miércoles, 31 de agosto de 2011
treinta y uno de agosto (rien ne va plus)
…acechanza de la apatía, sentir un día más que tu reino no es de este mundo, y que tampoco deseas que lo sea, que algo no cuadra, que esto de tirar para adelante asintiendo y aceptando no resulta, no proporciona meta alguna, que se convierte en una bola que nutres y a la vez te engulle, que la engordas y automáticamente te aplasta, y que ni te gusta ser espectador ni protagonista, porque no quieres mirar como ellos quieren ni sentirte parte central de nada, que la ficción envuelve a cada uno para paliar el desaliento, pero es traidora, en cada visión se te incita a que creas que eres otro, es como si volvieras a encarnarte en los cuentos de la infancia, cuando otros procuraban por ti, pero ahora los cuentos se manifiestan en toda su caracterización, aquellas historias eran éstas, pero entonces tenían nombres diferentes, dragones, princesas, reyes, caballeros, cristos, y el subconsciente los preservó, los adaptó para los tiempos adultos, y te incita de nuevo a delegar en personajes oscuros que desde las tinieblas están esperando el momento de reencarnarse, esperando que tu incredulidad sea rendición, pero no lo es, para ti no creer es fortalecerte, no delegar es sujetar los cinchos de tu caballería, no fiarte de los mensajes es escribir desde tu interior los nuevos, y mañana será uno de septiembre, pero no sabes si lo nombrarás, te da igual el calendario de la santa tradición, no te interesa contar los días, los días se acabaron, tiene que haber un final de los días, tiene que existir otro concepto de los días, tiene que haber un tiempo que sólo es tuyo y cuya preservación te aleja de lo que te rodea pero te refuerza, debe haber…
treinta y uno de agosto
...aún me dicen que eso de vivir en las tinieblas es un símil; siempre escuchando como verdades (¿será eso de verdad otro símil?) figuras con las que abusaron desde la tierna niñez, pero nunca aclarando que eran metáforas, maneras, comparaciones, estilos del lenguaje, y por supuesto si hablo de vivir en tinieblas también tengo que mencionar lo de vivir en la luz, esa contraposición ineludible para que el mensaje posterior llegara al destinatario, para que detrás del mensaje posterior se manifestara el emisor de la revelación, el que realmente controlaba el cotarro, aunque a su vez él estuviera sometido a esas demostraciones centrífugas y centrípetas, porque nadie, ni la representación carnal más alta de este mundo puede escapar a ella, aunque siempre se inventaran una justificación superior, supratodo, y ahí la base de la metafísica, pero la metafísica se estableció precisamente para eso, para justificar en el terreno mundano un área sacra, porque ¿cómo iban a reconocer las castas ungidas que ellas también eran pecadoras?; juego de pelota donde a los individuos se les envía y reenvía de las tinieblas a la luz, y viceversa, sin aclarar que ambas no son absolutas, ni liberan, ni aportan felicidad, ni transcienden; vivir no se sabe dónde y cómo, ¿alguien se habrá propuesto alguna vez escapar del mundo de las representaciones imaginarias?
(Dibujo de Erika Kuhn)
martes, 30 de agosto de 2011
treinta de agosto
…pillar in fraganti a un poeta en plena poesía, al descriptor del límite entre lo que es y no es, al más nombrado entre los nombrados, al hombre que veía más lejos y más profundo que todos los hombres que decían ver, al acólito circunstancial del mingitorio, al clarividente de los sueños, hacer un símbolo del hombre que vive en este mundo según sus necesidades, ángulo de la distancia y de los urinarios preservando el pudor, el escribiente que ladeado sospecha el click sordo pero le da lo mismo, y ese recorrido del ilustre alfabeto de los urinarios, donde nada perturba la inspiración y el ingenio que no cesan…
(Rogelio Cuéllar estuvo allí y, polémicas aparte, defendió siempre el respeto con que fotografió a Borges; ver para mayor ilustración http://oralapluma.blogspot.com/2010/03/borges-en-los-banos-de-san-ildefonso.html)
lunes, 29 de agosto de 2011
veintinueve de agosto
…entonces le preguntó si la crueldad y la ternura eran como las dos caras de la misma moneda. ¿Son las dos caras de la misma moneda? Y ella: sí, son dos caras, no sé si las dos caras únicas, o sólo dos de las posibles, pero ahí permanecen. ¿Constantemente?, preguntó él. Acaso; se alternan, toman el relevo. ¿Cuánto duran? Y ella: su tiempo no se mide, no hay manera de saberlo. Pero debe ser angustioso vivir en una de las dos y no saber hasta cuándo, insistió él. Puede serlo, dice la mujer, hay algo de prueba en ello. Pero las pruebas pueden quemar y hasta destruir, como si te expones a saltar sobre una hoguera, arriesga él. Es que en la hoguera está el símbolo, replica ella, y de ahí también que se te ofrezcan los dos rostros: saltar sobre ella y salvarte o no saltar y perecer. Pero no saltar no implica riesgo, dice el hombre. Todo lo contrario, ahí radica el mayor riesgo, el de que si nunca lo haces no sabrás jamás si podrás poseer el fuego. Al decir esto ella, le miró, pero él no pudo advertir si con ternura o con crueldad.
(enigmático modo de observar la noche; el bosque delante pero invisible; se escucha el rumor de las hojas; el aroma se vuelve más intenso)
(Imagen de Shirin Neshat)
veintinueve de agosto (semioscuro)
...J’aime l’amour, sa tendresse et sa cruauté...
…abrir una página de los poemas de Robert Desnos, sobrecogerse al percibir su grito al silencio, advertir en cada verso una pregunta sin respuesta, sentir en cada línea latidos que son latigazos, probar lo dulce y lo amargo en una mezcla angustiosa, derivarse en la vorágine que te precipita como una peonza, caer
(vaya manera de mirar el amanecer; el bosque delante; las hojas se mecen; llega un aroma)
(Imagen de Ian Francisco Soriano)
domingo, 28 de agosto de 2011
veintiocho de agosto (nocturno)
…no lo he contado porque me lo estaba pensando; pero hace dos noches soñé que un tal Ernesto Guevara de la Serna vino a mi ciudad; que también gustaba de hacer fotografías con una cámara y que yo le llevaba por diversas calles que se prestaban a una visión del pasado; él me contó, mientras paseábamos, que había realizado un recorrido iniciático en motocicleta por diversas regiones de su continente porque, aunque había oído hablar de ellas, no se las figuraba; y que aquello le había vuelto más fecunda su mente para retener la vida de las gentes y los paisajes; en este encuentro onírico que relato a grandes rasgos, él me prestaba su cámara para que le hiciera fotos testimonio, así las llamaba él; y él, a su vez y en justa contrapartida me fotografiaba a mí con mi cámara moderna; en un momento dado, pasó alguien al que pedimos nos sacara juntos, pero de pronto aquel viandante se quedó con la máquina y desapareció; anduvimos por diversos sitios y nadie le reconocía, y a mí, que me resultaba tan familiar, me apesadumbraba un poco su presencia; hubo un momento en que yo le preguntaba ingenuamente: y si estás muerto, cómo es que estás aquí, y él me respondía todavía con más sorpresa: no sé, esto tú sabrás…
…y me he estado pensando a ratos, durante dos días, qué razón oscura tiene la otra orilla de mi mente para soñar algo así; hace mucho tiempo que no me dice nada aquel Ernesto Guevara de la Serna; hace años que lo tengo olvidado o, como decíamos en nuestro momento prepotente, que lo tengo superado; nunca coloqué un cartel en la puerta de mi cuarto ni llevé camiseta alguna con su efigie, la que popularizara el genial Korda; cierto que sí gustaba de ver reproducido su icono por muros y publicaciones; cierto que hubo un tiempo en que los jóvenes que queríamos ser eternamente jóvenes, en la extensión más excelsa de la palabra, y también redentores, estimábamos en muy alto grado aquella leyenda; cierto que aquella personalidad la sublimamos en exceso y, emulando una antigua sublimación de la cultura occidental, la vinculamos con el profeta por excelencia del cristianismo; pero no entiendo por qué se cuela en mis sueños una proyección que dejó de tener sentido consciente para mí, de la misma manera que dejó de tener significado convincente la del cristo para mí; no sé a qué juega mi subconsciente; debe haber una partida de tensiones importantes en este momento de mi vida para que lo onírico trate de echar un falso órdago, al que no estoy dispuesto a ceder; mi resquemor por los caudillos, profetas o líderes es parejo al temor que me inspiran; pienso que son la negación de la opción personal por una conciencia libre y activa; que todo lo que implica delegación ciega o rendida en otros revela una concesión y un cheque en blanco de nuestro yo; por eso el sueño me preocupa, porque ¿qué quiere decirme?; ¿que la telaraña nos tiene atrapados a todos y no escaparemos a la araña devoradora?; un desafío: reconocer nuestra insuficiencia y nuestras limitaciones no puede suponer nunca una entrega a los mitos…
(Las fotografías corresponden a la partida de nacimiento del ciudadano argentino Ernesto Guevara de la Serna, que guardo por curiosidad)
veintiocho de agosto (nueva interrupción)
Un pensamiento improvisado sacude los tiempos anteriores al sueño de la noche, y dice: si perdemos el principio de la sensibilidad compartida, si no nos hacemos cargo de la marcha de los acontecimientos, si nos justificamos en lo de nuestro cansancio, si nos disculpamos con el desinterés de los otros, si nos escaqueamos por la desconfianza, si reducimos nuestra capacidad mental a lo simple y aparente, si nos dejamos seducir por el señuelo del carpe diem, si delegamos en hombres sin escrúpulos, si…ah, está claro que esto ya no es una mera idea que surge a estas horas demenciales sino un enjambre que zumba dentro de mi cabeza y que me clava sus mil aguijones de impotencia.
