domingo, 27 de agosto de 2006
Casida para los ojos de un chador
El infiel no sabe si Alá es grande (él es infiel) ni si existe con certeza ser alguno (él es bárbaro) bajo las letras doradas. Ve sólo una especie de antifaz desafiante y una mirada que no mira de frente sino a un horizonte más hondo, que no necesariamente está enfrentado. La mujer no es intuición, es tan real como la mujer del mundo de los bárbaros y de los infieles. Y además ella da la pista: las líneas limpiamente perfiladas de los párpados se yerguen altivas, sí, pero el rímel de las pestañas coquetea con el chador, y le disputa la belleza del negro.
Difícil traducir el gesto. Las almendras de los ojos mantienen unas aberturas desiguales: con un ojo te observa, con el otro te reta. O sólo es un pulso. Difícil saber si de civilizaciones, de políticas o de sexos. Y el infiel, pero sobre todo el bárbaro, se preguntan dónde empieza la sacralidad y dónde se diluye en cuerpo. Es el poder del enigma.
Sus ojos juegan con el alma del amante,
¡no te enfades, Señor, con sus miradas!
Ha cometido el crimen de adueñarse de nuestros corazones
y Dios lo considera como una buena obra.
Ay hermosura, la belleza es una de sus cualidades,
y la magia se esconde en sus movimientos.
Lo dice Ben Sahl de Sevilla, poeta andalusí converso (de lo judaico a lo musulmán), en lejanos y ya desconocidos tiempos en que las artes y las ciencias fecundaban los territorios peninsulares, sin mayor conflicto que la búsqueda, satisfecha o no, de la innovación apostando contra lo tradicional de la cultura. Como casi siempre, vamos.
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Me ha gustado mucho lo del pulso de sus ojos.
ResponderEliminarHay mujeres que deberían intentar un pulso-primero con ellas mismas- pero no las dejan.
Buenas noches
Echar un pulso es ponerse a prueba (es metáfora, pero también no- metáfora) ¿Se dejan a sí mismas? ¿Lo intentan?
ResponderEliminarLa vida (incluso la propia) casi siempre es un juego abierto.
Reflexión interesante sobre esas miradas que cautivan desde su propio cautiverio.
ResponderEliminarUn mundo desconocido para nosotros...
La seducción femenina, ay, siempre la eterna seducción.
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