sábado, 22 de septiembre de 2007
Inutilidad
Un sol equinocial se asoma a mi cuarto. Bueno, él no. Apenas se trata de un leve mensajero que se filtra entre los listones de la persiana. Luego me asomo a la calle y veo que las fachadas se parten en dos. Qué presagio tras las líneas oblicuas que delimitan tajantes las sombras y la luz tibia. Entonces me paro. Detengo mis pensamientos y me ordeno: tienes que hacer de tu día un día inútil. Que no sirva para nada, me digo. Que su grandeza sea su abstracción. Que su capacidad sea su vacío. Que sus horas no transcurran. Que lo inaprensible te llegue. Que te prive de las sensaciones. Que la emoción sólo sea un rostro ausente. Que la memoria se relaje. Y en eso estoy.
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