(La imagen es obra de Roland Topor)
sábado, 27 de agosto de 2011
veintisiete de agosto (interrupción)
Un pensamiento repentino interrumpe mi siesta tardía: lujo de los que podemos escribir -una frase ocurrente, un apunte crítico, una sentencia que cuestiona- sin que nos pase nada. ¿Tan gran conquista de los tiempos y del lugar nos lo permite? ¿O será que lo que decimos no hace peligrar nada ni a nadie? (Hay imágenes que me persiguen: las de los desesperados, esto es, los que ya no podían, no pueden, concebir esperanzas; los que no hablarán ni escribirán jamás)
veintisiete de agosto
…despertarme con una de esas noticias que me irritan sobre manera; un hecho donde lo simbólico y lo real apenas se distinguen, la tortura ejercida sobre el caricaturista sirio Ali Farzat, por su trabajo satírico en la prensa; veo su foto yaciendo en la cama con las dos manos vendadas, quebradas a golpes, y el rostro amoratado; obra de los energúmenos del sangriento mandamás El Asad; ¿quién había desestimado la función expresiva y crítica de la caricatura?; qué grande es el mundo para los que optan por arrebatar el poder a los dioses de las tinieblas y crear sentido y belleza; qué pequeño para quienes no conocen otro poder que el que les brinda el dinero y las armas; qué hermosa la generosidad de quién arriesga hasta el extremo el ejercicio humano de la libertad y de la expresión; qué valor sincero el de quien utiliza su literatura, su música, su dibujo, su prensa, su blog …para hablar por los que no saben y no pueden utilizar estos recursos; qué habilidad la de quienes convierten el grito desesperado de los humildes y desalojados en imagen que les eleva y les aproxima a alguna forma de liberación; hete aquí cómo una irritación particular sobre un hecho que puede parecer ajeno a mi vida inmediata puede conducirme a comprender y admirar el impulso de los que arriesgan; la belleza está ahí, no porta los cánones de Miguel Ángel, pero seguramente sí los de Goya; me pide el cuerpo hacerme preguntas tipo ¿qué hacemos cada uno de nosotros para preservar y potenciar nuestra libertad?; me pide el cuerpo, me pide el cuerpo…
(Ali: ponte bueno y sigue creando; ningún dios monoteísta iba a hacerlo mejor)
viernes, 26 de agosto de 2011
veintiséis de agosto (ya tarde)
"Una gota de agua sobre una hoja es infinita. Esa gota de agua en esta hoja, ahora, en este instante. Es la experiencia del haiku."
Lo dice Chantal Maillard en su librito En la traza. Pequeña zoología poemática. Pienso entonces en la experiencia de la palabra. La palabra justa, impensada, espontánea, que cae, que mana desde nuestro interior, con su angustia o con su placidez o con su euforia. Cuando nos hallamos al límite, en el reposo de la inconsciencia o en la sublimación opiácea de las ilusiones disparadas. Es la manifestación del instante. La gota salina o sanguina que emite nuestra materia sin que nos solicite permiso, la cual transcribimos.
veintiséis de agosto
…a veces te sorprendes de lo que puede suceder en tu ausencia; la curiosidad que los insectos pueden tener, lo cual no significa que estén interesados en funcionar como los humanos; su capacidad de despliegue a través de nuestras habitaciones y de nuestros objetos; su fervor por avanzar, aparecer y desaparecer, en direcciones imprevistas para nuestra mirada; el desinterés aparente que muestran por nuestros quehaceres; su rumbo independiente y tenaz, únicamente torcido si una sombra que se cruza en su camino les disuade; su deambular calmo sólo puesto en guardia si perciben que algún movimiento de nuestro pie o de nuestra mano va a dirigirse contra ellos; su presencia permanente aun cuando para nuestros ojos no suponga visibilidad ordinaria; los hábitats que se procuran, a los que se adaptan; a veces fantaseo con los edificios concéntricos; edificios dentro de edificios, habitaciones dentro de habitaciones, sótanos bajo los sótanos; ese saber que ellos están ahí, y que aunque te agaches y mires debajo de la cama o por los rincones no aparecerán, pero ellos buscan pasillos paralelos, pisos diminutos que se encuentran bajo otros, rampas que se abren en intersticios de baldosas o de rodapiés; no tienen por qué salir necesariamente de noche, su tiempo no es nuestro tiempo; perciben el silencio, la paralización de los comportamientos humanos, aunque no siempre les preocupe demasiado; su audacia no tiene límites, debe ser por instinto de supervivencia, pero acaso también lo que nos parece osadía se trate exclusivamente de su conducta común; no es frecuente verlos pasear por teclados de ordenador, salvo aquellos que en el almacén de una empresa yazcan por obsoletos; ese intento de emulación loca por la escritura probablemente sea ajeno a sus intenciones; qué letras buscarán, qué sintaxis invisible estarán componiendo; el error humano reside ahí precisamente, en ver a las demás especies como si fueran proyecciones nuestras cuando, tal vez, nosotros somos proyecciones de las especies; el animalito que recorre vocales y consonantes ¿ensaya un aprendizaje o viene para enseñarme?; no tengo respuestas; cuando contemplo un insecto me desproveo de conocimiento, me siento acomplejadamente ignorante; no voy a hacer nada; que ella transcurra…
jueves, 25 de agosto de 2011
veinticinco de agosto
"...Hoy, solamente en el sagrado misterio vagan las sombras de algunos escogidos que hacen renacer el tiempo antiguo de griegos y romanos, cuando los efebos coronados de rosas sacrificaban en los altares de Afrodita. ¡Felices y aborrecidas sombras! ¡Me llaman y no puedo seguirlas! Aquel bello pecado, regalo de los dioses y tentación de los poetas, es para mí un fruto hermético. El cielo, siempre enemigo, dispuso que sólo las rosas de Venus floreciesen en mi alma y, a medida que envejezco, eso me desconsuela más. Presiento que debe ser grato, cuando la vida declina, poder penetrar en el jardín de los amores perversos. A mí, desgraciadamente, ni aun me queda la esperanza. Sobre mi alma ha pasado el aliento de Satanás encendiendo todos los pecados: Sobre mi alma ha pasado el suspiro del Arcángel encendiendo todas las Virtudes. He padecido todos los dolores, he gustado todas las alegrías: He apagado mi sed en todas las fuentes, he reposado mi cabeza en el polvo de todos los caminos: Un tiempo fui amado de las mujeres, sus voces me eran familiares: Sólo dos cosas han permanecido siempre arcanas para mí: El amor de los efebos y la música de ese teutón que llaman Wagner."
Y qué disfrute con la Sonata de Estío, de Valle-Inclán, de la que adjunto este párrafo ya que me parece la quintaesencia del libro (se puede discrepar de mi criterio) Porque el espíritu del Marqués de Bradomín y probablemente las ensoñaciones del escritor se revelan en total y abierta confidencia al lector. Con un punto final precioso, irónico y rompedor: el rechazo de Wagner (¿lo abominaba Valle o es sólo parte de la personalidad tradicionalista del Marqués?) Sobre el Marqués, nada nuevo de su personalidad que no se supiera. Pero el personaje de la Niña Chole es fantástico. ¿Y nos hablan de realismo mágico de García Márquez como una novedad, a mi modo de entender bastante barroca? Valle participaba de un modernismo que, no obstante el estilo aparentemente retórico (¿no será la retórica de Valle una excusa para ejercitar su sátira?), es personal y moderno. El precio de que muchos términos del relato, en parte propios del habla mejicana y en parte del vocabulario español del XIX, no los entendamos claramente no es óbice para dejarnos capturar por su secuencia. También nos sucede con un novelista de nuestro tiempo, el mejicano Jorge Ibargüengoitia, trágicamente fallecido, al que hay leer y tener en cuenta por la seducción de su manera de relatar. ¿Me paso un poco colgando un autorretrato de Frida? Para mí es también una Niña Chole y ella se sentiría halagada.
miércoles, 24 de agosto de 2011
veinticuatro de agosto (casi medianoche)
…visto el juego de trileros y truhanes que se traen entre el presidente del gobierno español actual, el sucesor por el mismo partido para presidente del gobierno y el pretendiente de la derecha española a presidente de gobierno, a espaldas de la sociedad, con vistas a hacer modificaciones constitucionales que beneficiarán a los poderes económicos y financieros, sin que medie Referendum legítimo alguno, francamente me alegro de no haber votado en su día a favor de la Constitución en vigor, que se encuentra obsoleta. Nunca me fié. No hay manera de que se quieran hacer las cosas bien. Y cada vez parece más que la Democracia de verdad interesa menos. ¿Hasta cuándo abusaréis de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo dejaremos que abusen de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo tendremos paciencia?
