viernes, 28 de enero de 2011
Mi ojo / 7
El abuelo de Eisuke tiene un taller cochambroso donde repara bicicletas. Nos ha prestado una a su nieto y otra a mí y nos hemos acercado los dos hasta el viejo molino. A nadie le cae bien el molinero. La gente dice que es arisco y que tiene antipatía por los niños. Cuando su mujer vivía con él no era de esa manera, dicen. Pero un día su mujer le dejó plantado por un suboficial de la compañía que estuvo haciendo maniobras por la zona y a él le cambió el humor. La gente le juzga a la ligera por su carácter, pero ¿quién puede afirmar que haya cometido falta alguna?
Hemos llegado sin hacer ruido, bajándonos de la bici y aproximándonos a pie. Era una novedad para mí merodear por la casita y ver cómo un pequeño ramal del río se desvía para meterse por debajo del molino.
- Sois decididos, chicos. Nadie viene por aquí como no sea para que le muela el grano. Me pagan, mal pero me pagan, y se van.
El viejo Gonkuro estaba sentado en un banzo bebiendo sake y hurgándose la nariz. Al ver nuestro gesto de echar mano al manillar y poner un pie en el pedal, rebajó el tono quejoso de su voz.
- No, no os marchéis. Mirad las riberas del río, podéis contemplar libremente su curso y el paso de los patos que vienen de más arriba. Recoged moras y flores si queréis. La naturaleza no debería ser propiedad de nadie. Yo nunca he tenido nada. Ni siquiera el molino es mío. Yo solo soy dueño de mi soledad y de mi miseria.
Me impresionó su aplomo calmo y su dolorida resignación. ¿Éste era el molinero al que tanto despreciaban y temían los aldeanos? Eisuke me miraba con ojos de espanto, pero no pude contenerme.
- Díganos, Gonkuro, ¿dónde han ido a parar los hombres de este pueblo?
El molinero puso cara de asombro. Las facciones se le relajaron. Hasta me pareció que había una pinta de alegría entre sus arrugas. Echó una carcajada interminable y se metió en la casa. Le oí decir entre dientes: Maldita chica. ¿No sabes que preguntar en estos tiempos es una maldición?
(Fotografía de Eikoh Hosoe)
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a esta asturiana se le emociono su corazón y su alma con tu bellisimo texto, un besin muy grande y gracias por deleitarnos con tu riqueza de textos cargados en sentimientos.
ResponderEliminarOzna astur. Me apabullas. Estas letras son como un paseo. No quieren ser otra cosa.
ResponderEliminarBuena noche.
Me alegra comprobar que quien escribe este blog posee una sensibilidad y un talento excepcionales.
ResponderEliminarProcuraré visitar esta bitácora con frecuencia.
Cordiales saludos desde Andalucía.
Me parece que exageras, RAFAEL. Puedes pasar por aquí, no obstante, cuando gustes.
ResponderEliminarSalud y temple.
Fíjate, Fackel, que me cae bien el molinero. Se parece mucho a un personaje que, digamos, me persigue, en mi cabeza, claro. Creo que he querido escribirlo siempre, pero lo dejo, lo dejo. Es un viejo amargado y resentido, pero tiene buen corazón. El caso es que me sentí identificada. Hoy he tratado de ser lo más objetiva posible al leer, me gustaría hacerte alguna observación útil, qué se yo... pero no sé, me gusta lo que leo, sencillamente. No me hace ruido lo que escribes, mas bien me agrada.
ResponderEliminarSi te persigue un personaje, Susan, persíguelo tú a él, hasta que des en la clave. Así que espero que esta identificación de la que hablas con el molinero del texto te empuje a intentarlo. No lo dejes. Hay tantos personajes por ahí fuera que sólo nos empiezan a interesar cuando nos significan. No sé por una manera de comportarse que nos roza, por un espíritu especial que muestran, por su enigma, por su anonimato...
ResponderEliminarSi rechina lo que digo dímelo enseguida para engrasar las palabras. Gracias, Susan.