"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 11 de diciembre de 2006

Salud y sueño



Cuántos siglos os contemplan, cuántas correrías y cuántas vicisitudes. La España profunda os parió, os exigió, os desgastó y tú tiraste siempre para adelante. No huyendo, sino tomando la iniciativa. Los dioses -la tierra y su intermediaria tu madre- te concedieron un cuerpo de justa apariencia pero de una capacidad desmedida para afrontar, para adaptarte, para sobrevivir. Debiste robar también algo del fuego de los demiurgos, se te notaba. Eras el último. Ahora, la foto recordatorio se ha quedado en foto fija, para siempre. La fotografía que a tu mujer no le gustaba nada, recuerda cuando ella os tildaba de zarrapastrosos y la escondía.

Y al final, también siempre el enigma. Y al final, además siempre el misterio. ¿Por qué tú fuiste el más resistente entre todos los resistentes de la Tierra? Ay, viejo corredor de fondo, sagaz mesetario que nunca aceptaste morir sin más ni más. Cómo te lo sabías. Qué bien lo has llevado. Qué claridad en tu decisión más imparable.

(Y como me gustan las palabras, porque me salvan, te lo digo: yo te seguiré saludando, padre tierra, padre resistente, padre mío, más allá de la nada)

Rescato un poema del mejicano Jaime Sabines para celebrarte en la memoria.

Soy mi cuerpo


Soy mi cuerpo. Y mi cuerpo está triste y está cansado. Me dispongo a dormir una semana, un mes; no me hablen.

Que cuando abra los ojos hayan crecido los niños y todas las cosas sonrían.

Quiero dejar de pisar con los pies desnudos el frío. Échenme encima todo lo que tenga calor, las sábanas, las mantas, algunos papeles y recuerdos, y cierren todas las puertas para que no se vaya mi soledad.


Quiero dormir un mes, un año, dormirme. Y si hablo dormido no me hagan caso, si digo algún nombre, si me quejo. Quiero que hagan de cuenta que estoy enterrado, y que ustedes no pueden hacer nada hasta el día de la resurrección.

Ahora quiero dormir un año, nada más dormir.





11 comentarios:

  1. "padre resistente, padre mío, más allá de la nada" me han emocionado hasta el escalofrío estas palabra.
    Un gran abrazo Fackel

    ...que la tristeza se haga palabra

    ResponderEliminar
  2. Quiero entender, entiendo. La figura del padre se diluye entre la luz de los vivos que quedan. Hasta ahora las preguntas, ¿no? Ahora las preguntas y los enigmas. Conjurar la muerte con la palabra: viejo desafío, si no invencible, al menos disuasorio, postergador. Necesario, al fin. Ánimo, F.

    ResponderEliminar
  3. He venido aquí un anho antes, para arropar un poco. En el silencio.

    ResponderEliminar
  4. No sabes bien cómo me arropa tu sensibilidad. Me conmueves, de verdad, qué detalle el tuyo. Qué bien has leído los mensajes. ¿Sabes? La vida empieza a materializarse de otra manera en la hora de la memoria (o del recuerdo, como quieras llamarlo)Todo se comprende mejor cuando ya no es, parece mentira. ¿Por qué? ¿Por el distanciamiento definitivo? ¿Por el transcurso temporal? ¿Por la madurez asumida y forzada de uno mismo? ¿Porque la memoria es más que recuerdo, es decir, es racionalización sensorial, refleja, desvelada? ¿Porque todo empieza a saberse de otra manera cuando no hay compromisos, obligaciones, dependencias...? ¿Porque la muerte relativiza como nada todo el pasado, todo lo que fue, todo lo que aconteció? Me haces pensar. Y yo sólo tengo preguntas entre mis manos (como susurro: gracias, par49)

    ResponderEliminar
  5. Ah, en el post anterior, el tema era el mismo (la foto de Molder era la excusa) Como dice el post, la marcha se había iniciado. Fue emocionante verle irse. Yo no sabía cómo arropar su soledad, pero tenía que ser así. Una soledad poderosa, digna, aceptada. Morimos solos, más solos de lo que hemos vivido. Tiene que serlo. Es el gran triunfo: la muerte nos proporciona la conciencia de la identidad total. Asumirla en soledad es imprescindible. No molesten al que se va, que diría Maiacovski. La expectación del nacimimiento es otra cosa: demasiada gente del presente o pasado alrededor. Una celebración, en fin. La expectación de la muerte es tibia: apenas queda gente del pasado, en este caso, prácticamente nadie; pocos del presente. No nos atrevemos a la celebración (¿por qué? ¿porque concebimos estúpida y ciegamente la muerte como tabú?)ni sabemos estar, ni tenemos nada que ofrecer al hombre que embarca. Qué diferente todo, ¿verdad? Y él moribundo, que parecía que ya no estaba, tuvo que escuchar de mi voz una pregunta que le exigía un acto de fe: ¿Verdad que nos quieres? Y él respondió -con fuerza sacada del último rincón de su energía casi apagada- con una contundencia y un tono que me reveló que uno es al final como siempre ha sido.

    (Perdona mi debilidad, y aunque seas una desconocida no me duelen prendas una confesión así. Gracias)

    ResponderEliminar
  6. Te estoy escuchando atentamente, Fackel. Sigue, estoy aquí.

    ResponderEliminar
  7. "Pues claro". Eso dijo. (Siempre fue tan austero y contundente como inseguro al manifestar sus emociones más sentimentales) Gracias, buen descanso. Gute...

    ResponderEliminar
  8. Entiendo tus preguntas, y cuando digo entiendo quiero decir, me uno a ellas. En el horizonte no hay nada escrito por mucho que allí perdamos la mírada y seamos pájaros de vuelo distraido sin destino cuando uno interiormente se pregunta ¿Porque todo empieza a saberse de otra manera... ?


    Qué más da que yo sea una desconocida. Algunas de las cosas más emocionantes, más bellas que me han dicho fueron de un desconocido al que yo visitaba en aquella residencia. En algún punto,sabiamos que era esa la clave, ser desconocidos y nos necesitabamos mutuamente.

    Gracias a ti por la confianza. Tu debilidad,esa de la que te excusabas, me reconforta. El hombre inseguro que responde austeramente me emociona, lo veo en otros hombres.Me guía.
    Que duermas sereno, y manhana tengas muy buen día. Un abrazo.

    ResponderEliminar


  9. La foto me trae al recuerdo al abuelo que no conocí y que también salía de caza, aves por lo que tengo entendido, las traía a casa orgulloso pues contribuía a poner comida en la mesa y eran tiempos en los que todo aporte era bien recibido.
    Y ese poema de Jaime Sabines es muy elocuente. No siempre es respetado el deseo del que desea descansar, esa idea de que otros saben mejor lo que quieres que tu mismo. Por desgracia caemos en ese querer abrir los ojos al otro demasiadas veces, lo digo a título personal.

    Buena jornada por delante!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como uno no abra los ojos por sí mismo está apañado. Siempre hay un instante en que es posible. Y el último suspiro debe ser muy clarividente, pero no permite reaccionar. No creamos tanto lo de que tenemos un cuerpo. Es el cuerpo mismo el que nos posee a nosotros y estamos a su merced.

      Eliminar