(Dibujo de Roland Topor)
(Dibujo de Roland Topor)
veinticuatro de agosto
Una noche soñó que los ricos pagaban en función de su riqueza, que no defraudaban al fisco, que los rentistas cedían sus fincas, casas y posesiones múltiples a la ciudadanía, que las instituciones religiosas que aún viven del Estado se buscaban la vida, que los bienes de esos entes se convertían en bienes públicos, que las empresas decidían fabricar sin dañar el medio ambiente, que los bancos relativizaban el valor de cambio del dinero, que los blindajes de los altos cargos desaparecían, que dejaban de contratar mano de obra esclava en el tercer mundo y mileurista en el primero, que distribuían sus ganancias entre todos sus empleados y sólo procuraban en la inversión técnica sobre sus productos, que el mercado de distribución ponía precios al alcance de todos, que las rentas elevadas aportaban suficientes recursos para dinamizar la inversión pública y extenderlos a todas las clases sociales, que reforzaban el sentido redistributivo del funcionamiento social, y se atrevió incluso a soñar que quedaba eliminado el principio de la plusvalía, lo cual equivalía de facto a que los empresarios habían dejado de existir.
Hoy las noticias le despiertan hablando de su sueño o le sumergen todavía más en el mismo o simplemente le invitan al espectáculo, y ya se sabe que todo show lleva una carga onírica inherente. Las grandes fortunas de Francia piden pagar más impuestos ante la crisis, lee. Y que lo quieren hacer para ponerse en vanguardia de la salvación del déficit. Piensa que acaso es un primer paso, que tal vez las ideas de Marx de que las revoluciones de verdad se producirían en los países desarrollados se empieza a hacer realidad, pero como peina canas y tiene callos en el órgano interno donde radica su desconfianza, se siente amodorrado e intuye que sigue soñando. Sabe que los sueños son contradictorios, variables y negadores de toda realidad. Pero por si no lo fueran, sospecha que el numerito de prestidigitación tiene truco, que hay carta escondida, que la chistera va a sacar animalitos varios que deslumbren a los espectadores. La grandeur francesa es así, piensa. Puestos a defender sus negocios, su hegemonía particular y su influencia, son l’avantgarde. Admira su arranque, no tanto su cinismo.
martes, 23 de agosto de 2011
veintitrés de agosto
Se vive solamente una vez, en la infancia y la adolescencia; el resto es simplemente una repetición. Lo dice el hijo de Barve.
Leo esta cita introductoria del personaje llamado el hijo de Barve en el libro Yósik, el del viejo mercado de Vilnius. Me lo han regalado ayer y esa cita es una trampa o un arma de destrucción masiva de mi interior. No había oído hablar de su autor, Joseph Buloff, más que de pasada y sí que tienta la novela, sí. Mantendré el control de lecturas y esperaré. A la cola a pesar de las tentaciones. Pero mientras, la cita se me incrusta y gira cual derviche dentro de mí
Si la vida auténtica y primigenia estaba en aquellos estadios perdidos y lejanos de nuestra existencia, entonces, ¿por qué nos hicieron correr tanto para hacernos mayores? ¿Qué labraron en nosotros las experiencias de aquellos tiempos para que la obra realizada después no sea ya novedad? ¿Qué mérito hubo entonces que descalifica los años posteriores y los poblamos de insatisfación? ¿Qué tierra prometida hemos alcanzado? ¿O esto de ahora es más bien una migración por inercia? ¿Un exilio al que nos vemos condenados? ¿Una expulsión del paraíso? Si repetimos aquel pasado, ¿lo hacemos a imagen y semejanza de lo que entonces buscábamos y, sobre todo, vivíamos? Entonces, ¿era fantasía la infancia y aventura la adolescencia, o no existieron jamás? ¿O lo que ha venido después sólo ha servido para envejecer? Y así, estalla en mi despertar el fuego de artificio de las preguntas sin fin.
(Fotografía de Roman Vishniac)
lunes, 22 de agosto de 2011
veintidós de agosto (casi oscuro)
"...Al verla sentada al pie de la fuente, sobre aquel fondo de los bojes antiguos, leyendo el libro abierto en sus rodillas, adiviné que María Rosario tenía por engaño del sueño, mi aparición en su alcoba. Al cabo de un momento volvió a levantar la cabeza, y sus ojos, en un batir de párpados echaron sobre mí una mirada furtiva. Entonces le dije:
-¿Qué leéis en este retiro?
Sonrió tímidamente.
-La Vida de la Virgen María.
Tomé el libro de sus manos, y al cedérmelo, mientras una tenue llamarada encendía de nuevo sus mejillas, me advirtió:
-Tened cuidado que no caigan las flores disecadas que hay entre las páginas.
-No temáis...
Abrí el libro con religioso cuidado, aspirando la fragancia delicada y marchita que exhalaba como un aroma de santidad. En voz baja leí:
-La Ciudad Mística de Sor María de Jesús, llamada de Ágreda.
Volví a entregárselo, y ella, al recibirlo, interrogó sin osar mirarme:
-¿Acaso conocéis ese libro?
-Lo conozco porque mi padre espiritual lo leía cuando estuvo prisionero en los Plomos de Venecia.
María Rosario, un poco confusa, murmuró:
-¡Vuestro padre espiritual! ¿Quién es vuestro padre espiritual?
-El Caballero de Casanova.
-¿Un noble español?
-No, un aventurero veneciano.
-¿Y un aventurero...?
Yo la interrumpí.
-Se arrepintió al final de su vida.
-¿Se hizo fraile?
-No tuvo tiempo, aun cuando dejó escritas sus confesiones.
-¿Como San Agustín?
-¡Lo mismo! Pero humilde y cristiano, no quiso igualarse con aquel Doctor de la Iglesia, y las llamó Memorias.
-¿Vos las habéis leído?
-Es mi lectura favorita.
-¿Serán muy edificantes?
-¡Oh...! ¡Cuánto aprenderíais en ellas...! Jacobo de Casanova fue gran amigo de una monja de Venecia.
-¿Como San Francisco fue amigo de Santa Clara?
-Con una amistad todavía más íntima..."
Si un texto así lo leemos en una novela actual muchos dirían: ¡oh, qué modernidad, qué ingenio, qué erudición! El sarcasmo que se trae Valle-Inclán, no sólo en este texto, sino en toda su Sonata de Primavera, no tiene precio. Ay, de aquel Marqués de Bradomín, feo, católico y sentimental que protagoniza muchas de sus novelas. Publicada en 1904, su calidad hace trizas una fecha que es antigua. Intuyo que la técnica narrativa y la intención literaria y crítica en general en toda la obra de Don Ramón siguen en vigor. Bebamos en pleno estío de una de las fuentes de la vida.
veintidós de agosto (pronto)
Frescor de la mañana entre luces que se afirman tímidamente. Insuficientemente. El cielo es una nube única a punto de desalojar su preñez. Huele a profundidades. Acaso es eso lo que me hace mirar hoy las cosas de modo más calmo. Aunque tal vez no dure mucho. Y también más tierno. Por supuesto, no puedo contemplar a todos los individuos de mi especie con la misma languidez oferente. Ni quiero. Ni las sensaciones de mi naturaleza llegan a tanto.
