Continua el vuelo. Por estas fechas, hace un año, inicié el despegue del blog. Al principio, me acogí a la advocación de Karl Kraus. Nada más lejos de mi intención que tratar de emular a este personaje genial. Con mis límites y mis deficiencias jamás hubiera podido seguir mínimamente su ejemplo. Pero semejante figura periodística y literaria constituía una referencia vigorosa respetable y admirada por mi. Kraus fue ya demasiado para su tiempo. En nuestros días y en nuestro medio no se conoce un vapuleador de su calibre. Su capacidad y su tesón nos superan. Hoy abundan los comentaristas de tres al cuarto en las tertulias radiofónicas, televisivas y en la prensa. Pero ninguno hay que se la juegue como se la jugaba Kraus. Me gustaban sus aforismos, me apasionaban sus dichos y contradichos, me cautivaba su capacidad crítica sobre una sociedad (la austríaca del imperio fenecido) y un tiempo en descomposición (la correlación de culturas, naciones y fuerzas europeas del primer tercio del siglo veinte) Ha llovido tanto desde su época. Y sin embargo, su actitud rebelde, su capacidad analítica, su persistencia desguazadora siguen estando vivas. ¿Pero quién las retoma en nuestros días? Sé que existen hormigas laboriosas de la inteligencia crítica, que probablemente poca gente escucha. Pero hoy todo es tan etéreo, tan veloz, tan escasamente serio, tan insustancial. Es como si la realidad fuera más virtual, como se dice ahora eufemísticamente. Hace un año me limité a recoger la imagen de Karl Kraus como símbolo. A invocar su nombre como homenaje. A utilizar el título de su publicación tenaz y fustigadora como cabecera de mi modesto blog. Uno de sus aforismos, La mitad del tiempo se la pasa resistiendo, la otra mitad indignándose parecía un lema hecho a mi medida. Cuanto más escribía sobre la percepción que yo tenía de las cosas, más me alejaba de él en cierto modo. Mi incapacidad para objetivizar mis desasosiegos no me ha frustrado. He hallado otras maneras de contarme a mi mismo las cosas que voy comprobando. O de soñarlas. O de imaginarlas. O de reiventarlas. O de desfigurarlas. O de destruirlas. No pretendo con ello proveerme de carácter profético ni necesariamente acertado. Sería un majadero si me lo creyera. Lo mío es bestialmente subjetivo. Escribir desahoga. Libera en cierto modo. Consuela de los sinsabores del día a día . Y al fin y al cabo con ello se aspira a que la calma -calma, mucha calma, que se decía y se recomendaba el personaje de una de las novelas de Carmen Martín Gaite- se instale más sólidamente en la propia vida interior de uno mismo. Y si no, siempre nos queda la posibilidad de que perezcamos todos en el desasosiego que produce admitir la verdad. ¿Tendría razón Karl Kraus cuando decía aquello de no se debe aprender nada más que lo que es imprescindible contra la vida?
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Continuar el vuelo es una buena señal, ¿no?, aunque no siempre se sepa el destino. ¿O el destino de un blog es sólo la exploración? Saludos.
ResponderEliminarJoder, pues yo qué sé. Como todo. Todo, todo, es exploración y el día que no lo sea, pues ya se sabe, in articulo mortis...que también a su modo y manera resultará una exploración, sólo que ya no nos quedará fuerza para la segunda parte: el relato de los hechos. Jajaj.
ResponderEliminarY sí, tienes razón abundante: buena señal seguir volando. Eso sí, no me preguntes ahora en qué direcciones. Que siga.
Buena noche septembrina.