Es lo más bello que el hombre ha encontrado hoy. A veces piensa que si cada día hallara algo así, el resto de su vida estaría justificado. Como una pantalla de cinematógrafo, a punto de anunciar una película donde el tiempo se hunde en raíces desconocidas. Las hileras de ladrillo de la fachada sostienen una realeza decrépita. Tras el ventanal la actividad permanece marchita. En su reflejo, las ramas de los árboles mantienen la esperanza de una renovación incierta. Las nubes certifican el transcurso. La madera, dada de sí, ha perdido su lustre. Sólo las vetas testimonian su naturaleza auténtica. Hay un aire de resistencia, que no de orfandad. Hay un sigiloso desfile fabril que los ocultos cuarterones no detienen. Como un vigía, la ventana sólo anuncia el instante detenido. Rechazan el olvido. Contemplan su propio alma. Metamorfosis imposible de la arquitectura. Anclaje en la severidad.
martes, 7 de agosto de 2007
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