Desayuno y leo en uno de los escasos periódicos salvables de este país que los del espectáculo y pompa idólatra de estos días siguen haciendo patrimonio de su profeta muerto y redentor. Lo mataron los judíos, dijeron siempre (ahora se cuidan de repetir la frase, oigan, que la geoestrategia en Oriente Próximo está muy delicada) Hace tiempo que no tenía dudas de que era suyo, aunque algunos creímos en nuestro época idealista y entregada que era otra cosa. Siempre fue su patrimonio, puesto que fue su invención. Pero alguna vez pensé que, al menos, siquiera como idea, como sugerencia, como ente abstracto y abierto, permitirían que fuera compartido por otros. El profeta es nuestro, chillan. Es lo que queremos nosotros que sea, ratifican. Dedico un instante de pensamiento a mis amigos cristianos sinceros, de base, comprometidos con causas reales y no de pompas ni catequesis. No acabo de entender que no se rebelen. Pero el ruido desafinado y arcaico ya no me hiere. Miro con ternura al animalito solícito que busca mi pie. En su aliento porta la vida sin necesidad de profetas ni de intermediarios mercantiles.
domingo, 21 de agosto de 2011
veintiuno de agosto (por la tarde)
Fue una paradoja de la tarde avanzada. Sentado al borde del manantial que nace miraba el curso imperceptible. Un hombre absorto contempla siempre en distintas direcciones. Puede tener la vista fija en el ligero cauce y estar metido en el torrente que lleva dentro de sí, agitado e impío. Camino aquel de agua perdiéndose entre olmos, enebros, álamos, chopos, cipreses, deslizantes penachos de hiedra sobre las viejas ruinas, matorrales de zarzamora y otras plantas cuyos nombres se me escapan. Incesante fragor, violento recibimiento el soplo del viento retorciendo la arboleda. Sentías habitar en otro mundo. Te sobrecogiste. Bajo la tierra que pisabas, el agua sobre el agua, la piedra sobre el agua, el olvido bajo la piedra y el agua. Misterioso y arcano pantano, extraño microclima, hondonada al modo de un oasis sobre el páramo duro. Ya me hablaba mi padre de todo esto, él que había vivido el pastoreo por allí cerca durante los años anteriores a la ignominia. La que le movilizó hacia los campos de sangre. Hace tanto de eso. Tanto que la voz de mi padre se quedó entre mis manos, y la memoria mana como el agua de este lugar generoso. Y de pronto, la tormenta. Las gotas que van golpeando las hojas, las piedras, la alberca próxima, el humilde riachuelo, mi cabeza, mis hombros. Y de pronto, la naturaleza, terca y con principios. Incesante y directa. Me dio por reír. Pensaba en un comentario escuchado en la radio del coche sobre la visita de ese pomposo personaje que dirige una de la feria de las vanidades y que ha estado en Madrid estos días. Que había tenido que suspender un discurso debido a una tormenta. Creo que al recordar la anécdota, miré a la tormenta que transcurría revoltosa y benévola sobre mi cabeza y la hice un guiño. Francamente, los que predican sobre el alma y la conciencia de los hombres no pueden con las fuerzas de la naturaleza. Alguien me ha contado luego que volaron las hostias en ese acto de exaltación e idolatría. De ser cierto, hubiera sido el no va más.
veintiuno de agosto
Cáspita, que si creo en las casualidades. Después de escribir mi segundo devaneo de ayer abrí La obsolescencia del hombre, de Günther Anders. Me lo había prestado amablemente mi librera para echar un vistazo. Como tengo un método antimétodo y muy caótico, practico la costumbre de dejarme seducir por un libro en base a hojearlo por diversas partes. Si los destellos que percibo me atrapan es probable que me proponga pasar a otra fase del cortejo con él. Esto suelo ejercitarlo me hayan hablado de la obra o no. Y a veces da resultado y me lleva al huerto, otras no tanto y toma que lo devuelvo. Así que entiéndaseme que al abrir la página 134 y caer en la red del título del capítulo (El fantasma, se titula) me encuentro para mi perplejidad lo siguiente:
“El mundo nos es suministrado en casa. Los acontecimientos nos son servidos con profusión. Pero ¿como qué nos son servidos? ¿Como acontecimientos? ¿O sólo como sus copias? ¿O sólo como noticias sobre los acontecimientos? Para poder responder a estas preguntas, que guían los siguientes parágrafos, vamos a traducirla a otro lenguaje; y preguntamos: ¿cómo están en casa del receptor los acontecimientos emitidos? ¿Cómo está el receptor en ellos? ¿Están realmente presentes? ¿Sólo en apariencia presentes? ¿Ausentes? ¿De qué manera están presentes o ausentes?”
Francamente, que uno, en su insignificancia, se sienta atraído sin pretenderlo por planteamientos como los que expone Anders me sorprende gratamente. No andaré tan loco, me digo. O si lo estoy, comparto los puntos de loca lucidez con otros. Cuando leo esas preguntas, ¿tan descaminado ando al dudar de lo que me venden? ¿Tan equivocado al mantener un escepticismo inquisitivo? ¿Tan rebelde como para no afirmarme en la necesidad de serlo? La rebeldía es una condición del Ser; ya sé que lo tengo crudo, pero ya llevo muchos años de contradictorio inconformismo. ¿Que no me hace feliz? Por supuesto. Pero ¿es que acaso me hace feliz la oferta sistémica, que llaman ahora? Presiento que puedo avanzar más allá de Camus, sin negar a Camus. Presiento que una antorcha se prende desde esas páginas. Puede ser el comienzo de una gran amistad (con Anders)
sábado, 20 de agosto de 2011
veinte de agosto (bis)
Me estoy dando cuenta de que los espectáculos me interesan cada vez menos. Ya viene de atrás, pero me sigo apartando de ellos, o no siento necesidad de ellos, y sé que llegará un momento en que viviré en ese mínimo del yo y mi circunstancia. Sobre mi yo tendré dudas, obviamente, pero al ser tangible y llevarlo encima, estar en él, ser él, -siempre habrá un yo que tenga apetitos, curiosidad y dolores- lo aceptaré ineludiblemente. Es mi Yo, me diré; me dará más o menos satisfacciones, pero también me aporta la condición sin la cual no (no es posible nada) Sobre mi circunstancia es difícil prever. Será singular o plural, pero esa sensación de que se irá reduciendo no me la quita nadie. Al menos la circunstancia aparente, la que te ven otros. Porque tú puedes vivir tus propias circunstancias elegidas, por ejemplo, a través de la lectura. Los espectáculos, como expresión de una participación en las magnas circunstancias no me interesan apenas. No solo para participar directamente, puesto que para dar alimento, goce y abrigo al Yo no necesito participar de los mismos. Es que tampoco me atrapa hacerlo de manera virtual: eso de poner el televisor para ver fútbol o programas de diversa caracterización melodramática, y entregarles a los mercaderes mediáticos mi tiempo, mi pensamiento, mis sentidos. Ni siquiera me atrae formar parte de la recepción de noticias, factor sobre el cual mi interés se encuentra bajo mínimos. Ya sé que hay otro concepto que se llama acontecimiento, devenir que llaman otros. Un concepto asaltado por las bandas de los promotores de espectáculos, pero a los que difícilmente estos pueden reducir. ¿Pueden acomodar a sus criterios el hambre en Somalia, la violencia contra la mujer, la falta de respeto a los derechos humanos en multitud de Estados, la destrucción de empleo por el feroz proceso de reconversión productivista que se lleva a cabo, por poner unos pocos ejemplos más o menos sonados? Pueden, naturalmente; las falsas conciencias viven en el autoengaño y en la catequesis generalizada de la mentira. Pero, los acontecimientos son los que son, como son y por lo que son, por mucho que los porqueros purpurados o el mismísimo Agamenón digan lo que les plazca. Por mi parte, llevo estos días leyendo y gozando a Valle Inclán y bebiendo, a ratos, cerveza rica. ¿Es mi espectáculo o mi acontecimiento?
(El dibujo es obra de Erika Kuhn, http://obraerikakuhn.blogspot.com/ )
veinte de agosto
...en cada pliegue, un despliegue; en cada arruga, una laxitud; en cada retorcimiento, una formación nueva; en cada señal, una dirección naciente; en cada ángulo, una visión abierta; en cada arista, una suavidad; en cada rigidez, una distensión; en cada yema, una tactilidad sensible; en cada marcha, un retorno; en cada encogimiento, una apertura; en cada agitación, una firmeza; en cada delgadez, una fortaleza; en cada giro, un enderezamiento; en cada hueco, una ocupación; en cada alargamiento, un alcance; en cada nervio oculto, una templanza; en cada posición, una ofensiva; en cada garra, una mano tendida; en cada vano, una construcción; en cada crispación, una sensatez; en cada gesto, una voz; en cada voz, la calidez; en la calidez, una entrega; en cada rebeldía, una propuesta; en cada carencia, la presencia; en la pequeñez, el crecimiento...
viernes, 19 de agosto de 2011
diecinueve de agosto
La noche no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.
Pero yo iré,
aunque un sol de alacranes me coma la sien.
Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la lluvia de sal.
El día no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.
Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.
Pero tú vendrás
por las turbias cloacas de la oscuridad.
Ni la noche ni el día quieren venir
para que por ti muera
y tú mueras por mí.
