"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 23 de octubre de 2006

Robert Capa





De haber vivido habría cumplido hoy noventa y tres años. Una excusa tonta para que yo le traiga a colación aquí. Porque, ¿qué podía vivir de más un hombre que trazó una frontera indefinida y permanente entre su vida y el riesgo?

La fotografía sobre los tipos de este país dado en llamar desde muy antiguo España no hubiera sido la misma de no haberlos registrado un tal Ernö Andrei Friedmann. Este hombre de Budapest, nacido un 23 de octubre de 1913, cubrió una de las facetas más arduas y espeluznantes de la vida humana: la guerra. No sólo en España, donde su compañera Grenda Taro murió en el frente de Madrid, sino en China, en diversos países durante la Segunda Guerra Mundial y en la Indochina entonces francesa, donde finalmente halló la muerte a pie de foto.

No sé si era el poder y la seducción de la cámara lo que le arrastraba o el encendido arrojo por las situaciones difíciles de su tiempo o la atracción humana por los variopintos pobladores de las tierras o las causas utópicas pero justas que llevaban camino de ser perdidas. Acaso de todo un poco. Trasuntado para la posteridad en Robert Capa, el húngaro internacional hizo documento, y por lo tanto lenguaje, de sus tomas en la guerra civil española.















No puedo por menos que incluir aquí como homenaje a Robert Capa un poema cargado de métáfora del inmenso poeta peruano César Vallejo...

Masa

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vió el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…

10 de noviembre de 1937


Grenda Taro y Robert Capa, en París, en 1936.


5 comentarios:

  1. El mejor fotógrafo de guerra, sin duda. La documentación que hay sobre la guerra de los españoles es enorme. Ya podían hacer más exposiciones con su obra.

    ResponderEliminar
  2. Estoy de acuerdo contigo, Pardo, y con lo que dice Fackel de la galería de tipos españoles que registró Capa. No tienen pérdida esos mismos dos milicanos de las fotos, parecen sacados de un cuadro de Goya o incluso de un film buñuelesco. Claro, que la materia prima era aproximadamente la misma. Pero las fotografías de situaciones no le van a la zaga. Lo asombroso es que Capa daba la sensación siempre de haber estado allí. La paradigmática foto del miliciano que cae abatido por las balas en Cerro Muriano, con sus secuencias anteriores inclusive, revela la talla del húngaro. Pero como ella hay tantas...Me parece formidable el homenaje a Capa, de verdad. Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Las caras de los españoles que nos transmite Robert Capa nos resultan tan lejanos...¿O tal vez no?

    Era único, sí señor

    ResponderEliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  5. No Sebastian, no nos resultan lejanos. Son los rostros de la memoria.
    Gracias Fackelpor acercarnos a Capa. No sólo fue un fotógrafo de guerra, efectivamente. Nos ha dejado algo que no debemosolvidar: el dolor y la pérdida de un pueblo en blanco y negro.
    Buenas noches

    ResponderEliminar