Me importa un pito que las religiones anden a la gresca. Que el del solideo blanco critique al del turbante negro. Que uno quiera ir de bueno señalando que el otro va de malo.
No me deja de importar la simplificación de los problemas, la falsedad de las teologías de las castas y la persistencia de la parte oscura de los mitos.
Podría respetar el mundo etéreo de las creencias en medio del mundo indagador de las ideas, siempre que aquéllas trataran de ser no ya razonables, que sería pedir peras al olmo, sino al menos respetuosas y cooperadoras con las reglas de las sociedades civiles. Allá cada cual si quiere tener su visión del mundo con argumentos de ficción e incomprobados: pero por favor, y soy consciente de mi ingenuidad, ruego que desistan de tratar de imponerlos. Sospecho que, como tantas veces a través de la Historia, tras las religiones se solapan pugnas de poder, extensión de dominios e imposición de intereses clasistas. En connivencia con otros poderes fácticos con los que concuerdan. Da igual la religión que sea.
No deja de ser paradójico que el alto representante católico de Dios en la Tierra condene la yihad de los musulmanes. ¿Cuántas yihads cristianas han existido? Al menos, y por no remontarnos más atrás, desde las Cruzadas a Tierra Santa impulsadas por reinos cristianos medievales hasta la Guerra Civil Española, abiertamente titulada con igual suerte Cruzada, la hoja de ruta de la Iglesia está teñida de color sanguino. Sin olvidar ese fenómeno colonialista de las Misiones que las órdenes religiosas expidieron e implantaron, en ocasiones a sangre y fuego, por los territorios de los otros cuatro continentes. El currículum de la Santa Madre no es precisamente ejemplar y de ética reconocida.
Lo terrible e hipócrita de los conflictos interreligiosos es que ocultan problemas mucho más graves, como por ejemplo, la situación endémica de subdesarrollo, la negación de las libertades y los derechos humanos, la infravaloración de la mujer, la persistencia de regímenes autocráticos. Que no nos vengan unos y otros tirándose los trastos de sus divinidades y de sus libros sagrados a la cabeza, porque las disputas entre fes no pasan de ser riñas familiares, donde todos comparten la primogenitura pero riñen por el plato de lentejas.
A mi me pasa un poco últimamente como a Silvio Rodríguez, que todas estas historias me hacen soñar con serpientes. ¿Recordáis la canción? Su texto decía así:
Sueño con serpìentes, con serpientes de mar,
con cierto mar, ay, de serpientes sueño yo.
Largas, transparentes, y en sus barrigas llevan
lo que puedan arrebatarle al amor.
Oh, la mato y aparece una mayor.
Oh, con mucho más infierno en digestión.
No quepo en su boca, me trata de tragar
pero se atora con un trébol de mi sien.
Creo que está loca: le doy de masticar
una paloma y le enveneno de mi bien.
Oh, la mato y aparece una mayor.
Oh, con mucho más infierno en digestión.
Ésta al fin me enguye, y mientras por su esófago paseo,
voy pensando en qué vendrá;
pero se destruye cuando llego a su estómago
y planteo con un verso una verdad.
Me voy a la cama, a ver si al menos hoy sueño con sílfides.
Hola, Fackel. Tras tu enérgico y contundente post ya se ve lo que te importa o no un pito, como bien dices. Intuyo que sobre todo es un desahogo, necesario y en líneas generales comparto, por lo que disculpo cierta superficialidad y reduccionismo con que tratas el tema. La Iglesia, independientemente de su creencia obtusa y permanente en lo inexistente (argumento falaz para mantener sus provechos sobre lo existente)y de manera análoga al Islam, tiene una trayectoria más amplia, compleja y desigual de lo que la propia organización trata de mostrar. Es cierto que para unos temas es dogmática, impositiva, de doctrina obligada y con complejo de portadores de la Verdad absoluta (Mantener verdades absolutas es cómodo, afrontar y aceptar las concretas resulta un incordio) Pero como, mal que les pese, la componen hombres, y no querubines ni santos, y unos hombres muy peculiares, por cierto, y muy especializados en su labor, tanto que se traduce en una impronta profunda de casta, resulta menos homogénea de lo que parece a primera vista o si se escucha sólamente a los poderes vaticanos y episcopales en general. Muchos de sus componentes, vinculados sobre todo al Tercer Mundo tienen una sensibilidad y un sentido de la justicia en absoluto análogo al que tienen los príncipes de la Iglesia. No obstante, la tradición políticocultural que lleva encima, con sus pros y contras, y esa política de encaje de bolillos que practica no satisface con frecuencia ni a los de casa ni a los de fuera. Porque, mucho Dios y tal, pero hacen política como cualquier de ciudadano de a pie y a veces con una carta de ciudadanía que conciben soberbia y superior. pero el tema daría para largo. Porque, como dice el dicho, con la Iglesia topamos...
ResponderEliminarA mi lo que me fastidia es la prepotencia y el orgullo con que se manifiestan las cúpulas de las religiones. Ese estúpido y soberbio complejo de la exclusión del otro sólo se explica por la sed de poder. Y ya deja implícitamente claro Fackel que viene de muy atrás. Lo que sucede es que conocemos mejor el fenómeno de la Iglesia católica por haberlo sufrido (sic) en nuestras carnes. Por eso tenemos que hablar con conocimietno de causa de ella. Siguen si reconocer sinceramente sus propias ignominias y barbaridades seculares, y eso les sigue enredando peor que a serpientes. Todo en virtud de lo único que han sabido (y mal) hacer siempre: política. El invento de un presunto profeta que dicen que dijo supuestas verdades vino muy bien para levantar lo que algunos llaman la Primera multinacional del mundo. Pero ése es un tema colateral ahora mismo. Lo principal es dejar claro que todas las religiones juegan a política, construyen política y se benefician de la política, y el que tenga oídos para oir...
ResponderEliminarQue os vais a condenar, polémicos blogistas. Pero yo os absuelvo.
ResponderEliminarSebastian y Pardo, agradezco vuestros comentarios, ya veo que el tema es para embarcarse en debate sin fin. Recurrente y todo lo denso que se quiera. Pero hay que tocarlo.
ResponderEliminarAl menos, bienvenida Anabólica, el punto de humor nos salvará, ¿no?