Dulce es su fruto en mi boca...
(El Cantar de los Cantares)
Tal vez la mitad de una manzana no sea una parte, sino el todo.
Y no haya interior y exterior, sino la imagen dividida.
Las imágenes partidas nunca representan el todo, tampoco la parte.
Son sólo extravíos que acontecen cuando los objetos se buscan.
Ni en la oscuridad ni en el silencio la materia pierde su forma.
La materia no deja de ser, simplemente porque desde este lado no la contemplemos.
Con mayor razón a veces se convierten en duda ante las miradas que no saben mirar.
Ante aquellas que desean respuestas fáciles, que justo son las improbables.
Quien busca sus medidas busca lo irrecuperable .
Porque las medidas no representan sino la ficción.
No midáis nunca, no fechéis, no machaquéis con cifras.
No apliquéis la aritmética a lo cambiante de la vida.
Sería negar su propia esencia.
No es que adultere las formas de los cuerpos, sino nuestra capacidad de acceder a ellas.
Las formas se encuentran en el infinito, justo lo que jamás tocaremos.
Y es probable que lo convexo y lo cóncavo se miren en el espejo del deseo recíproco.
Ni una se siente el todo ni la otra se percibe la mitad.
Sino sólo el instante de la partición.
Donde siempre otras particiones son posibles.
O acaso es la luz, la luz que todo lo abre, la que todo lo fracciona.
Incluso para los ojos torpes y la mente que no desea saber.
Lo profundo se abre y lo superficial torna al éter.
Quien no sabe esperar no degusta el fruto de la sorpresa .
No cata la dimensión de la forma irrevocable de la vida.
(Eric Kellerman fotografió)
No se por qué será, pero, de entre todos los poemas que he leído en tu blog, hasta el día de hoy, 28 de diciembre de 2009, elijo esta antorcha de palabras, que dibuja el infinito como porvenir y la sorpresa como futuro.
ResponderEliminarSalud y camino, hermano Fackel.
Gracias, Sagardí. Me gusta que la denomines antorcha de palabras. Muchas veces no sé cuando la enciendo si ilumino algo, siquiera para mi mismo, o me prendo a lo bonzo.
ResponderEliminarLa manzana demediada me dio la clave.
Salud y senda. Porque a punto de un Jacobeo, entre la atracción turística y el fundamentalismo católico, nos van a dar la vara.
Me quedo con el camino de Antonio Machado.