Hay días en que el cansancio da la alarma. En que comprobar agota. En que el desencuentro dentro de uno mismo crece. En que el tránsito te parece poco viajero. Y entonces se duda. Y uno desea que llegue la noche. Pero las noches acogen mas no abrigan lo suficiente. Como paréntesis las noches cumplen su papel: los sueños nos hacen creer que no saldremos de ellos. Cuando despiertas, te crees renovado. Pero qué es lo que nos engaña, ¿los sueños o la vida ordinaria? Reproduces el ciclo por otras veinticuatro horas y te aferras a alternativas que piensas que te compensan. Es decir, que equilibran tu sabio mundo de sensaciones. No siempre tienes tiempo de leer cuanto deseas para sentirte reconfortado. Como no siempre puedes pasar una agradable tertulia con amigos, admirar desde lo alto un valle, mirar de frente unos ojos, hablar con tu hijo o contemplar emocionado el mar. Intentas escribir. Sin orden, sin apremio, sin ideas preconcebidas. Sólo porque rabias, sólo porque te ahogas, sólo porque no te gusta algo. Luego descubres que todo es por lo mismo. Y porque tú no quieres ni puedes pasar sin latir por el mundo. Y al leer Pensar, de Vergílio Ferreira, te enteras de que no eres el único, y te consuelas en su experimentación y en sus palabras...
Escribir. ¿Por qué escribo? Escribo para crearle un espacio habitable a mi necesidad, a lo que me oprime, a lo que es difícil y excesivo. Escribo porque el hechizo y la maravilla son verdad y su seducción es más fuerte que yo. Escribo porque el error, la degradación y la injusticia no han de tener razón. Escribo para hacer posible la realidad, los lugares, los tiempos, a los que esperan que mi escritura los despierte de su manera confusa de ser. Y para evocar y marcar el camino que he realizado, las tierras, las gentes y todo lo que he vivido y que sólo en la escritura puedo reconocer porque en ella recuperan su esencialidad, su verdad emotiva, que es la primera y la última que nos une al mundo. Escribo para hacer visible el misterio de las cosas. Escribo para ser. Escribo sin motivo.
(Foto del libro paginado: Liliana Gelman. Al lado, fotografía del novelista portugués Vergílio Ferreira)
Leer y escribir...el mejor antídoto contra las ratas...y los rateros... Viva la dignidad.
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