(De Diván del Tamarit, Gacela III, Del amor desesperado. Federico García Lorca)
...densa madrugada arrancado de la casa como a quien le sacan del sueño, y aquel griterío sordo y confuso, y los borrachos de correaje que no escatimaban la exhibición de sus instintos elementales, y la burla, la burla de una autoridad improvisada en manos de los miserables, aquella búsqueda salvaje, y la traición, y aquel reclutamiento obligatorio para la muerte, y el sudor y la congoja de los perdidos, la desdichada compañía de los elegidos para el olvido, y el viaje último a través de los caminos de los hombres ingratos hacia cualquiera de sus recodos, y allí los barrancos donde la tierra era huérfana de la lluvia, donde la tierra estaba condenada a ser alimentada por la sangre, donde la tierra fue desde entonces soledad de los hombres cuyas voces ya no se escuchan, y mil veces malditas aquellas huellas lejanas nos siguen recordando que Caín come cada día de nuestro plato...
jueves, 18 de agosto de 2011
dieciocho de agosto
No me cabe duda de que somos siempre los mismos los que ponemos la otra mejilla. Es curioso que los que toda la vida han gozado de privilegios -para dirigir en posición clasista la sociedad, para ocupar los espacios públicos, para beneficiarse en los privados, para expresarse sin límites, para vivir a costa del erario público- pretendan ahora volver la oración por pasiva. Se sienten agraviados, ofendidos, ¡perseguidos! incluso. Que monten, pues, su numerito (cuidado con el efecto bumerán), que se recreen en su cursi estética, que se crean que son herederos de las alturas. Su espectáculo tiene un guión y una música caducos, pero sospechoso. Esta vez se han descubierto. Su rostro intolerante y negador de la libertad de los demás les delató ayer en Madrid. Esa gente tiene muy claras sus ataduras a este mundo. No sabrían qué hacer de no tenerlas. Y se saben respaldados por los poderes reales. Siempre me queda la esperanza del castellano viejo, que decía que esos son de los que predican pero no dan trigo.
NB. Por cierto, ¿alguien se ha fijado en los anuncios de empresas como Endesa, FCC, etc. en El País, dando la bienvenida a los actores que han convergido estos días en la capital de España? Más claro agua. Toma espíritu evangélico.
miércoles, 17 de agosto de 2011
diecisiete de agosto
tiene treinta y seis años y los ácidos que echaron en la confección del papel argentino han vuelto amarillentas sus páginas; si lo hojeo rápido salta una sustancia invisible a mis ojos y estos me pican; o bien percibo un olor ácido que descoloca a mi olfato; o bien siento irritación en la garganta (ya pronuncié el verbo que más utilizo: sentir); el roce de mis dedos sobre el papel hace que lo perciban áspero; es un ataque contra mis sentidos, digo; pero cuando abro y leo
allí donde huele a mierda
huele a ser
presiento que la invasión de las palabras van a sobrepasar la sensibilidad superficial e inconsistente de mis sentidos; directamente se arrojan sobre la yugular del otro sentido, el que no es más ni menos importante que los sentidos corporales; el otro sentido, que se debe también a los órganos del cuerpo y a sus manifestaciones; el otro sentido, al que sublimamos y donde nos refugiamos para saber de nosotros; el otro sentido, donde nos creemos ser; esto es, donde percibimos además de nuestros humores y su consistencia y su maleabilidad la pretensión de estar en el centro bien colocado y dirigido del ser que se dice y se repite que llevamos dentro; ese vocablo o abstracción que nos forma o que se desencadena o que se revela confuso porque quiere mostrarse, tener protagonismo; esa dicción de tres letras que nunca sabemos si es imagen o significante de algo o negación de todo
y el hombre deseó la mierda
y para eso, sacrificó la sangre
y ya me siento mordido; el libro abierto a prudente distancia; como un símbolo de evitar el contagio; no sé si del libro sobre mí o de mí sobre sus páginas; no sé si colocarlo en un atril y seguirlo como cantata; a cada línea, verso o sintaxis heterodoxa que leo algo de él derriba y algo eleva; algo estruja y algo extiende; algo saja y algo cura; voy a continuar leyendo
antonin artaud. para terminar con el juicio de dios
(¿por qué me gusta tanto que al final de un libro aparezca algo así como… se terminó de imprimir en los Talleres Gráficos Verbos, Salcedo 3253, Buenos Aires, el 23 de junio de 1975, en una tirada de 2000 ejemplares?)
martes, 16 de agosto de 2011
dieciséis de agosto
Como no tenía sueño esta madrugada y no quería ser presa de pensamientos ni deseos turbulentos, me puse a hacer labores. Labores sin apenas ruido ni obligación. Volví a acordarme de las piedras que tengo en una vieja maleta. No sé por qué me persigue esa tendencia lítica tan acusada. Debe ser porque en la esencia de una piedrecilla existe algo que de manera refleja me conecta con el origen, con la materia superior a la de mi condición humana. Si a ello se le suma los episodios de cálculos que buscan de manera recurrente y periódica los espacios de mi riñón y juegan al pilla pilla conmigo, pues, como dirían en el mercado, a ver quién da más. He buscado algunos cantos rodados y alguna valva con agujeritos y me he dedicado a trenzar un collar tosco, pero cálido. Nada meritorio por mi parte. Contemplar la maravilla de la redondez sensual de las piedras y sus cavidades, insistencia tenaz de olas y sales sin tiempo ni demora. Sentirme primitivo, imaginarme agachado junto a una fogata a la entrada de una cueva, mientras otros bípedos a mi lado percuten ora unos bifaces, ora unos cuchillos de sílex para cortar piel, ora unos arpones de hueso para pescar. Un poco más al fondo un anciano de la tribu enseña a poner colores y adaptar formas sobre los salientes caprichosos de la roca. Algunos comen en un rincón trozos de las entrañas de un animal cazado recientemente. Unas parejas ocasionales se pierden en la oscuridad del abrigo y se acarician y se agitan y se montan. Llueve afuera y la cueva se puebla de los movimientos incesantes pero pausados de nuestras actividades. Tengo que buscar más cantos con agujero para que el amuleto sea más variado. No lo había pensado pero acaso se lo regale a alguna de las hembras que me miran de una manera posesiva, o bien me lo coloque como protección cuando salga a cazar, aunque también he oído que en otras tribus hacen trueque con colgantes como éste y eso es tentador. Tendré que decidir.
lunes, 15 de agosto de 2011
quince de agosto (la Gran Matria)
Eres la estructura, la casa, la fortaleza,
el territorio, la patria, la ciudad, la nación,
o, simplemente, los elementos más naturales,
los que se transmiten con tu cuerpo, con tu mirada, con tu sonrisa difícil;
y en tu escala posible, en tu humilde limitación te entregas
como los recursos más primigenios y eficientes:
el cobijo, el alimento, la seguridad,
y sobre todo el calor:
el calor que protege de la lluvia, que guarece de la intemperie,
que consuela del abandono;
y eres también el frescor:
allí donde el sol se ceba en los tuyos, donde el fuego de los hombres se ensaña
con tu progenie, donde la destrucción de los malvados
pretende tajar la base sobre la que te sustentas casi por azar,
donde el olvido de los otros hombres que, aunque no lo sepas bien,
habitamos el resto del mundo,
allí aparece el don de tu apacibilidad.
¿Qué más se puede pedir de esta construcción
que se eleva sobre sí misma?
¿Qué arquitectos de la moral serían capaces de alzar otra edificación
más potente y suntuosa?
¿Qué estadistas podrían garantizar otro territorio más extenso?
¿Qué militares dotarían de mayor seguridad que la que tú ofreces?
¿Qué materia de las entrañas de la tierra y de las potencias del cielo
se mostraría más sólida?
Los dioses desaparecidos y en trance de extinción enmudecen ante tu despliegue.
Después de ti no habrá ni uno más.
Los ídolos, en su multiplicidad de símbolos, se derrumban a tu paso.
Y nadie estará justificado para levantar otros.
Las castas religiosas se avergüenzan de Oriente hasta Occidente
y en su falso pudor callan y se descomponen hasta desaparecer.
Los mitos se vacían: tú toda eres carne de tu carne, sangre de tu sangre,
sabiduría de tu conocimiento, posesión de la riqueza íntima
que los demás no poseemos porque la vendimos al mercado.
Los traficantes de conciencias caen a tus pies
pues reconocen que tus lágrimas contenidas y tus sentimientos preservados
son aderezados con la fecundidad de la calma.
Los ciudadanos del bienestar se consumen en su insignificancia
ante la dimensión que proyectas.
Las filosofías se empobrecen hasta escurrirse por las rendijas de la inutilidad.
Los logros materiales de las sociedades modernas se resquebrajan
devoradas por su propia inconsistencia.
Ella, tú, la gran diosa. ¿Quién dijo que las diosas habían desaparecido?
Ella, tú, la gran matria. ¿Quién pretendió imponer equívocamente la autoridad sobre la naturaleza y sus hijos?
Ella, tú, la gran virgen. ¿Quién restaría una pequeña parte de tu hermosa voluntad
esforzada y pura?
Ella, tú, la gran hacedora. ¿Qué creación existiría en tu entorno
si no activaras la resistencia?
Ella, tú, el gran amor. ¿Qué sentido tendría el suelo que pisamos
de carecer de tu instinto que deviene en conciencia de superviviente?
Ella, tú, el gran abrigo. ¿Cómo no sentirse tomado en tu regazo?
