Cuando leo o escucho estos días noticias sobre acontecimientos inicuos ya no me turbo. Me indigno. Me gustaría mostrarme paciente. Me cuesta. Trato de analizar los hechos, pero todo se sucede vertiginoso e incierto. Me siento limitado. Sigo las argumentaciones que provocan una sucesión de actitudes indignas. Me sobrecojo. Busco entonces las miradas de otros perplejos como yo. No las encuentro. Acaso sea ése el precio de la perplejidad. Una confusión momentánea, como la de un individuo a quien acaban de revelarle que tiene una enfermedad. Y luego piensas: se veía venir. ¿Será verdad que las tinieblas son el horizonte, como ocuparon los caminos dejados atrás? No quiero pensarlo. Durante los últimos tiempos llegué a creer en una cierta entidad esperanzadora para la categoría humana. Por supuesto, me refiero a aquella manera constructiva y dialogante de hacer las cosas entre humanos. A mi generación no nos enseñaron a esto. No nos enseñaron a nada. Ni a convivir, ni a escuchar, ni a respetar, ni a intercambiar pareceres. Ni la enseñanza ni las instituciones procuraban por el individuo. Matizo: por el ser. Si acaso, en las familias, y depende de cómo fueran éstas, y aun así muy limitadamente, podían hallarse ciertas líneas que nos proveyeran de un modo de conducta digno y tolerante. Condición número uno: sobrevivir o, dicho en plan casta, tirar como fuese para adelante. Luego cada uno vio lo que tenía delante de una manera. Pero ya era tarde. Así que no me enseñaron. Y sin embargo, aprendí. Dejé de creer en lo obligatorio, en aquello que como marca de res me colocaron a fuego en las capas profundas del inconsciente. Dejé de fiarme de los infiables. Dejé lo tenebroso porque vi luz. O creí ver luz. Hoy no lo tengo tan claro. O no me basta con la que tengo. Quiero como el alemán de Frankfurt clamar por más cantidad y más calidad de luz. Me niego a agobiarme. Sé que todo está resultando el reflejo de la aplicación del puro y duro valor mercantil a la convivencia y al derecho. Y a ello hay que sumar la indecisión, la ceguera y la falta de bondad de una sociedad que no se reconoce. Acuso un cierto cansancio. Uno quisiera sentarse a descansar. Los corredores de fondo también se cansan. Pero ni los bancos le dejan a uno espacio cómodo. También están impregnados de la turbiedad abyecta que manifiestan ciertos hombres. Esperar a capear el temporal. ¿Sólo? ¿Sin resistencia?
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Fackel, venga, que traigo un paraguas, ponte un impermeable y vamos a sentarnos en ese banco. Verás, se puede estar muy bien allí tambien. No recuerdas la lluvia cuando éramos pequeños, era una fiesta. Saltar con las "Katiuskas" sobre los charcos, ver navegar trocitos de papel. Imaginar océanos en ellos.
ResponderEliminar¿No nos enseñaron a vivir? Yo creo que sí, sin querer puede ser, pero lo hicieron. Al menos lo estamos haciendo, ¿no?
Cada época tiene su baile y sus máscaras. El guíonista esta vez ha propuesto una obra de realismo mercantil.
El oscar se lo lleva la globalización económica.
Aplausos!!!, reverencias!!! Pasen y vean, compren, consuman, hasta en su tiempo de libertad. Y paguen, paguen por vivir!!!
Cansancio pero no deserción, eh!
Hala, a rebuscar las botas de agua por los armarios y a coger caracoles!!!
Un beso y fuerza, hermano.
Otro dijo:
ResponderEliminar"Mi reino no es de este mundo".
ahora que lo "pillo" se que el mío tampoco.
ya no hay resguardos para el orden social, nos come con patatas, así que a salir "volaos" del gallinero, !no!, mejor dicho, humanero.
La Luna el domingo empieza a menguar, espero me serene.
buena noche buen hombre.
Jope, que me coge a mi la garganta la humedad...Pero, demonios, qué recuerdo tan tierno me traes, nada menos que las katiuskas. Yo estrenaba todos los años, no estaba desprovisto, no. En efecto, me enseñaron a vivir con katiuskas.
ResponderEliminarAh, y era un especialista en buscar y coger caracoles, aunque los limacos, o babosas, eran tabú. En efecto, me enseñaron a buscar caracoles. Ah, y el banco, ¿a que es bonito el de mi foto? En uno parecido me sentaba con el barquillo de un barquillero, y más tarde con la primera paranovieta. En efecto, me enseñaron a sentarme en un banco, a comer barquillos y a acompañar tímidamente a una novieta. ¿Sigo?
No he perdido el humor, sólo que lo tengo enjaulado. Estos son tiempos de recogida de corruptos.
Un beso manque me jarten los de siempre.
Ni hablar, Tula. Éste es tu territorio, como lo es el mío. De irse, que se vayan ellos, si quieren, faltaría más. Y no te preocupes, crearemos madrigueras si es preciso. En alguno de los círculos concéntricos de la piedra que cae al arroyo y los forma podremos estar, digo yo. Y de momento, avanti el creciente...fértil. La imaginación y la resistencia.
ResponderEliminar(Ya ves, Saga, parezco un predicador...oh, qué horror)
Don Tula.
ResponderEliminarLuna llena es le martes día 30 a las 2,35 horas.Salvo que me confunda, que suele ocurrir.
Sagardiana es un nombre muy bonito, aunque ignoro su significado ¿ sería posible saberlo? Gracias
Iba al colegio con zapatos Gorila y tenía katiuskas también. Me gustaba mojarme los pies y me las quitaba aunque sabía que mi madre me reñiría cuando llegase a casa. No me importaba.
Ahora que dice estar de predicador
¿Puedo decir amén?
Ni me sulfuro, ni me indigno.
He luchado, he sufrido lo suficiente pasa saber que no quiero más.
un abrazo a todos
Aquí, por Aragón "sagardiana" significa "lagartija" o "salamandra". Son diferentes pero las llaman igual.
ResponderEliminarAquí, yo tambien pienso que "Aquí me quedaré" es bonito, de hecho es mi filosofía.
Un beso y buena tarde.
Muy expresiva, Aquí, está bien. Es elogiable que ni te sulfures ni te indignes. Qué bárbaro, ¿de qué madera estarás hecha? Uno es todo lo contrario y necesita volcarlo con harta frecuencia.
ResponderEliminarBuen descanso.
Muchas gracias, sagardiana.Me gusta conocer el significado de palabras que me gustan y desconozco.
ResponderEliminarAquí me quedaré es parte de una canción de Milanés. También tiene sentido para mí.
Fackel. No quiere decir que no sufra o padezca.
Si algo puedo hacer, me pongo en marcha y lo hago.
Si nada puedo hacer, me quejo sin enfadarme.
A mi edad debo conservar la energía.
Saludos y buena noche
Aquí. Evidentemente, debe ser una virtud. O un don. Le felicito. Presérvela.
ResponderEliminarBuen descanso.