¿Sabes, Xiao, que el viejo Qi nos deja leer los libros de segunda mano que tiene en su chamarilería? Xiao pone gesto de sorpresa. No sabía que además de trastos viejos, arramblados de mala manera, tuviera también libros el viejo oportunista, dice. Pero me sorprende más que os deje tocar y leer las revistas y los libros de los que otros se han desprendido. ¿Desde cuándo se está volviendo comprensivo y generoso? Bueno, no creas, Xiao, nos deja pero nos controla. Nada de pasar las páginas con el dedo untado de saliva, ni de revolver las revistas y mucho menos que rasguemos las hojas. Si ve que alguno rompe las reglas le manda para casa. Todo el mundo sabe, Cao, que Xiangzi ha sido siempre un gruñón y un tipo hosco. Con cuántos vecinos del barrio no acabó mal en el pasado por sus maneras despóticas y poco amables. Pero sobre todo porque de tapadillo era el usurero al que muchos recurrían para aliviar sus deudas. ¿De dónde crees que sacó tantos muebles y utensilios y a veces cédulas de propiedad? ¿De recogerlos en la basura? ¿Regalo obtenido por una bonhomía y colaboración que desconocía? Pues hoy no parece el mismo del que me hablas, Xiao. Ciertamente, que ahora muestre un temple más comprensivo y hasta saque una mansedumbre ignota en él es algo inédito. O está enfermo o los años le han restado aquella altanería y maltrato con que se dirigía a la clientela. O bien ha tenido una revelación que se nos oculta, apostillé riendo. Mira, Cao, la revelación de Qi ha sido siempre hacerse con los bienes del prójimo. Pero el cuerpo habla sobre todo para quien lleva el propio y ve a saber si no se encuentra próximo al fin de sus días. Al fin y al cabo no tiene familia y puede que quiera recibir in extremis nuestra complacencia. De momento, si ha empezado por dejar que invadáis pacíficamente su tienda es buena señal. Pero sospecho que por mucho que haga ahora no va a cambiar la imagen que tenemos todos de él. Por cierto, Cao, ¿sabes cómo le llaman muchos a Qi?
*Fotografía de André Kertész.