Ella, tú, la gran belleza. ¿No oís cómo se agrietan los cánones que hemos adorado?
Ella, tú, la gran roca. ¿Se atrevería alguien a dudar que procedes del magma?
Ella, tú, el limo y sustancia de esperanza. ¿Podría ignorarse
la fuerza vivificadora que tus pies humedecen?
Ella, tú, la refrenada pasión de la ira. ¿Nos escandalizaríamos si deseases
ejecutar la dulce satisfacción de la venganza?
En nombre de tu existencia: no nos perdones jamás.
(HOMENAJE A LA MUJER DE SOMALIA)
domingo, 14 de agosto de 2011
catorce de agosto
Los Robaiyyat de Omar Jayyam son una fuente inagotable para mí. De meditación, de goce, de sugerencias, de ideas, de conclusiones. Son algo más: apacibilidad cuando me siento inquieto. Claridad cuando me percibo confuso. Apertura cuando me encierra la ofuscación. Alegría cuando la tristeza me descompone. Estímulo cuando el desánimo me acecha. Esperanza cuando siento la tenaza de la frustración. Pero no es un libro sagrado. Es simplemente el libro de un hombre que relativizó su vida y sorteó las creencias en lo absoluto. Hoy, al abrir el librito encuentro al azar esta robaiyyat:
Le dijo a una ramera un jeque: estás borracha,
vas de la trampa de uno a la trampa de otro;
ella contestó: jeque, soy todo lo que dices,
pero tú, de verdad, ¿eres como aparentas?
Inmediatamente pienso en la farsa que la semana próxima se va a producir en Madrid. En el culto a la personalidad a un hombre frágil. En la idolatría a un cuerpo y a una imagen al que los pobres de espíritu promueven adoración. En la parafernalia que suscita gastos desmesurados en tiempos de ajustes de cinturón para los de abajo. Ese jeque rico de la cristiandad que se cree con derecho a arrojarnos a los demás a las tinieblas exteriores, cuando él y sus seguidores fanáticos viven en las tinieblas personales y permanentes, que son las peores. Las que nunca darán luz.
Ciertamente, si los católicos reflexionaran verían connotaciones incluso evangélicas en la robaiyyat de Jayyam. Yo recuerdo una: que las putas nos precederán en el reino de los cielos, dijo aquel profeta, probablemente inexistente, que tanto nombran los directivos y cuadros de la multinacional vaticana. Aquel profeta, posiblemente inventado, al que idealizaron para que no causara más problemas de los debidos en la conciencia de sus seguidores. Aquel profeta del que hablan en abstracto para que el montaje religioso y farisaico no se resienta. Lo siento, me gusta llamar al pan pan y al vino vino, y a la falsedad la nombro hipocresía. La verdad que puede hacernos libres no viene precisamente de esa secta claustrofóbica y castrante para la conciencia de los hombres que desean ser libres.
sábado, 13 de agosto de 2011
trece de agosto
A través del blog de la tunecina Lina Ben Mehnni descubro la capacidad de resistencia de los jóvenes magrebíes. Buceando en links encuentro otro blog, éste totalmente en árabe, donde al menos el lema viene en francés: El pensamiento tiene alas. Nadie puede parar su vuelo. Es una frase del cineasta egipcio, ya fallecido, Youssef Chahine. Escuchar frases como ésta de gentes que llevan décadas sufriendo durísimas represiones enaltece las palabras y los sentimientos. Con frecuencia ordinaria, los blogueros españoles, u occidentales en general, usamos y abusamos de ideas, frases y vocablos que, en muchas ocasiones, envejecen porque parece que las envuelves en el tul en lugar de desgastarlas frotándolas contra la roca. Esos blogueros de la resistencia árabe o de mil resistencias con más motivo y causa se dejan la piel en tertulias, rincones, calles, fábricas y manifestaciones múltiples a las que se ven abocados para ejercitar la libertad. Ni que decir tiene que siento predilección por los resistentes laicos, los que hoy luchan contra las dictaduras corruptas y decrépitas de un capitalismo ad hoc, pero que igual lo harán mañana -ya avisan hoy- contra las mayorías políticas de signo religioso que instalarán nuevas dictaduras si se les deja. El pensamiento tiene alas, indudablemente, pero como el pensamiento no es una propiedad abstracta ni volátil, sino que se manifiesta dentro de y a través de los seres humanos, quienes sufren las consecuencias de la incomprensión y de la represión son los ciudadanos concretos y no tanto las ideas flotantes. Y ésta es la cuestión: las ideas, las metáforas y las aspiraciones son eternas aves sobrevolando el paisaje humano. Sólo los hombres que desean que formen parte de su vida cotidiana y responsable, con todo lo que implica de terrenal y arriesgado, las convierten en imparables.
(La fotografía es de Lina Ben Menni, http://atunisiangirl.blogspot.com/ y http://linabenmhenni.blogspot.com/)
viernes, 12 de agosto de 2011
doce de agosto
Se levanta con la inquietud del sueño gravitando aún sobre sí, obsesionado por aquellos ojos que le miraban penetrantes, desarmado por la presencia de una mirada que le distraía de cualquier otro paisaje, traslación de un brillo que deslumbraba su ojos tristes y cansados, no podía ver nada más, en cada objeto que pretendía fijar su vista aparecían los ojos suplantándolo, en cada persona a la que pretendía dirigirse se imponía aquel antifaz sutil, en el panorama exterior que deseaba observar se borraban todas las señas de las calles y de los árboles y de los transeúntes para hacerse omnipresente la seducción de unos ojos que crecían y se le aproximaban, tan cerca y abrasadores los percibía que giró sobre sí, decidió actuar en dirección opuesta a como actuamos los humanos, renunció a la vanguardia, rindió sus comportamientos usuales, todo con tal de evitar aquellos ojos de fuego y mar, pupilas con colores cambiantes, y en aquella retrocesión confusa contra la naturaleza de su biología bípeda crecía por momentos su desasosiego, y fue entonces cuando sintió aquel ardor creciente sobre la piel de su espalda, aquellos impactos desiguales en intensidad, aquella acupuntura hiriente que marcaba con variedad alterna su cuello, sus omóplatos, sus cervicales, sus caderas, sus nalgas, llamas rabiosas que se fijaban en cualquier hueco de su espalda, allá donde ésta era más frágil la mirada se concentraba más, se cebaba inclemente, puñaladas ígneas que le inmovilizaban, que desgarraban su esqueleto y sus músculos y sus vísceras y atravesaban sin piedad el cuerpo hasta mostrarse dentro de él, tenía los ojos incrustados dentro de él, haciendo de su parálisis un espectro de pánico, de deseo y de escalofrío, de ansiedad y de vacío, y tuvo la sensación de que su cuerpo se diluía, su cuerpo dejaba de tener las propiedades y las características que le habían definido, su cuerpo trasuntado en una mirada interior que no era ya la suya, donde el sudor se había evaporado y la sangre era ya coagulación y la temperatura una ausencia, y por más que trataba de buscar un ángulo donde aquellos ojos no aparecieran no lo conseguía, y los miró cara a cara y vio en ellos su reflejo y supo, no sin confusión ni angustia, que no podría ya jamás desprenderse de ellos…
(Fotografía de Vladimir Clavijo)
jueves, 11 de agosto de 2011
once de agosto
Dice por alguna parte Borges que la memoria y el olvido son igualmente inventivos. ¿Significa eso que todo lo que podemos conocer del pasado es invención? ¿Qué nunca podremos saber con meridiana claridad lo que fue, ni por qué ni de qué manera? Pero el olvido…si solamente, y ya es mucho, es olvido, ¿por qué se inventa también? ¿Eso quiere decir que el olvido no existe objetivamente? Y si se inventa, ¿es para combatir la posibilidad de que la memoria se reactive en estado bruto y nos descubra lo que no es engaño? Hay cierto conocimiento sobre la materialidad de las cosas del pasado, pero también tenemos la dificultad de conocer cómo se hilaron los pespuntes. Memoria y olvido se tantean permanentemente. Ese pulso continuo nos lleva a interrogarnos, no sé si sabia o neciamente. ¿Vivimos acaso de ficciones heredadas? Por supuesto, los acueductos antiguos existen, ruinosos o enteros, y los muertos deben estar por alguna parte, disueltos en las entrañas de la tierra o en esqueletos sumergidos, según las épocas y los agentes ambientales. Pero más allá de sus huellas, ¿qué tenemos? Llevo todo el día dándole vueltas al tema y no atravieso la pared invisible.
