Primero, el destello de una noche olvidada.
Después, una vorágine de cielos encendidos.
Más tarde, la cascada de sabores
una pléyade de visiones que no cesan
y una infinidad de registros que se transforman en ecos.
Siempre en pie la mirada inicial.
Curiosidad latente.
Sortilegio con la luz.
Pulso de la sangre con las tinieblas.
Honda respiración.
Crepitar de suspiros.
Preguntas sin interrupción.
Alma que se entrega.
Senda de los instintos.
El hombre perplejo prosigue.
....O la mujer perpleja prosigue.Aun sin haber foto que la refleje.
ResponderEliminarA los perplejos no les queda opción, Aladelta. No tienen marcha atrás. Sólo se les muestran caminos. Sólo se les brinda encrucijadas. Sólo se les ofrece el enigma. Abocados a optar, prosiguen y resisten. Pero tienen un límite. Su tensión puede agobiarles, su desconcierto les oprime, su sentido de la libertad y del deseo les acucia. Su mejor foto es el recorrido incierto y agitado de su sangre. ¿No le parece?
ResponderEliminarPermítame esta adaptación particular del espíritu de Maimónides al alma de los caminantes perplejos.
Buenas noches.