmeza y cierto aire de enajenación. Jan permanecía distante, como absorbido por la perspectiva, acaso fingiendo que había sucumbido un día más a la belleza de la visión. El Hrad destacaba al otro lado entre las brumas que se extendían descendiendo hasta Malá Strana, aquella ribera donde la humedad y la calma hace que te evadas de la imponente tiranía de los días.

4 comentarios:

  1. ¡Muy interesante tu blog! Karl Kraus era magnífico, lástima que sus juegos linguísticos sólo se disfrutan bien en alemán.
    Saludos

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  2. Fackel:

    me admira tu imaginación y tu capacidad para declinarte en varias lenguas,

    si viviéramos en otros tiempos, me habría gustado que fueras el sabio cuentacuentos de la tribu; te habría escuchado hasta caer rendido de sueño, junto al fuego,

    échale un ojo a la última entrada que he subido; creo que también es un regalo para ti, como lo ha sido para mí, una de esas cosas que te atraviesan y desmenuzan, ya sabes,

    un abrazo que huye del delirio balompédico

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  3. Desocupado, gracias por dedicar tu tiempo a perderlo aquí. Kraus era un enrevesado y dudo de que ni en alemán los del viejo régimen austro cogieran todos sus maties. Tenía su método y hacía un ariete de él, aunque ignoro los resultados.

    Salud y por aquí andamos.

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  4. Stalker amigo. Uno tiene que soñar de vez en cuando bajo los parámetros más inesperados. Sentir (o imaginarlo) cómo siente el otro siempre ha sido una obsesión. Tu imagen sobre mi como cuentacuentos me halaga. Me imagino viejecito recabando la atención de los iniciados. ¿No fue ése el origen de la narración?

    Miraré tu sugerencia, ya he pedido a mi librera el último Chantal.

    Cuidarse siempre, Stalker. Vamos a tener que hacerlo.

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