miércoles, 10 de agosto de 2011
diez de agosto
No sé si preocuparme o dejarlo pasar. Últimamente no oigo radio, apenas veo televisión, alguna vez la presentación de los telediarios, y con los periódicos voy flaqueando. Aunque reconozco que la prensa es el soporte que primero mamé y por lo tanto mantengo cierta dosis de fidelidad con ella. Sólo cierta. He reducido su lectura a los titulares, a algún artículo de fondo cuyo autor me parece interesante y a la sección de obituarios. Sin embargo, mantengo viva la atención sobre los muros de nuestras ciudades. Algunas frases escritas en ellos no reflejan noticias -ese mito del periodismo tan traicionado como maniqueo- ni se muestran excesivamente reivindicativas -está en crisis la vindicación que se pueda ejercer sobre los que no te van a dar jamás si no te lo coges- ni llaman a agitación alguna -a excepción de algunas humoradas idealistas e incluso exageradas de las gentes del 15M- y, sin embargo, no quito ojo de las paredes. Digamos más bien que doy un brinco en cuanto veo un texto o un dibujo. Vuelvo para atrás si lo detecto al pasar; si voy con alguien les dejo que se adelanten; si voy solo me demoro un buen rato y si llevo una pocket hago el numerito de fotografiar el mensaje (la gente me mira como un tipo raro o se pensarán que llevo la chapa de secreta en el bolsillo)
Este texto me intriga. No sé si es uno o si son dos. Si primero alguien pintó el imperativo inicial a secas. Si luego llegó otro y escribió el matiz sugerido por la proposición. E incluso si hubo una tercera mano que puso la coma. De ser una frase escrita por el mismo autor del microrrelato me pregunto qué necesidad tendría de poner la coma. La coma cumple el papel de un pero, aunque acaso el escribiente no lo ha pretendido y la ha colocado porque le había cogido gusto a la caligrafía y no deseaba poner fin al mensaje. No obstante, la frasecita, con coma o sin ella, es un canto a la autoestima. Una sugerencia, un estímulo, un ánimo a todo aquél que dude de su propia potencia y energía. No creo que la mano sea una mano confesional porque el escrito está colocado en los muros de una iglesia y sería tirar piedras contra el propio tejado. No sólo contra el tejado arquitectónico sino contra el de su mística. Porque, ¿qué necesidad iba a tener un creyente de reafirmar con la pintada en la piedra rosácea lo que la gracia de su Dios le concede por vías menos letradas pero sí tanto o más exhibicionistas? Hay un elemento que me confunde. Que haya dos acentos de todo punto innecesarios, en las palabras fe y ti. ¿Por qué ese modo tan aseverativo de ratificar un sustantivo y un pronombre que tienen entidad propia? Hay otro elemento que me confunde aún más. Y es que tienen forma de llama ambos acentos, como lenguas de fuego bíblicas que revitalizan las letras. Francamente, se ponen interesantes los mensajes de las paredes. Me hacen pensar más que las secciones periodísticas. Y si son anónimos, no tengo contra quien ir. Pero tampoco a quién felicitar. Misterios urbanos.
(El músico es un advenedizo, en todos los sentidos, y ajeno a las mayúsculas)
martes, 9 de agosto de 2011
nueve de agosto (bis, pero de bis felino)
Hoy encontré en un portalón de Salamanca este grafiti. Herejía en una ciudad de lujo monumental. Quise sacarlo del ostracismo. Traerlo aquí en desagravio por las distancias que manifesté el otro día respecto al animal. No me alcanza su significado. Parece una broma sin reparos a costa de la puerta. Las connotaciones habría que preguntárselas a sus autores. Tiene algo de antropomorfo obsceno, sus pupilas dilatadas lo acusan. Los labios, ni te cuento. La patita a punto de deshacer el ovillo le confiere cierto aire noble y a su vez travieso, pero la mirada del rostro adjunto parece la de un viejo bujarrón. Quiero pensar que sea tan inocuo como el felino de verdad. Nunca se sabe lo que te puedes esperar de los antropomorfos. Seguro que es una bobada. No tiene ningún arte, pero me hizo gracia.
nueve de agosto
Somos los nietos de los obreros que nunca pudisteis matar. Me estremece la frase. Que setenta y cinco años después de los hechos de referencia sea pronunciada es para dedicar un punto de meditación. Los nietos de los obreros que no pudieron matar claman en un pueblo de la provincia de Ávila. El alcalde del PP ha desalojado los restos de los asesinados en 1936 para meterlos en la fosa común. El gesto no le honra, ni a él ni a sus seguidores del lugar ni al partido que le respalda. Que el gesto vaya -por muy legal que sea según los del partido llamado Popular, aunque ya sabemos que la ley se hace y deshace conforme a intereses en juego- contra cualquier principio de reconciliación y de ritual humanitario que habría que respetar les trae al pairo. A mi no. Que el gesto saque a relucir el talante patrimonial y chulesco de que quienes se creen con poder omnímodo y heredado directamente de Dios, y no les importe a muchos vecinos de su cuerda... A mí sí. ¿Y quién dice que las dos Españas no existen? Porque se han enfrentado con acritud verbal y si no interviene la Guardia Civil hubieran ido a más. Puede que muchos quiten importancia a sucesos así. Y que digan que es un enfrentamiento de nostálgicos no me basta. Pues aun suponiendo que lo fueran, a unos les asiste la fuerza bruta -del control de la administración del pueblo y de su capacidad energúmena- y a otros simplemente el valor de la razón. Unamuno dijo de la insurrección de Franco aquello de venceréis pero no convenceréis. La derecha brutal no convenció nunca y sigue sin convencer ahora. Y menos todavía si se mantienen en sus trece.
Reflexión hasta en lo que parece insignificante, por favor.
(Imagen: Duelo a garrotazos, de Francisco de Goya, en fotografía de Laurent)
lunes, 8 de agosto de 2011
ocho de agosto
Esa búsqueda del Edén. Ese fantasear con una naturaleza dócil al servicio humano. Esa viejísima obsesión con obtener un mundo feliz. Y la narración que, desde la transmisión oral más perdida en el tiempo, se manifiesta dual como sublimación y como conjuro. ¿Será que lo maravilloso es precisamente el relato? La capacidad para llegar en apoyo de los afligidos, en estímulo de los esforzados, en consuelo de los vencidos. Pregunta tonta: ¿en qué momento se produciría esa descripción paradisíaca que fue elaborándose y refinándose hasta adquirir categoría de mito? Pero qué importa. Es como preguntarse en qué momento el estómago humano empezó a adaptarse a unas plantas o a unas proteínas animales. La necesidad es la respuesta. El encarnizamiento, la dureza, la dificultad, el dolor, el padecimiento, la rendición impotente. ¿Cuántas manifestaciones humanas no exigían una elevación sobre sí mismas? El mito de un cielo donde la naturaleza se entendiera entre sí, donde el hombre conviviera con la naturaleza, donde la naturaleza vegetal, animal, tectónica o climática cediera para hacer el soporte del hombre lo más llano y pacífico posible, tiene su trampa. Hoy reviste el ropaje de la presuntuosidad humana. Del antropocentrismo más desafiante y cruel. Un poeta como Adonis lo sabe también. Mas un poeta puede ascender por las palabras y dejarse derribar por ellas. Ser humano. Inventar textos que respalden aspiraciones. Todavía el hombre sigue motivado con la idea del paraíso. ¿Cómo espera su plasmación? ¿Cómo una superación, una aspiración permanente, una construcción material, un futuro? El hombre vincula el mito con el tiempo. Tiene necesidad de creer que un día llegará. Por eso el poeta escribe, clama y alienta. Plagado de incertidumbre, desfigurando las palabras, convertido en profeta del desierto al que pocos hacen caso ya. O tal vez sí, y entonces la poesía se convertiría en arma de destrucción masiva. Hay muchos casos de energúmenos que fueron poetas, y ese ejemplo hace temer. Y la pervivencia del mito equívoco del Edén, que no queremos desactivar.
domingo, 7 de agosto de 2011
siete de agosto
Cada fabricante lanza sus productos y pone en marcha la publicidad que los venda. No sé si a exigencias del mercado (los fabricantes se piensan que los consumidores estamos ávidos de comprar y como saben que muchos padecen del síndrome del consumo no cesan en sus elaboraciones incluso innecesarias) o como iniciativa propia que si cala, cala, y si somos tontos es nuestro problema. Un anuncio emitido por un cardenal español, reproductor de mitos ya fabricados y obsoletos, dice: El problema de Europa no es la crisis, sino olvidar a Dios. Miren por dónde el anuncio me hace dedicar un instante de atención, lo cual es un mal síntoma porque mi tiempo es tan áureo como el de Botín o el de Razinger.
La publicidad trata precisamente de eso, de que dediques un minuto al mensaje. Y si éste se queda en el subconsciente ya ha cumplido su papel. La publicidad no va dirigida al consciente del hombre, porque entonces no sería publicidad, no buscaría la persuasión o, mejor dicho, la sugestión. La conciencia analítica del ser humano puede poner patas arriba las pretensiones publicitarias y mercantiles. El anuncio citado destaca su producto estrella. Luego tiene otra elaboración a la que llaman Amor, pero hablan menos de él últimamente, puede que porque sea más equívoco y no todo el mundo lo entienda en un planeta de relaciones enconadas y poco clementes. Y donde el afecto y la sexualidad desplazan cualquier otro modelo de fe con harta y espontánea facilidad.
Hay más productos de ese mercado llamado catolicismo. Y de pronto me acuerdo de uno afable, bondadoso y con el que resulta difícil no congeniar denominado la Virgen. Pero tengo la sensación de que este producto es más equívoco aún, que los tiempos de liberación de la mujer y de conciencia de los hombres ha revitalizado un papel que puede resultar molesto para los fabricantes. Cuando no rebelde y volverse contra ellos. Sabido es que, no en vano, el origen de la Virgen está en épocas anteriores a las religiones del Libro. No en balde los hombres supieron honrar a la verdadera divinidad: lo fértil, lo fecundo, lo transmisor, la Tierra. Las culturas urbanas originadas tras el Paleolítico siguieron reconociendo el valor de la verdadera procedencia de la vida. Descubrieron, pues, a la Diosa. Si los del Libro, y muy especialmente el catolicismo, pretendieron domeñar y domesticar el símbolo, lo consiguieron de mala y deficiente manera. Con mañas muy arteras y manipuladoras hicieron de la verdadera divinidad ancestral, la femenina, una rendición. O mejor dicho, una suplantación. El género dominante tenía que ser el macho, pues no faltaba más.
Respecto al anuncio del cardenal…que le vayan con esas historias a Trichet y al Banco Central Europeo, al FMI, a Durao Barroso y a las finanzas e industrias internacionales. Y naturalmente, a los exportadores del petróleo. Igual le creen.
sábado, 6 de agosto de 2011
seis de agosto
Hay noches en que los sueños te traen al padre muerto. Te lo traen vivo, cargado de energía y desplegando la autoridad. Dispuesto a corregir y enmendar, según su criterio y en aras a su código de valores, naturalmente, los desmanes y fechorías del hijo. No llega sólo a advertirte, sino también a señalar tu llaga y golpearte en ella. El padre es capaz de todo, incluso muerto. O muerto más, porque aunque sigue sufriendo y padeciendo, se sabe liberado de justificarse entre los vivos. Llega para insistir en la dimensión y en la profundidad de tu piel desgarrada. Como si tú mismo no supieras por qué causa y de qué modo vas dejando tiras de tu cuerpo en el transcurso de los días. Aparece reencarnado en tus sueños salvajes acaso porque nunca quiso morir. No quieres tener la tentación de pensar en que él quisiera haberte visto antes a ti muerto. Él que todo procuraba y que velaba sobre tantos miembros de su grey. No, pretendía que eras su obra, una obra fallida, pero a la que había que seguir dando margen, a la que, en un acto de posesión excesivo e impositivo, a la postre fatal, no podía dejar jamás al pairo. No, él más bien no quería que nadie muriese. Había visto muchos muertos desde su juventud y no quería ver más. Ni muertos por la fusilería, ni por la metralla de un obús, ni por el hambre, ni por la tuberculosis, ni por la soledad. El padre muerto tiene esa indiscreta costumbre de introducirse entre tus sueños. Te despiertas repentinamente, ahogando un grito, desparramando los libros de la mesilla al incorporarte alarmado. Tiene el vicio insuperado de buscar de nuevo el sacrificio. Todo muy bíblico.
seis de agosto hiroshima
Homenaje: Hiroshima, seis de agosto. Nagasaki, nueve de agosto. Los hombres no aprenden nunca del mal que desatan. El bien queda eclipsado por aquél. No vale otro argumento, si no se desequilibra la balanza.
viernes, 5 de agosto de 2011
cinco de agosto
Levanté la persiana y estaba fijo ante mi ventana. Pudo ser casualidad pero la mera imagen de que un gato tratara de controlar mis movimientos removía mi subconsciente. Reconozco que nunca he sido propenso al trato con esa especie. Aun suscitando en mí cierta ternura y bastante admiración por su estética y dinámica arquitectura lo cierto es que siempre he evitado tratarlos. Ese tomarse la confianza cuando estás en casa de unos amigos me pareció toda la vida una interferencia molesta. ¿Qué ellos intentan explorarme y poner a prueba mi manera de ser? Acaso, pero uno tiene algo de rebelde al que no gusta ser tanteado descaradamente. Se me dirá que muchos humanos practican también ese juego; pues bien, acaso por esa razón estoy pertrechado de desconfianza. No sabría decir si es más fácil tratar con un humano que se manifiesta con intenciones arteras e inquisitivas sobre tu vida que con un gato al que ves unos minutos y por primera vez. Pero uno va estando acostumbrado a su propia especie, que no cómodo, y, aunque se sigue sorprendiendo un poco del último ejemplar de dos patas que llega exhibiendo carantoñas y devoción, cuando no reclamando exigencias y obligaciones, pues uno prepara su red, extiende el foso y muestra sus defensas si es necesario. Esa característica física que tienen los ojos de los gatos durante el día -la pupila prácticamente contraída- les otorga sin quererlo un aspecto equívoco. Desde que leí 1984, de George Orwell, y con la implantación generalizada de cámaras hasta en el retrete, empecé a ver en las miradas gatunas una aportación más al gran hermano generalizado en nuestros tiempos y sociedades. Pero éstas son figuraciones mías. Durante un rato el gato de la terraza permaneció pendiente de mis gestos y como parecía que sacarle la lengua no sólo no le espantaba, sino que destacaba más curiosidad en él, me puse a mis quehaceres.
jueves, 4 de agosto de 2011
cuatro de agosto
Desasosiego de una noche de verano que me impide conciliar el sueño. Encontrarme de pronto con ese verso del poeta Adonis, el siríaco
¿y cómo hablaré yo el lenguaje de las hormigas con acierto?
Acaso el acierto, me digo, sea dar con este verso en plena hora de desvelo. ¿Qué hacer? ¿Llevar el cuchillo de trinchar a su sintaxis o trocear su recóndito significado? Pero, ¿por qué la tentación de racionalizar el sentido que tienen las cosas por sí mismas? Suena bien Adonis y simplemente esperar la revelación puede ser un ejercicio inútil. Marcada manía humana de tratar de diseccionarlo todo, de abrir en canal las palabras para intentar apoderarnos de su esencia y, acaso, desvirtuarla. Me propongo otro punto de vista. Leer al poeta con el olfato, por ejemplo. O con el tacto. De momento el sexto sentido, el oculto, el que multiplica todas las posibilidades de los sentidos clasificados me ayuda. Imagino pasear por un jardín donde se mira y se huele. Donde uno se impregna de aromas y renueva la sensibilidad de las yemas de sus dedos. Pasear. Donde uno se desconcentra porque los ojos se tornan húmedos de belleza. Pasear. Admirar los parterres, elevar la cabeza hasta las copas de los árboles, recorrer laberintos que nos cubren. ¿Tendría algún valor preguntarnos algo en ese deambular a través del cual lo que deseamos es percibirnos a nosotros mismos, alejados del ruido de la vida? Pasear por el verso.
miércoles, 3 de agosto de 2011
tres de agosto
Álex y yo quitamos el clavo del muro y el templo no se vino abajo. Resultaba evidente que no era una pieza fundamental sobre la que se asentase la descarga de fuerzas del edificio. Resultó que tampoco se trataba de un herraje digno de sujetar un adorno. Probablemente fuera una de esas piezas perdidas por los obreros constructores, que no saben dónde dejan a veces las cosas. Me gusta pensar que ha permanecido ahí durante siglos y que de pronto lo hemos descubierto. Que su pátina es la historia y su materia permanece incólume. Esa pervivencia del clavo en el muro se había convertido en olvido y no formaba parte del conjunto. Lo cual, a la hora de que el templo sea declarado Patrimonio de la Humanidad -es un suponer- este humilde objeto no podrá participar de la gloria de la exaltación. Ahora pienso que, al extraerla, esa punta herrumbrosa nos debe estar agradecida. Tal vez no participa del destino común a donde estaba destinada junto con infinidad de elementos. La liberamos de su condición de sometimiento. Ahora la tengo colocada sobre una balda, junto a libros y recuerdos. Para qué. ¿No habré trocado una servidumbre por otra?
martes, 2 de agosto de 2011
dos de agosto
Me encuentro entre papeles aquellas líneas del poeta. No tuve tiempo de preguntarle si es que era debido a que comprendía tan bien la contingencia de los individuos por lo que elegía a la mosca como espejo de nuestro acontecer. O bien si le fascinaba de tal manera el vuelo repetido de esos insectos dípteros que, para explicárselo, se fijó en la recurrencia obsesiva que hace crepitar diariamente a los humanos. Fueron aquellas imágenes de ríos, todas ellas nutriéndose de nuestros deseos subterráneos, las que me dieron la clave. Aguas que a todas horas dibujan el perfil de cada ser sediento. Aguas que nos llevan y nos traen, donde perecemos con frecuencia. Sin sentir plenitud.